Capitulo 10: La bebé Alisson

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El 29 de agosto de 1982, el ambiente en el hospital privado de Berlín estaba cargado de tensiones y expectativas. Myriam, exhausta pero impasible, se encontraba en la sala de parto, sintiendo cada contracción como un recordatorio de la nueva vida que estaba a punto de traer al mundo. Su mente estaba dividida entre la emoción de convertirse en madre y el control que había perdido en el proceso.

Tras lo que pareció una eternidad, los doctores finalmente llevaron a una pequeña zorrita albina con cabellera rubia a la sala. El contraste de su pelaje con el de Myriam era asombroso, pero la madre solo miró a su recién nacida con frialdad, como si el simple hecho de que ahora tuviera que compartir su vida con otra persona la llenara de resentimiento. Cuando la pequeña comenzó a llorar, el sonido resonó en la habitación como una alarma de alerta; Myriam sintió un pequeño pinchazo de frustración, como si el llanto de la bebé fuera un reproche a su insensibilidad.

Aldebert, al observar la escena, tomó a la pequeña en sus brazos, sintiendo una conexión inmediata con ella. La miró a los ojos y, en ese momento, supo que ella podría ser el principio de un cambio en el linaje Marriot. Su corazón latía con fuerza mientras contemplaba el futuro de la niña, imaginando un mundo donde ella pudiera ser más que una simple heredera de una familia con reglas rígidas.

—Myriam, deberíamos darle un nombre que refleje su legado —sugirió Aldebert, con una luz de esperanza en su mirada.

Myriam lo miró con desdén, pero respondió con la frialdad que la caracterizaba:

—Las recién nacidas deben llevar un nombre con las dos primeras letras del nombre del padre.

Aldebert asintió, reconociendo que aún había reglas que seguir, pero la idea de que su hija llevara una parte de él lo animó. Mirando a la pequeña zorrita, que aún sollozaba en sus brazos, pensó en un nombre que significara algo más, que fuera una promesa de lo que vendría.

—La llamaré Alisson —dijo con firmeza, sintiendo que el nombre, aunque tradicional, también podía ser un símbolo de cambio.

Myriam arqueó una ceja al escuchar el nombre. No había nada que pudiera hacer para detenerlo, y en el fondo sabía que Aldebert estaba decidido a dar una vida diferente a su hija, pero eso también significaba que tendría que vigilarlo más de cerca.

Mientras la pequeña Alisson se calmaba en los brazos de su padre, la tensión en el aire parecía disiparse por un instante. Aldebert miró a su esposa y luego a la bebé, sintiendo que había un futuro lleno de posibilidades, un futuro que podría marcar la diferencia en el legado Marriot.

En ese momento, Myriam sintió una punzada de celos; la atención de Aldebert estaba centrada en la niña. Pero su ambición no se apagó. Ella ya estaba pensando en cómo podría moldear a Alisson para que cumpliera con las expectativas de la familia, sin darse cuenta de que Aldebert también tenía planes para su hija.

A medida que los días pasaban, Myriam intentó imponer su control, pero Aldebert, al menos en lo que respectaba a Alisson, tenía otras ideas. Las semillas del cambio estaban sembradas en el corazón de un padre decidido, mientras que Myriam comenzaba a darse cuenta de que la llegada de su hija no solo significaba una nueva vida, sino también una nueva batalla en la lucha por el poder.

La pequeña Alisson se había convertido en el centro de atención de la alta sociedad europea, y su llegada al mundo fue celebrada con un fervor que solo los verdaderos aristócratas pueden comprender. Desde su elegante cuna, adornada con encajes y terciopelo, la bebé irradiaba una belleza que encantaba a todos los que se acercaban. Sus ojos brillaban con curiosidad, y su cabello rubio reflejaba la luz de la habitación, convirtiéndola en una verdadera joya de la familia Marriot.

Viviendo con los MarriotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora