Relatos de un cerebro inquieto

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La música, para mí, es una especie de regla general en mi vida. No importa en qué situación me encuentre, siempre tiene el poder de hacerme ver y sentir las cosas de una manera completamente diferente. Incluso en los momentos en que mi mente se aleja de la realidad, cuando mis pensamientos se dispersan y me siento desconectado, una simple canción melancólica puede traerme de vuelta. Es en esos momentos que siento cómo mis emociones, que suelo reprimir, se liberan, y las lágrimas se asoman sin aviso.

Hoy me encuentro, una vez más, sentado en mi silla, con el móvil en la mano, leyendo manga. Esto ya se ha vuelto una rutina para mí, un hábito del que no puedo escapar. Hace diez años que empecé, y desde entonces me he vuelto completamente adicto. He comenzado más de 500 historias, pero muchas las he dejado a medias, olvidando incluso cómo seguían o si alguna vez fueron terminadas. Esa espera interminable, capítulo tras capítulo, semana tras semana, es algo que me desespera. No tengo paciencia. Y cuando no la encuentro, devoro una nueva serie de al menos 60 capítulos en un solo día, intentando llenar el vacío que deja esa impaciencia.

El TDAH es una batalla constante entre la hiperactividad mental y los momentos de desconexión total. A veces, es como si mi mente se desbordara con pensamientos imposibles de detener, pero luego, sin previo aviso, todo se apaga y solo queda un vacío en el que no puedo concentrarme en nada. Pero en esos breves instantes en los que una canción o un manga me alcanzan, es como si todo cobrara sentido, aunque solo sea por un momento.

La mente de un chico con TDAHWhere stories live. Discover now