9.

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[PASADO]

Matteo Vitale, 5 años.

Sigo a Nicolás hasta el cuarto donde está su hermana. Yo no tengo hermana, tengo hermanos.

—Es muy pequeña —me dice y juntos caminamos hasta la cuna. Es igual a la de mis hermanos— y llora mucho —se ríe.

—Mis hermanitos también lloran mucho. Mama dice que lloran porque... porque —trato de recordar lo que dijo mama— porque no pueden hablar. Ahora ya hablan. Damián no se calla.

—Ella no habla —Nicolás se inclina y yo también. Es pequeñita como mis hermanos— es muy bonita.

—No es cierto.

— ¡Si es bonita! ¡Es mi hermana y es bonita!

No me gusta que me grite. Mi padre no deja que nadie lo haga y yo escuche que él dijo que de grande seré como él, pero la bebe comienza a hacer ruiditos y abre sus ojos.

Son a-zu-les. Mi color favorito. Son azules como los ojos de mama, los ojos de mis hermanitos y los míos. Ella si es bonita.

— ¿Cómo se llama?

—Aryana —Nicolás se inclina y mete su mano. Abro mis ojos cuando la bebe toma su mano. Yo también quiero que tome mi mano.

—Quiero que me tome la mano —empujo a Nicolás para hacerlo, pero él me avienta.

—Es mi hermanita...

—Mi papa es el jefe —Nicolás se hace un lado, pero me pega. Le pego de regreso más fuerte hasta que se va a la pared. Me rio y meto mi mano para que la tome. Aryana toma mi mano y sonríe— ya quiero jugar con ella.

—Es una niña. Las niñas no juegan —Nicolás regresa y se pone a mi lado— vamos a jugar. Fiorella se enoja cuando estoy cerca de la bebe.

—Está bien —me agacho y doy un beso en la mano de Aryana. Huele rico.

—Ya deja a mi hermanita —Nicolás quiere jalarme pero soy más grande que él y no puede.

Me gusta ser más grande.

.

.

Matteo, 10 años.

—Deja de llorar —le susurro a Marco cuando padre se aleja de nosotros. Nicolás también está, pero no llora solo esta tieso— si padre te ve llorar va a ser peor.

—Quiero ir con mamá y Damián —limpia sus lágrimas. Damián no está aquí porque está enfermo y mamá no dejo que fuera a la escuela, mientras que padre mando al chofer por nosotros y nos trajo aquí. Hemos empezado el entrenamiento. Marco y Damián van comenzando apenas y yo ya tengo más que ellos. De todas formas, padre nunca lastima tanto a Damián como a nosotros.

—No llores y nos iremos pronto —me tenso cuando Federico llega. Lo odio mucho.

—Bien, muchachos, vamos a ver que tanto han mejorado —truena los dedos de sus manos. Padre le tiene prohibido golpearnos en lugares visibles para mamá, pero sabe golpear en donde duele por días.

Me toma por el cuello jalándome con fuerza. Pongo mis manos en las suyas para tratar de detenerlo. He crecido, pero aun no puedo contra él.

Me da una patada en las costillas haciéndome gruñir por la forma en que punza. Suelto una mano de sus brazos y haciéndola puño lo comienzo a golpear con toda la fuerza que puedo. Quiero hacerle daño. Quiero matarlo.

Siento que afloja su agarre en mi cuello y doblo mi pierna derecha para golpearlo en los muslos hasta que me suelta. Me está mirando y veo lo malo que es en sus ojos. Luce aterrador, pero con lo que padre me ha estado haciendo ver en los últimos años ya nada me asusta.

CaníbalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora