Prólogo Stella

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Stella Monti, 16 años [hace dos años]

Abro los ojos asustada de los fuertes sonidos que se escuchan por toda mi casa. Mi corazón comienza a latir con mucha fuerza mientras me obligo a ponerme de pie en busca de mi pequeña hermanita Nicole.

Cuando llego a la puerta esta se abre dejando ver a mi pequeña hermanita mirándome asustada.

— ¿Qué es eso, Ella? —Pregunta susurrando y yo niego con la cabeza. Ambas nos estremecemos ante la voz de padre gruñendo— Tengo miedo.

La abrazo con fuerza contra mí.

—Sh, sh, todo estará bien —le digo, pero no estoy segura. Suena como si lo estuvieran torturando— Iré a ver qué ocurre.

— ¡No, no puedes! ¡Pueden ser los rusos, Ella!

—Escóndete —decido y la fuerzo a esconderse en el closet— no salgas por nada. Prometo regresar.

—No me dejes...

La ignoro y cierro las puertas del closet. Le pongo llave y temblando me aproximo a la puerta. Si son los rusos moriré... son letales.

Avanzo por el pasillo antes de escuchar un disparo. Cubro mi boca ahogando un grito que casi sale de mí, pero escucho un sonido de un golpe, probablemente alguien fue asesinado.

—M-maldito...

Me encojo ante el sonido de la voz de mi padre. Durante años mi hermana y yo hemos deseado que este muerto, escucharlo tal y como suena justo ahora, pero si son los rusos nosotras también terminaremos así.

—Las ratas solo hablan cuando se les exige que hablen, Giani —la voz es fría, pero no tiene acento ruso.

Parpadeando me acerco al borde de las escaleras justo en el momento que mi padre le dice más cosas en italiano. Trato de ignorar todo lo que se dicen hasta que el enorme hombre lo toma por la garganta y comienza a ahorcarlo. Lo eleva por encima de él continuando con la presión.

No soy consciente del fuerte latido de mi corazón ni de lo rápido que estoy respirando mientras veo como jala con más fuerza el cuello de mi padre hasta que queda con su cabeza en sus manos separada del cuerpo de mi padre.

Dios mío...

Chillo con fuerza asustada a muerte mientras intento dar vuelta atrás y correr por mi hermana, pero el hombre me ve y pronto otro hombre está tomándome de mi brazo evitando que corra fuera. Chillo aún más cuando me obliga a bajar de las escaleras y comienzo a jalonear intentando quitar su agarre.

— ¡No! ¡Por favor! —Grito y pataleo tratando de que me suelte, pero es fuerte.

—Mierda, cálmate loca —aprieta más mi brazo hasta que me suelta haciendo que caiga al suelo— esta alterada al verte matar a su padre.

La cabeza de mi padre cae al piso y grito cuando se aproxima hacia a mi haciendo que se detenga abruptamente. Mira al chico rubio a su lado.

—Me olvide de ellas por completo.

— ¿Ellas? —Abre sus ojos y me mira, me asusto pensando en mi hermana.

—Hay otra niña.

—Ya la tengo —mis ojos se abren y comienzo a negar con mi cabeza al ver a un rubio idéntico al que me lanzo al piso con mi hermana en brazos. Ella no está llorando, pero sus ojos están muy abiertos— es todo lo que hay.

El hombre que asesinó a mi padre se acerca a mí, pero no me toca ni mucho menos se acerca intimidándome.

—Escucha —me comienza a decir— soy tu capo, Matteo Vitale —asiento respirando con fuerza recordando a mi padre maldecirlo muchas veces— tu padre traiciono a la organización. No le hago daño a mujeres inocentes, por lo que necesito que mantengas la calma y te tranquilices.

CaníbalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora