CHAPTER XXIX

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CHARLES

Al poner un pie en las instalaciones del circuito veo como Cosette se pone tensa. Me acerco a ella y rozo mis dedos con los suyos.

—¿Va todo bien, Cosette? —pregunto.

—Sí...sí —responde, distraídamente.

Frunzo el ceño. Miro a mi alrededor. Cosette siempre se pone nerviosa cuando venimos a los Grandes Premios. «Es por Toto Wolff»

—Sette —bajo el tono—. Si es por lo de encontrarte a...él, no tienes por qué preocuparte.

Ella gira su rostro hacia mí y me mira. En sus ojos puedo ver la sorpresa.

—¿Qué quieres decir?

—Que no tienes por qué preocuparte por él, Cosette. Te prometí que haría lo que fuese para que ese hijo de puta no volviese a ponerse en contacto contigo, y así lo haré.

—¿Y cómo, Charles? —deja escapar un suspiro—. Pasarás mucho tiempo subido en el coche, o en entrevistas. ¿Quién asegura que Wolff no va a aprovechar esos momentos para acercarse?

—Porque lo conozco, mon coeur —susurra—. Y cuando nos encontramos en competiciones, se centra solo en eso. Apenas saldrá de las instalaciones de Mercedes. Solo para algunas entrevistas y poco más.

—¿Cómo estás tan seguro?

—¿Confías en mí, mon coeur? —la miro fijamente a los ojos. Ella se muerde el labio inferior.

—Sí —suspira.

Le dedico una pequeña sonrisa. Ella me mira fijamente y yo tengo que reprimir las ganas de darle un beso. Caminamos por el paddock y nos encontramos con Pierre.

—Empiezo a pensar que Ferrari te aleja de mí —dice el francés, mientras camina hacia Cosette—. Nos separamos cuando éramos niños y cuando nos reencontramos, ni nos vemos.

Cosette ríe ante las palabras del chico. Se acerca a él y lo abraza por la cintura. Veo como Pierre le da un beso en el pelo y yo siento envidia. A pesar de que soy yo el que ayer la estaba haciendo correrse, siento envidia cuando otro hombre la toca.

—Cosas del trabajo —comenta la chica cuando se separa de él—. Tú te subes a un coche de carreras a casi trescientos kilómetros por hora, y yo me dedico a hacer fotografías.

Pierre ríe y le revuelve un poco el pelo a Cosette. Meto mis manos en el bolsillo del pantalón para evitar que vean como aprieto mis puños, pero tenso la mandíbula.

Comment allez-vous, Charles? —se dirige a mí, en nuestra lengua natal.

—Bien —respondo en inglés.

Gasly me mira fijamente unos segundos antes de asentir con la cabeza. Vuelve a centrar su atención en Cosette y en ese momento, llega Carlos.

—¿Hay reunión? —comenta, con un tono de diversión en la voz.

—No.

Carlos me mira frunciendo el ceño. Alza una ceja y después, vuelve a dirigir su atención en Gasly y Cosette.

—¿Qué te pasa? —susurra Carlos, mientras no deja de mirar a ellos.

—Nada.

—Los cojones nada. Llevas raro desde hace unos días. ¿Qué cojones te pasa? —se gira para mirarme.

—No es el momento ni el lugar, Carlos —respondo—. Y por supuesto, no te voy a contar mi vida.

Carlos me mira detenidamente. Sus ojos color chocolate se tornan de un color más oscuro. Frunce el ceño levemente.

𝚂𝙷𝙾𝙶𝙰𝙽𝙰𝙸 | 𝙲𝙷𝙰𝚁𝙻𝙴𝚂 𝙻𝙴𝙲𝙻𝙴𝚁𝙲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora