31. El León, El Tejón Y Las Serpientes

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Expreso Hogwarts, 1 de septiembre de 1995

Draco permaneció alrededor de media hora escuchando a los delegados explicar la importancia de cumplir a la perfección sus roles como prefectos. Le hablaron sobre la responsabilidad que eso implicaba, cómo serían guías para los demás y el poder que tendrían sobre el resto de los estudiantes. Pansy parecía fascinada al respecto, aunque Draco podría apostar que se debía a que ahora podría jugar a quitar y regalar puntos a su antojo.

Hermione Granger también se encontraba allí. Draco, siendo especialmente entrometido, intentaba escuchar los acuerdos que ella y Weasley tenían sobre las rondas de los pasillos. Era indispensable que Granger estuviera libre para poder llevarla con Cassie. Después de llegar a un acuerdo bastante desfavorable con Pansy, la había convencido de quedarse con las guardias de los pasillos, prometiéndole que él llevaría a los niños de primer año a las mazmorras.

Se quedó veinte minutos más en el vagón de prefectos e imaginó lo ansiosa que se sentiría su prima al saber que había pasado tanto tiempo y él aún no le llevaba a Hermione.

—¿Estás bien? —preguntó Ron Weasley con confusión—. Estás sonriendo mientras ves el piso.

Draco recuperó su postura seria de inmediato. —Todo en orden, Weasley, gracias.

Ron le dio un suave asentimiento con la cabeza y Draco se fue de allí, bastante avergonzado de haber quedado como un loco. Divisó rápidamente a Hermione, quien al parecer estaba dando indicaciones a unos niños de Gryffindor. Revisó su reloj; pronto le pasaría la batuta a Weasley. Era momento de actuar.

—Granger —dijo fingiendo mal humor—. Unos niños de tu casa están haciendo un completo alboroto.

Hermione lo miró confundida. —Tú también eres prefecto, Malfoy. Estoy segura de que podrás manejarlo por ti mismo.

—Bueno... entonces tendré que quitarle treinta puntos a cada niño —respondió suspirando dramáticamente.

Los niños de Gryffindor que estaban allí soltaron gritos ahogados de terror, buscando la mirada de Hermione como si ella fuera la única responsable de impedir que Draco acabara con su casa.

—Qué molesto eres —resopló Hermione siguiéndolo hacia un vagón con las cortinas cerradas. Le llegó un olor familiar—. ¿Aquí están los supuestos revoltosos? —añadió con irritación—. Yo no veo nada.

Draco resopló. —Estoy seguro de que están aquí. Es más, abre la puerta y compruébalo tú misma.

Hermione soltó un suspiro de pura irritación y, con un rápido movimiento de su varita, quitó las cortinas y abrió las puertas del vagón, encontrándose nada más y nada menos que con Cassiopeia Black. Sus fosas nasales se deleitaron con su perfume; se veía bastante guapa vistiendo de negro.

—Hola —dijo Cassie con una tímida sonrisa.

Hermione frunció el ceño; Cassiopeia no la saludaría con tanta reserva. Algo andaba mal.

—Las dejaré solas —dijo Draco cerrando la puerta y volviendo a colocar las cortinas en su lugar.

—¿Cómo sé que no eres alguien con una poción multijugos? —preguntó Hermione alzando una ceja.

Cassie levantó levemente la manga de su gabardina y le mostró el brazalete que compartían, además de señalarle a Artemisa, que dormía plácidamente en el vagón.

Hermione sonrió complacida y se abalanzó para envolver a Cassie en un cálido abrazo, que la pelinegra no tardó en corresponder. Se habían extrañado tanto. Intentó besarla, pero Cassie se apartó. Definitivamente algo andaba mal.

Between Shadows & Stars; HERMIONE GRANGERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora