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Ella dijo que no volvería a ver al bastardo.

Pero se miente así misma. Porque durante tres visitas más, el niño acude a ella tan pronto como se da cuenta de que las sirvientas de rojo y los costales son vistos en el orfanato.

Es muy listo para ser un plebeyo.

Con sus sonrisas idénticas a Aegon, sus enormes ojos cafés, su limitada forma de comunicación, palabras cortas, medias oraciones.

Hace todo lo posible por ser tocado por ella, incluso inclina su cabeza, para que los mechones caigan en sus manos, sus mejillas se presionan contra la tela de su vestido.

Es muy parecido a Aegon.

No solo físicamente, se comporta como el, necesitado de afecto, desesperado por su contacto físico, con sonrisas burlonas cuando obtiene lo que quiere.

Había dejado dos pañuelos más, pañuelos que ella misma se encontró haciendo, cada vez más llamativos, con bonitas decoraciones que atraparán la atención del pequeño.

—¿Saldrás nuevamente?

Aegon interrumpe con pasos apresurados, lleva el jubón ciruela que ella misma le consiguió recientemente, con el crecimiento de su vientre mueva ropa fue mandada a hacer, y como su esposa ahora tenía la oportunidad de elegir sus ropas.

Naerys apartó la mirada de su reflejo en el espejo, estaba a punto de colocarse unos pendientes azul Arryn, un regalo de la prima Jane.

—Al Septo y luego veré el orfanato. —Forma una media sonrisa, normalmente Aegon nunca la acompañó a rezar antes.

Él frunce los labios, una mueca de desagrado se forma, sus cejas se levantan, un tanto impresionado por la aparente religiosidad de su esposa.

—¿Irás con mi madre?, ¿Helaena?. —Erys niega, girándose un momento para colocar correctamente el otro pendiente.

—Ser Vickter y mis sirvientas, tu madre está ocupada con la salud del rey, y Helaena ha estado indispuesta...

—Entonces no vayas.

Naerys frunce el ceño, Aegon avanza para llegar a su lado, sus brazos la rodean, un beso es dejado en su mejilla.

—¿Y por qué debería hacer eso?. —Su cuerpo se presiona, las manos intrusas recorren el vientre abultado, su nariz acaricia su hombro.

—Porque no quiero tenerte lejos, quédate aquí, conmigo, los sirvientes se encargarán de todo. —Aegon inicia un pequeño balance. —Y mi madre ya reza lo suficiente para eliminar los pecados de cada habitante de la ciudad.

Un sonoro beso es dejado en su mejilla, luego sigue avanzando por su cuello, intenta no hacer mala cara, él puede verla por el reflejo en el espejo, sonríe, aunque no esté complacida porque interrumpa su momento a solas.

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⏰ Última actualización: Nov 02 ⏰

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