Capitulo 39: El ganador se lo lleva todo

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La frustración de Myriam aumentaba cuando, tras varios intentos de contactar a la universidad en Italia, nadie respondía. El sonido del teléfono colgando resonaba en la silenciosa habitación, mientras ella golpeaba levemente el escritorio con los dedos. Sentía que el control que creía tener sobre la situación comenzaba a desvanecerse. Cerró los ojos e inhaló profundamente, intentando calmarse.

De repente, un sonido extraño irrumpió en la calma. Risas, pero no eran normales; eran risas que parecían venir de todas partes y de ninguna al mismo tiempo. Agudas, burlonas, casi como si se estuvieran mofando de ella. Myriam abrió los ojos de golpe, con el ceño fruncido, y miró a su alrededor. El sonido parecía llenar la habitación, reverberando en las paredes, pero no había nadie allí.

—¿Qué es esto? —murmuró con irritación, mientras su piel se erizaba y una sensación de inquietud la invadía.

Las risas continuaban, retumbando en su mente, provocándole una incomodidad creciente. Myriam se levantó rápidamente de su asiento, mirando cada rincón de la habitación, buscando el origen del sonido, pero no veía nada fuera de lo normal. Sin embargo, las risas no cesaban. Era como si alguien, o algo, estuviera disfrutando de su fracaso.

—¡Basta! —gritó, sintiendo cómo la situación la empezaba a sobrepasar.

Las risas disminuyeron poco a poco, pero esa sensación perturbadora permanecía en el aire. Su respiración estaba acelerada, y por primera vez en mucho tiempo, Myriam sintió algo que no había experimentado en años: una vulnerabilidad inquietante. Se preguntaba si esas risas eran producto de su imaginación o si algo más siniestro estaba sucediendo.

Decidió salir de la habitación, necesitaba alejarse de esa sensación asfixiante. Mientras caminaba por los pasillos de la mansión, un pensamiento fugaz cruzó su mente: ¿Era posible que las "fuerzas" que Nala mencionó estuvieran comenzando a intervenir? ¿O acaso esto era un signo de su creciente paranoia, amplificada por el miedo a perder el control?

Myriam, a pesar de su fuerza y frialdad, no pudo evitar sentirse atrapada en un juego del que no entendía todas las reglas.

Cuando Myriam caminaba hacia la sala de estar, su mente aún intentaba deshacerse de la sensación inquietante que había dejado la risa burlona. Pero lo que encontró al llegar la dejó completamente helada. Allí, en medio de la habitación, los espectros de sus abuelos, Dietrich y Marguerite, estaban de pie, conversando con los fantasmas de sus padres, Odette y Midas. La escena era tan surrealista que Myriam sintió cómo su cuerpo se petrificaba por el horror y la incredulidad.

Los cuatro fantasmas hablaban con serenidad, como si todo fuera parte de una reunión familiar normal, pero su presencia no era algo que Myriam pudiera procesar con facilidad. Sin embargo, un pequeño ruido que hizo al moverse —un leve crujido en el piso de madera bajo sus zapatos— llamó la atención de los espectros, quienes lentamente giraron sus miradas hacia ella.

Sus ojos espectrales la atravesaron con una mezcla de desaprobación y resentimiento. Myriam, incapaz de moverse, sintió cómo un escalofrío helado recorría su cuerpo. La intensidad de esas miradas espectrales era aplastante, y de repente, las voces de sus antepasados rompieron el silencio.

—Es hora, Myriam —dijo el espectro de Dietrich con una voz profunda, cargada de gravedad—. Es momento de que te reconcilies con aquellos con quienes nuestra familia ha tenido conflictos. Las disputas no pueden continuar.

Odette, su madre, la miró con una expresión fría y seria, algo que Myriam recordaba bien de su infancia.

—Durante demasiado tiempo has llevado este rencor. Las familias a las que perjudicamos merecen redención. Debes aprender a dejar el odio atrás, o este peso destruirá todo lo que amas —dijo Odette con una dureza que impactó a Myriam.

Viviendo con los MarriotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora