¿Por qué lo malo es malo y lo bueno es bueno? Esta es una pregunta que surge de lo más profundo de nuestra percepción de la realidad. Es curioso cómo una simple perspectiva o un pequeño conocimiento adicional puede transformar por completo la interpretación de un hecho o una acción. Lo que se considera correcto y moralmente aceptable, ¿no es acaso algo dictado por las convenciones sociales, por el tiempo y lugar en el que vivimos?
La moralidad, esa brújula que guía nuestras acciones, ¿quién la fija? ¿Por qué un acto es considerado "bueno" y otro "malo"? Imagina un asesino que amenaza la vida de tu hijo: un ser que, por placer o entretenimiento, comete una atrocidad que todos consideraríamos despreciable. Pero, ¿qué sucede con el soldado obligado a ir a la guerra? Un soldado que, en contra de su voluntad, acaba con la vida de otro hombre, también forzado a estar allí, combatiendo por razones que ni siquiera comprende. ¿Quién es el malvado en este escenario? Ambos son peones de un juego mayor, utilizados y descartados por aquellos que gobiernan, como piezas de ajedrez en una batalla que no tiene en cuenta su humanidad.
Vivimos en un mundo donde elegimos a quienes nos gobiernan, y esos líderes, a su vez, nos tratan como meros peones. Esto plantea la pregunta: ¿es inevitable que existan gobernantes? Parece imposible imaginar una sociedad sin jerarquías, sin alguien que lidere a otros. Sin embargo, ¿eso justifica las guerras, los conflictos, el sufrimiento que perpetuamos? Tan incapaces somos los seres humanos de vivir sin guerras, sin despreciar a los demás, sin juzgar a aquellos que son diferentes por su apariencia, sus creencias, su forma de vivir o de hablar.
¿Alguna vez existió una persona que no haya juzgado a alguien por ser diferente? ¿Una persona completamente libre de prejuicios? Podría apostar que nunca ha existido tal ser en toda la historia de la humanidad. Porque al final, somos una raza con un ego insaciable, atrapada en sentimientos oscuros, por más que intentemos mostrarnos bajo una luz de bondad. Y es este ego el que, en última instancia, nos llevará a la destrucción.
¿Pero el verdadero problema es nuestra extinción? Quizás no. Lo más trágico es que, en nuestra caída, arrasaremos con todo a nuestro paso. No solo acabaremos con nosotros mismos, sino que destruiremos toda la vida en este planeta. Somos una especie que, en su afán de dominar y controlar, arruinará todo lo que le rodea.
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La mente de un chico con TDAH
Historia CortaBreves descripciones de mis pensamientos cotidianos, como influyen a mi día a día junto a las emociones que siento.