Pasó una semana, y el estado de Draco apenas mejoraba. Cada noche se sumergía en un mar de pesadillas, despertándose bañado en sudor, con gritos desgarradores que resonaban en su habitación. Las imágenes de aquellos que lo habían lastimado lo atormentaban profundamente, y el pánico no desaparecía. Estaba atrapado en un ciclo de miedo y dolor que no parecía tener fin.
A diario, sus amigos pasaban a verlo, intentando brindarle algo de consuelo. Pansy, Blaise, Theo, Crabbe y Goyle se turnaban para estar a su lado, pero nada parecía aliviar su sufrimiento. Incluso Potter, quien no solía compartir momentos con ellos, se dejaba ver en alguna que otra ocasión, preguntando por el estado de Draco. Sin embargo, cada vez que pasaba, la mala fortuna hacía que Draco estuviera dormido, sumido en sus aterradores sueños.
Blaise y Theo estaban desesperados. Ver a su amigo, siempre tan fuerte y arrogante, reducido a una sombra temblorosa de sí mismo, los consumía por dentro.
—¡Por favor, no más! —gritaba, con la voz rota—. ¡No me lastimen!
Las súplicas de Draco eran un eco del sufrimiento que lo carcomía, y sus amigos se sentían impotentes. Theo, incapaz de soportar más esa agonía, tomó una decisión desesperada. Una tarde, cuando Draco se encontraba especialmente intranquilo, decidió intentar un hechizo de alto riesgo.
—Obliviate —murmuró, apuntando su varita hacia la cabeza de Draco.
Theo esperaba borrar ese doloroso momento de la mente de su amigo, quitarle esa carga insoportable que lo atormentaba noche tras noche. Sin embargo, a pesar de su esfuerzo, nada cambió. Draco seguía despertándose aterrado, sus pesadillas igual de vívidas, como si el hechizo no hubiera tenido ningún efecto.
—¿Por qué no funciona? —murmuró Theo, frustrado y preocupado—. No entiendo qué está mal.
La preocupación crecía en el grupo de amigos. Sabían que algo más profundo estaba sucediendo dentro de Draco, algo que no podían simplemente borrar o arreglar con magia. El miedo estaba incrustado en lo más hondo de su ser, y no había hechizo que pudiera librarlo de esa oscuridad.
Al día siguiente, Theo, decidido a ayudar a su amigo, volvió a intentarlo. Estaban solo él y Blaise junto a Draco, quien dormía inquieto, su respiración irregular. Theo se inclinó nuevamente, la varita en alto, y susurró con determinación:
—Obliviate.
El hechizo salió con fuerza, una corriente mágica dirigiéndose directamente a los recuerdos de Draco. Sin embargo, al igual que la vez anterior, no tuvo ningún efecto. Draco siguió temblando en sus sueños, sus labios moviéndose como si murmurara súplicas, atrapado en su propio infierno personal.
Theo dio un paso atrás, frustrado. Blaise, que lo había observado en silencio, suspiró, compartiendo su impotencia. No sabían qué más hacer.
Esa noche, como de costumbre, el grupo se reunió en el cuarto de Nadine. Era su refugio, un lugar donde podían hablar sin ser interrumpidos ni juzgados. Theo decidió contar lo sucedido, sabiendo que ya no podía ocultarlo más.
—Lo intenté —dijo Theo, mirando a los demás con seriedad—. Traté de borrarle ese recuerdo... dos veces. Pero no funcionó.
Pansy, Blaise, Crabbe y Goyle se quedaron en silencio, sorprendidos al escuchar la confesión. Sabían que todos guardaban secretos, y que cada uno tenía sus propias cargas que no siempre compartían de inmediato. Pero ahora, en ese cuarto, escucharon a Theo sin cuestionarlo.
—¿No funcionó? —preguntó Pansy, frunciendo el ceño. Su consternación crecía, no solo por el estado de Draco, sino porque los rumores en los pasillos no cesaban. Todos hablaban del ataque, susurrando que Draco se lo merecía, que había provocado algo que no debió. Pero lo que más la perturbaba eran las extrañas coincidencias.
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Atrapado en la Oscuridad
Fanfic"En el eco del silencio, se escribe el fin de un alma rota." Los personajes y el universo de Harry Potter no me pertenecen, son propiedad de J.K Rowling.