5.

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Matteo Vitale

Me meto a la cama viendo a Stella hecha bola en la orilla de la cama. Esta tapada de pies a cabeza, pero al menos no está llorando. Lo que menos quiero en este momento es lidiar con una mujer llorando después de las bolas azules que tengo.

Cierro mis ojos a pesar de que no voy a dormirme. No puedo dormir en lugares que no conozco y además esta una mujer desconocida en mi cama. Stella bien podría querer asesinarme en la noche, no se lo dejaría fácil y terminaría matándola en el proceso, pero es mejor prevenirlo.

Pasan minutos de silencio antes de escucharla empezar a sollozar. Es muy bajo, pero estoy despierto y estoy escuchando sus sollozos. Abro mis ojos mirando la bola de cobijas sollozantes. No tengo nada que decirle por lo que la escucho sollozar por varios minutos hasta que poco a poco se calma y solo su respiración se escucha.

—Dime que no vas a volver a llorar —espeto cuando escucho por lo bajo sollozos de nuevo— quiero dormir y tus sollozos son una maldita lata.

—L-lo siento —murmura en respuesta y escucho como inhala— p-prometo...

—Tus promesas no tienen valor para mí. Necesito una mujer fuerte no una llorona, Stella —noto como se hace más pequeña la bola de sabanas y siento un extraño y amargo sabor en la boca. Suspiro— no te tocare...

—Pero mañana sí.

Ruedo los ojos y vuelvo puños mis manos para no acercarme a tocarla.

—Es algo...

—Que tiene que pasar, si lo sé —susurra y lentamente se gira y me mira— yo... —carraspea y a pesar de la oscuridad la puedo ver bien— quiero hacerme a la idea. Por favor, dame una semana para pensarlo y hacerme a la idea.

—No te va a doler, Stella —le digo y estiro mi mano con ganas de tocar su rostro, pero al ver el miedo en su expresión la alejo— he estado analizando tus reacciones y creo que tienes la idea de que debe ser doloroso. ¿Tu tía no hablo contigo o tu prima?

— ¡No! m-mi tía... no le gusta hablar de eso —admite y casi me quiero reír de como esconde su rostro en la sabana— y Brina no me hablo de ello. Creo que yo lo volví incómodo. M-mi mamá... lloraba mucho.

Me tenso recordando al bastardo de su padre. Era una maldita rata y estoy casi seguro de que él tuvo que ver en la extraña muerte de todas sus malditas esposas. No puedo si quiera imaginar lo que Stella debió de haber visto durante su infancia.

Si yo vislumbre muchas de las cosas que el asqueroso bastardo de mi padre le hacía a mi madre. Muy a pesar de que ella siempre trato de mantenernos fuera de ello no todo se puede ocultar.

—Te daré esa semana y si aún no te sientes lista te daré otra más —aprieto la mandíbula. Mi padre debe estarse revolviendo en su puta tumba— suelo asustar a la gente sin siquiera proponérmelo.

—Me asustaste mucho.

—Lo sé —cierro los ojos— deberías de dormir. No pienso saltar sobre ti. Hemos pactado algo y lo cumpliré.

—Gracias, Matteo.

Maldita sea, Stella.

.

.

Tomo la mano de Stella guiándola hasta llegar a mi pent-house es grande y hace un mes lo mande remodelar para la llegada de ella.

—Usualmente mi madre y Bianca vienen y dejan comida para toda la semana.

— ¿Quién es Bianca? —Pregunta sin mirarme, sigue mirando alrededor.

—La ama de llaves de mi madre —le respondo y la atraigo para que me mire— Te llevare a la que será nuestra habitación para que acomodes tus cosas.

CaníbalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora