Capitulo 4

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El jueves, Letizia estuvo muy nerviosa toda la mañana porque Felipe iría esa tarde a la degustación de las tartas. Sentía emociones encontradas. En primer lugar, experimentaba aprensión por la apuesta. Felipe estaba resuelto a devolverle el espíritu navideño. El
miércoles por la mañana, al salir de casa, se había encontrado en la puerta una corona de pino con un gran lazo rojo de terciopelo. Estuvo tentada de quitarla, pero no lo hizo. Resistiría sus intentos, pero sabía que cuanto más lo hiciera, más vería a Felipe, lo cual la hacía sentirse mareada como si fuera una adolescente. Era ridículo, ya que nada iba a suceder entre ellos y, francamente, la distraía del trabajo que debía realizar.

Menos mal que la boda de ese sábado era pequeña. Estaba a punto de llamar a la florista para pedirle que, a petición de la novia añadiera algunas flores más para que los invitados las llevaran en el ojal, cuando observó que había alguien en el umbral de la puerta. Era Sonsoles.

Letizia se quitó los auriculares.
–¿Sí?

–El martes por la noche fui a cenar con una amiga en esta zona de la ciudad y pasé por la capilla sobre las nueve. Vi que tu coche seguía en el aparcamiento.

Letizia trató de mantener la calma.
–Ya sabes que a veces me quedo trabajando hasta tarde.

–Sí, eso fue lo que primeo pensé, pero no había ninguna luz encendida. Después vi en el calendario que tenías una cita tarde
para hablar de la boda de Cristina y Iñaki – Sonsoles sonrió con suficiencia.

Letizia puso los ojos en blanco.
–No hubo nada, así que no hagas un mundo de ello. Dimos los últimos detalles al plan de boda, eso es todo. Después, Felipe me pidió que lo ayudara con el regalo de boda de Cristina. Le va a regalar una casa.

–¿Una casa? ¡Por Dios! –exclamó Sonsoles con los ojos muy abiertos–. A pesar de que estoy prometida a un actor de cine, me cuesta entender cómo piensan los ricos.

–En realidad, es la casa en la que se criaron. Me ha pedido que lo ayude a dejarla en condiciones para Iñaki y Cristina.

Sonsoles asintió, pensativa.
–¿Te ha pedido que le ayudes a cambiar de sitio los muebles del dormitorio?

–¡No!
Letizia buscó en el escritorio algo para tirárselo, pero lo único que tenía era un pisapapeles de cristal en forma de corazón. No quería dejar a Sonsoles inconsciente, a pesar de lo mucho que la satisfaría en ese momento.

–Nos limitamos a recorrer la casa y a hablar de lo que se iba a conservar y lo que se iba a donar. Nada escandaloso, como verás. Siento desilusionarte.

–Vaya, esperaba que ese tipo te hubiera compensado por haberte rechazado con tanta crueldad en la fiesta de compromiso de Cristina.

–No me compensó, pero me explicó por qué lo había hecho. Por lo visto, estaba con una mujer esa noche.

–¿Y ahora?

–Y ahora han roto, pero eso no cambia nada. Vamos a ser amigos. Es mejor así. Las cosas se complicarían si hubiera ocurrido algo.

Sonsoles la miró con los ojos entrecerrados.

–¿Y no será complicado ayudarlo con la casa ahora que está soltero?

Letizia evitó mirar a su amiga fijándose en la pantalla del ordenador, a pesar de que no había correos electrónicos
importantes que la distrajeran de la conversación.

–¿Letizia?

–No, no será complicado –respondió por fin–. Todo irá bien. Hace años que somos amigos, y eso no va a cambiar. Voy a
organizar la boda de su hermana y a ayudarlo con la casa, y todo irá sobre ruedas. En realidad, me vendrá de maravilla. Creo que es precisamente la distracción que necesito para soportar las fiestas navideñas este año.

Una Erótica Fantasía*Adaptación*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora