Letizia seguía alucinando al pensar que vería a Felipe la tarde siguiente. Mientras recogía la carpeta, reprodujo mentalmente la conversación. Y esa forma de mirarla. Y el modo en que le había agarrado la mano. ¡La había invitado a cenar! Estaba flirteando con ella. ¿De qué iba todo aquello? Letizia lo sentía por él, pero ese tren ya lo había perdido. ¿Quién era Felipe para rechazarla y volver una semana después pensando lo contrario? Había tenido su oportunidad y la había desaprovechado. Mientras añadía la sugerencia de menú a la carpeta, su indignación perdió fuelle.
Mentiría si dijese que no hubiera querido aceptar la invitación. Desde luego que hubiera querido. Pero una
mujer debía hacerse valer. Estaba en juego su orgullo, y si se hubiera apresurado a aceptar la propuesta simplemente porque él había cambiado de opinión, habría parecido que lo estaba deseando. Y no estaba tan necesitada.Él había rechazado la aventura de una noche. A lo hecho, pecho.
Incluso había estado bien que así fuera, ya que iban a trabajar juntos. A ella no le gustaba mezclar el trabajo con el placer.
Miró el reloj del ordenador. Eran casi las seis. El resto del local estaba oscuro y silencioso. Era martes, por lo que las demás tenían el día libre. Ella también lo tenía, pero solía ir al despacho. Cuando todo estaba tranquilo, aprovechaba para ponerse al día en el papeleo atrasado, hablar con los proveedores y contestar al teléfono si llamaba un cliente, o si se pasaba por allí, como esa tarde.Abrió el cajón del escritorio donde guardaba los artículos de cosmética. Sacó un espejito de mano, comprobó que no tenía carmín en los dientes, se atusó el cabello y contempló su aspecto. Sacó la polvera para aplicarse polvos en las zonas más brillantes del rostro y volvió a pasarse la barra de labios. Tal vez se hubiera esforzado ese día un poco más de lo habitual en tener buen aspecto. No para impresionar a Felipe, sino para torturarlo. Su orgullo herido por haberla rechazado le exigía que le hiciera sufrir
un poco. Satisfecha, volvió a meter las cosas en el cajón. Unos segundos después, sonó el suave timbre de la puerta y supo que Felipe había llegado. Se puso en pie y respiró hondo, dispuesta a no hacer caso de su atracción por él. Se trataba de un asunto de trabajo. Y si comenzaba a pensar de otro modo, solo tendría que recordar cómo se había sentido cuando él la había rechazado.Salió al pasillo y se dirigió rápidamente al vestíbulo. Felipe la esperaba allí. En la fiesta y en la reunión del día anterior iba trajeado, pero ese día llevaba una ajustada camiseta y unos khakis. Ella observó cómo se movían los músculos de su ancha espalda al quitarse el abrigo y colgarlo en el perchero que había al lado de la puerta.
Cuando se volvió hacia ella, la cegaron su radiante sonrisa y sus musculosos brazos. Con traje, era fácil olvidar que era diseñador de jardines. Estaba segura de que ya no se le ensuciarían las uñas de tierra.
Felipe bajó la vista siguiendo su mirada.
–¿Te gusta la camiseta? Acabamos de confeccionarla para que todo el personal la lleve puesta cuando esté trabajando fuera de la oficina.A decir verdad, ella no había prestado mucha atención a la camiseta, pero hablar de ella era mejor que reconocer que había estado admirando sus pectorales.
–Es muy bonita –respondió con una sonrisa educada–. Me gusta el color verde oscuro.
Y era cierto. Tenía el logo de la empresa, Borbon Landscaping, en blanco, en la parte delantera. Le sentaba bien,
sobre todo porque parecía que se la habían pintado directamente en el cuerpo.–A mí también. Como no me has llamado para decirme que había problemas, supongo que los planes de la boda ya están listos.
–Así es. Vamos al despacho y te mostraré lo que hemos pensado.
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Una Erótica Fantasía*Adaptación*
RomanceUna nueva historia, les encantara la trama y como se va desenvolviendo en cada capítulo