10- Lentes

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Mañana tendrían un concierto en la ciudad, así que estaban en el cuarto ensayando. Sam afinaba su bajo mientras un chico del equipo de sonido le enseñaba a Andrea a hacer malabares con sus baquetas. Lena, por su parte, frotaba con fuerza un paño con cera en su guitarra, mientras observaba a Kara y Monel hablando. **Debería usar más seguido esos lentes, a ver si así se da cuenta de que Monel es un estúpido, engreído, mujeriego, parásito...** y la lista de insultos en su mente continuaba.

Practicaron un par de canciones y luego tomaron un descanso. Lena se había equivocado en varios acordes porque estaba distraída observando cómo Kara reía cada vez que Monel hacía gestos graciosos mientras cantaba. **Es injusto**, pensó Lena, **si yo no puedo divertirme, entonces Kara tampoco lo hará**.

Mientras se servía un vaso de jugo en la cocina, Sam estaba a su lado, esperando que también le sirviera a ella. Justo en ese momento entraron Kara y Monel, y el vaso que Lena estaba llenando para Sam comenzó a desbordarse.

—¡Demonios, Lena! —exclamó Sam, mientras secaba el jugo que se había derramado en la mesa.

Kara y Monel estaban tan inmersos en su propio mundo que ni siquiera notaron lo que sucedía a su alrededor. La rubia, tratando de alcanzar una caja de galletas en lo alto de un estante, fue levantada por Monel para que pudiera alcanzarla.

Lena, sintiéndose aún más molesta, salió de la habitación, seguida de cerca por Sam.

—Si no fuera porque eres una persona sin sentimientos, diría que estás celosa de la rubia —dijo Sam con una sonrisa maliciosa.

—No digas tonterías, Sam. Ella está arruinando mi vida y, aun así, siempre está sonriente y feliz. No voy a dejar que siga asi.

—Sí, claro, te creo —Sam no era estúpida sabía que Lena estaba despertando sentimientos hacia la rubia pero no lo reconocería al instante.

De vuelta al cuarto de ensayos, todos continuaron con su práctica. Lena, por su parte, decidió aprovechar la oportunidad y dirigirse al cuarto de Kara. Abrió su maleta, que estaba al lado de la cama, y se sorprendió al ver lo ordenadas que estaban sus cosas. Toda su ropa era de colores pasteles, como si un maldito unicornio hubiera vomitado sobre ella. Decidida, recogió toda la ropa bajo las escaleras fijándose que nadie la viera, entonces cruzo el ventanal q daba al patio
. Al principio, pensó en esconderla, pero decidió que tirarla a la piscina sería más satisfactorio. Una vez hecho el trabajo, regresó al cuarto de ensayos, actuando con total normalidad.

Cuando el ensayo terminó, los técnicos y el personal comenzaron a retirarse. Lena se dirigió a la cocina en busca de algo para comer. Estaba pelando una manzana cuando una furiosa Kara entró.

—¿Dónde está mi ropa? —preguntó con enojo.

—La tienes puesta, ¿no?

—No te hagas la chistosa. No hay ninguna prenda en mi maleta.

—¿Y por qué me culpas a mí? Yo no soy responsable de dónde dejas tu ropa o con quién te la quitas.

Kara, visiblemente molesta, se quitó los lentes y los dejó sobre la encimera. Se acercó a Lena, señalándola con el dedo.

—Sé que fuiste tú —dijo con el ceño fruncido—. Has sido como un grano en el culo todos estos días. Tu no necesitas una publicista, necesitas un exorcista.

Lena se rió de la reacción de Kara, lo que provocó que esta, enfurecida y le diera un golpe en el hombro.

—Solo diré que tu ropa necesitaba un poco de limpieza —dijo Lena, mordiendo un trozo de manzana.

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