Desde los ojos de Evelyn: Alisson la rebelde

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Desde aquel día, decidí llamar a Alisson una vez por semana. Sentía que ella necesitaba ese apoyo, una voz en la que pudiera confiar, alguien con quien pudiera hablar libremente sin temor a ser juzgada o criticada. Con cada llamada, nuestra relación de tía y sobrina se fue transformando en algo más profundo; era casi como una amistad inquebrantable. Cada conversación me sorprendía más; Alisson compartía detalles de su vida con una sinceridad que me llenaba de ternura y, a veces, de preocupación.

—¿Sabes, tía Evelyn? —me dijo una tarde con entusiasmo—, quiero ser como Pamela Anderson. ¡Es tan atrevida y segura de sí misma! ¡La adoro!

Pamela Anderson, aquella famosa jaguar estadounidense que había cautivado al mundo con su belleza y estilo atrevido, era toda una inspiración para Alisson. Yo misma no hubiera imaginado que alguien de nuestra familia mirara hacia ese tipo de celebridad, pero al mismo tiempo me sentía fascinada y orgullosa de ver cómo mi sobrina encontraba sus propios modelos y aspiraciones, tan distintos a los rígidos ideales de Myriam.

—Eres toda una rebelde, Alisson —le respondí con una risa suave, imaginándola con el mismo estilo audaz y seguro—. ¿Qué te atrae tanto de ella?

—No sé... su libertad, creo. No tiene miedo de ser ella misma, y todos la respetan por eso. A veces pienso que me gustaría ser así, no tener que preocuparme tanto por lo que mamá o la gente de su círculo piense.

Noté la tristeza en su voz, una mezcla de deseo de libertad y resignación. Alisson quería ser ella misma, pero también quería el amor y la aceptación de su madre. Esa batalla interna me resultaba tan familiar. Sabía que, a su edad, todo parecía una constante lucha entre el deseo de independencia y el temor a decepcionar.

—No tienes que volverte una copia de nadie, Alisson. La fuerza y la valentía que admiras en ella, puedes desarrollarlas a tu manera —le dije, queriendo que supiera que podía ser libre sin dejar de ser auténtica—. Tienes una luz propia, y no necesitas la aprobación de nadie para brillar.

Con cada conversación, sentía que la ayudaba a tomar confianza en sí misma, a cuestionar aquellas presiones injustas que Myriam le imponía. Alisson empezaba a entender que podía encontrar su propia voz, sin tener que amoldarse a los rígidos moldes familiares. A veces me preguntaba si nuestras charlas tenían algún impacto en ella a largo plazo, pero una cosa era segura: Alisson ya no estaba sola, y yo haría lo posible para que siempre lo recordara.

Aquel día de 1999, llegué a la mansión Marriot y, apenas abrí la puerta, me encontré con una escena que me dejó perpleja. Aldebert discutía en voz alta con un border collie de pelaje negro y blanco, quien, según comprendí rápidamente, era Justin Thomas, el novio de Alisson. La tensión en la entrada era palpable, y Justin, con una actitud insolente, le hablaba a Aldebert con un tono que dejaba claro su desprecio.

—Deberías saber cuál es tu lugar, Aldebert —dijo Justin, con una sonrisa sarcástica—. ¿O acaso tu rol no es ser un esposo obediente y sumiso para Myriam? No te metas en la relación que tengo con Alisson, es asunto nuestro.

Observé cómo el rostro de Aldebert palidecía, pero al mismo tiempo una sombra de dignidad y fortaleza aparecía en su expresión. Era claro que, aunque Aldebert mantenía su compostura, estaba indignado ante los comentarios de Justin. Lo peor vino cuando Justin, sin una pizca de respeto o paciencia, levantó la voz y ordenó con brusquedad:

—¡Alisson! Baja de una vez, ¡te estoy esperando!

Sentí un nudo en el estómago. La forma en que Justin trataba a Aldebert y su falta de respeto hacia todos en la casa era alarmante. Alisson podía ser rebelde, pero jamás la había visto relacionarse con alguien tan grosero y autoritario. Decidí intervenir antes de que la situación se saliera más de control.

Viviendo con los MarriotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora