A la mañana siguiente, Felipe estaba preparando café en la cocina cuando oyó los pesados pasos de una soñolienta Letizia que bajaba por la escalera. Él miró por una esquina justo en el momento en que ella llegaba al final de la escalera. Se había recogido el pelo en una cola de caballo y llevaba su uniforme de trabajo, pero estaba arrugado. La observó vacilar al pie de las escaleras. Nerviosa, miró a su alrededor como si buscara una salida. ¿Intentaba marcharse sigilosamente sin que él la viera? Ella se dirigió hacia la puerta
principal, pero él no iba a dejarla escapar tan fácilmente.–Buenos días, Letizia –gritó.
Ella se quedó rígida al oír su voz. De mala gana, dio media vuelta y se dirigió a la cocina.
–Buenos días.A Felipe le encantó verla tan poco arreglada: con la ropa arrugada, el pelo despeinado y recogido y sin maquillaje. Se acordó de por qué tenía aquel aspecto, lo que hizo que deseara llevarla de vuelta al piso de arriba para ver qué otros destrozos podía llevar a cabo en su perfecta apariencia en el dormitorio. Por la expresión asustadiza del rostro de ella, dudó que se le presentara la oportunidad. La noche anterior había sucedido algo que solo sucedería una vez, así que debía conformarse con eso.
Sirvió el café que había preparado en dos tazas.–¿Cómo tomas el café? Tengo azúcar moreno, edulcorante y leche entera. Ah, no te lo puedes llevar para tomártelo en la calle.
Ella sonrió con timidez porque se dio cuenta de que la había pillado intentando escaparse.
–Con un chorrito de leche y una cucharadita de azúcar, por favor.Él asintió y se lo preparó.
–¿Quieres tomártelo aquí o en la terraza?
Ella alzó la vista hacia las escaleras que conducían al dormitorio, por el que tendrían que pasar para llegar a la terraza.–Aquí está bien –era evidente que no quería arriesgarse a cruzarlo–. Estoy segura de que el sol ya ha salido hace rato.
Felipe le entregó la taza y se sentaron a la mesa con un plato de magdalenas, acompañadas de mantequilla y mermelada de fresa. Él agarró una y la mordió. Terminó de masticar y dejó que ella diera un sorbo de café antes de interrogarla sobre su huida.
–Parece que tienes mucha prisa esta mañana. ¿A qué se debe?
Letizia se tragó el café y dejó la taza en la mesa.
–Esperaba que no lo notaras. Es que… esto… no estoy acostumbrada a quedarme a dormir. Soy una experta en el arte de desaparecer a las cuatro de la mañana. Prefiero evitar la incomodidad de la mañana posterior al sexo.–¿Te refieres a charlar y a tomarse un café?
–Supongo –dijo ella sonriendo.
–¿Qué te impidió marcharte anoche?
Felipe no estaba seguro de lo que habría hecho si se hubiese despertado y hubiera comprobado que ella no estaba. No estaba acostumbrado a esa situación con una mujer. Él era un hombre al que le gustaban las relaciones, lo que implicaba un buen desayuno por la mañana, después de haber pasado la noche juntos, y no las frías sábanas de la cama a su lado.–Creo que se debió a todo el vino, además de a… al ejercicio que hicimos después. Me quedé dormida como un tronco. No me he movido hasta que he olido el café.
Felipe reflexionó la respuesta. Intentó no sentirse herido en su orgullo porque ella no se hubiera quedado porque deseaba hacerlo.
–Verás, a pesar de lo que pasó anoche, seguimos siendo amigos. No quiero que eso lo cambie, así que no hay necesidad de que salgas corriendo antes de convertirte en calabaza. ¿Te importa
que te pregunte por qué sientes la urgencia de marcharte?–Como te he dicho, no me van mucho las relaciones. Me gusta que las cosas sean sencillas y agradables, sin complicaciones.
¿Qué había más complicado que aquello? A Felipe no se le ocurría nada. Una relación normal era mucho más sencilla.
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Una Erótica Fantasía*Adaptación*
RomanceUna nueva historia, les encantara la trama y como se va desenvolviendo en cada capítulo