11-Esposadas

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Una nueva semana comenzaba, la última que estarían en Madvile. Kara estaba en su cuarto mirando lo que, para ella, podría ser su solución, al menos esa semana. Sabía que controlar a Lena se había complicado y ya no podía confiar en ella ni descuidarla un rato. Era un peligro ambulante.

Entonces bajó las gradas y la encontró ahí, sentada, tranquilamente tomando desayuno con el celular en la mano. Todo dependía de la respuesta que le diera Lena; de lo contrario, Kara tomaría medidas drásticas.

-Buenos días, Lena -se acercó.

-Eran buenos hasta que apareciste.

-Sé que esta semana ha sido complicada, pero yo solo quiero mantener mi trabajo y tú me lo estás poniendo muy difícil.

-Mira, rubia, será mejor que te rindas porque yo no pienso cambiar.

-¿Entonces vas a seguir saliendo y molestándome?

-Salir sí, molestarte solo es un plus.

No había forma. Lena no se comportaría y Kara quería evitar más problemas. Entonces, en un movimiento rápido, sacó unas esposas de su bata y las colocó en su muñeca y en la de Lena.

-¿Qué demonios acabas de hacer? -dijo Lena, mirando su muñeca con enojo.

-No me dejaste opción. Tengo que estar al pendiente de ti y es agobiante tener que salvarte el trasero todos los días.

-Okey, ¿y por eso decidiste que era buena idea esposarnos?

-¿Por qué gritan? Es muy temprano -dijo Sam bostezando. Lena levantó la mano esposada, lo que provocó un quejido en Kara.

-Oh, por Dios, van a andar como mellizas de un lado a otro. Definitivamente, esto va a ser muy gracioso -Sam comenzó a reírse.

-Ja, ja, muy chistosa -dijo la pelinegra, sarcástica-. Necesito que me liberes, Kara. Tu ridículo plan no va a funcionar. Dime, ¿cómo vamos a hacer cuando quiera ir al baño o cuando tenga que cambiarme?

-No había pensado en eso... es que me sacas de mis cabales y no sabía qué más hacer.

-Ríndete, rubia. Mejor suéltame.

-Yo quería ver más de su espectáculo. No se suelten aún -dijo Sam, haciendo puchero.

-Bien, vamos arriba, dejé la llave en mi maleta.

Todas sus cosas estaban encima de la cama, y Kara rebuscaba desesperadamente.

-No me digas que no encuentras la llave -Lena la miró con cara de preocupación-. No me jodas, Kara, no pienso quedarme pegada a ti todo el día o voy a terminar cortándome la mano.

-Espera, no te alteres, voy a preguntarle a mi amiga -Kara agarró su celular de la mesa de noche y llamó a Alex.

-¿Aló, querida, cómo estás?

-No te preocupes, Al, estoy bien -sintió el jalón en su mano-. Bueno, no tanto.

-¿Qué pasó, de nuevo tu niña rockera te hizo otro berrinche?

-No, bueno, sí. ¿Te acuerdas de las esposas que me diste de tu trabajo?

-Sí, ¿qué hay con ellas?

-Pues las usé con Lena y no encuentro la llave.

-Me estás jodiendo, Kara. No me digas que la tienes esposada a un poste de tu cama, ja, ja, eso sí que no me lo esperaba.

-No, en realidad está esposada a mi muñeca.

-Ja, ja, eso es mucho peor.

-No te burles, Alex. No encuentro la llave y ahora estoy aquí con ella.

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