Chimuelo, el último de su especie, enfrenta una profunda tristeza al llegar su temporada de apareamiento. Sin esperanza de un linaje, se encuentra con un misterioso brujo que le ofrece una solución mágica: una poción que lo transforma en aquello que...
El sol brillaba suavemente sobre Berk, y el sonido de las olas golpeando la costa se mezclaba con las risas de los niños jugando en el patio de la casa del jefe. Hipo estaba sentado bajo la sombra de un gran árbol, con una sonrisa en su rostro mientras observaba a sus hijos corretear de un lado a otro. La vida había cambiado de formas que nunca imaginó, pero en esos momentos de tranquilidad, no podía evitar sentirse abrumado por la felicidad.
Chimuelo, en su forma humana, estaba junto a los niños, vigilando con atención pero permitiendo que corrieran libres. Su mirada era protectora, pero también había una alegría en sus ojos, una satisfacción al ver a su familia prosperar. Ya no era solo el dragón leal de Hipo, sino también el alfa y el padre de una nueva generación.
💚-¡Papá, míranos! -gritó uno de los niños, alzando los brazos al aire mientras intentaba imitar el vuelo de los dragones.
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Hipo rió suavemente, asintiendo.
🖤-Lo hacen muy bien, pequeños. Tal vez algún día volarán de verdad -les dijo con ternura.
Chimuelo se acercó, dejando a los niños jugar por su cuenta mientras se sentaba junto a Hipo. Sin decir nada, pasó un brazo alrededor de los hombros de su omega, tirándolo suavemente hacia él en un gesto de amor y cariño.
🤎-A veces no puedo creer que esto sea real -murmuró Hipo, apoyando su cabeza en el pecho de Chimuelo.
Chimuelo sonrió y besó la frente de Hipo con suavidad.
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🖤-Lo es. Y es todo lo que siempre quise -le respondió, con la misma mirada intensa y llena de amor que siempre le había dedicado.
Los niños seguían jugando, ajenos a la conversación de sus padres, felices de estar al aire libre y disfrutando del día. Sus risas resonaban como música para Hipo y Chimuelo, quienes veían en ellos la prueba de todo lo que habían superado juntos. Una familia, completa y feliz, algo que ambos habían soñado en algún momento, pero que ahora era su realidad.
El futuro de Berk parecía más brillante que nunca. La llegada de los hijos de Hipo y Chimuelo no solo había traído alegría a sus vidas, sino también a todo el pueblo. Los niños crecían con la herencia de ambos padres: la inteligencia y el liderazgo de Hipo, junto con la fuerza y el espíritu indomable de Chimuelo. Berk estaba en buenas manos, no solo en el presente, sino también en el futuro.
