Capitulo 7: Jaula de Oro

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Al cruzar el umbral de la imponente Mansión Marriot, Aldebert no podía dejar de admirar la grandeza que lo rodeaba. Las paredes estaban adornadas con retratos familiares de épocas pasadas, y los candelabros de cristal brillaban con una luz cálida que le daba un aire de majestad al lugar. Sin embargo, a pesar de la belleza que lo rodeaba, una sensación de inquietud crecía en su interior.

Dietrich, el abuelo de Myriam, lo recibió con un apretón de manos firme y una mirada astuta que parecía evaluar cada detalle de su nuevo yerno. Aldebert había oído historias sobre el legado de los Rothschild y la influencia que su familia había ejercido a lo largo de los años, pero estar frente a Dietrich era una experiencia completamente diferente. El zorro rubio, con su porte elegante y su voz profunda, irradiaba un aura de poder y respeto.

—Bienvenido, Aldebert —dijo Dietrich con una sonrisa que ocultaba más de lo que revelaba—. He escuchado mucho sobre ti. Mi nieta ha elegido bien.

Aldebert sintió cómo la presión aumentaba sobre sus hombros. No estaba seguro de si esas palabras eran un halago o un recordatorio de las expectativas que tendría que cumplir. La mención de su compromiso resonó en su mente, y la idea de dar una entrevista pública le provocó un escalofrío.

Myriam, con una confianza desbordante, guió a Aldebert a su nueva habitación. El lugar estaba decorado con un gusto exquisito, pero para él, no era más que un recordatorio de su nuevo papel. Mientras caminaban, se preguntaba si, al final, la fama que siempre había soñado se vería eclipsada por la red de manipulación en la que se había encontrado atrapado.

—No te preocupes —dijo Myriam, notando la expresión preocupada en su rostro—. Pronto tendrás la oportunidad de mostrar tu talento al mundo. Esto es solo el comienzo.

—¿De verdad? —preguntó Aldebert, con una mezcla de esperanza y escepticismo—. He trabajado duro para llegar a ser futbolista, pero... esto es diferente.

—Confía en mí —respondió Myriam, acercándose a él y colocando una mano en su hombro—. Estoy aquí para ayudarte a alcanzar tus sueños. Solo necesitas seguir mi guía.

Aldebert dudaba de la sinceridad de sus palabras. El camino que parecía trazarse ante él se sentía como un laberinto lleno de engaños. Sin embargo, una parte de él anhelaba creer que tal vez, con el apoyo de Myriam y su familia, podría finalmente alcanzar la fama y el reconocimiento que siempre había deseado.

A medida que se asentaba en su nueva habitación, Aldebert miró por la ventana y vio el vasto jardín de la mansión. La belleza del paisaje le proporcionó un momento de calma, pero al mismo tiempo, lo llenó de una inquietante pregunta: ¿a qué costo lograría sus sueños?

Mientras Myriam salía a preparar la próxima etapa de su plan, Aldebert se sintió atrapado en una encrucijada. Podía optar por seguir adelante con esta nueva vida o intentar encontrar su propia voz y camino, pero con Myriam al mando, la elección parecía cada vez más difícil de hacer.

Mientras Myriam se acomodaba en su elegante sillón, la vista de Berlín se extendía ante ella como un lienzo de oportunidades y poder. La risa macabra que escapó de sus labios resonó en la habitación, llenando el aire con un eco de satisfacción. Había manipulado a Ahmed de manera tan sencilla que se preguntaba si realmente había alguna dificultad en sus planes. La ambición y la astucia la habían llevado a este momento, y estaba decidida a aprovechar cada instante.

La puerta de su oficina se abrió suavemente, y Dietrich entró, con su porte imponente y una mirada inquisitiva. La serenidad de su presencia contrastaba con la excitación de Myriam. Se acercó a ella, cruzando los brazos con un aire de autoridad.

—Dime, Myriam —comenzó Dietrich—, ¿qué sabes de este "Aldebert Bridgerton"? ¿Qué clase de joven es?

Myriam se enderezó en su sillón, adoptando una expresión de confianza. Era hora de presentar la historia que había tejido con tanto cuidado.

Viviendo con los MarriotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora