Capítulo 5: Te estoy esperando.

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El aire se siente más pesado, y la niebla se adensa a mi alrededor, como si el mundo estuviera aguardando algo. Esa mañana, al abrir la ventana de la posada, me encuentro con un paisaje difuso, donde los contornos de los árboles y las casas parecen desvanecerse en un mar gris. La carta de hoy, oculta en un rincón del cuaderno, me llama, y, sin dudarlo, la saco. La letra de mi hija me golpea como un puñal: "Papá, te estoy esperando, no tardes mucho, ¿sí?"

¿Esperando? La palabra resuena en mi mente, un eco que reverbera con una intensidad desgarradora. El tiempo ha perdido su significado desde que ella se fue; cada día se siente como un instante y una eternidad al mismo tiempo. La idea de que ella esté esperándome en alguna parte me provoca un escalofrío. ¿Qué significa eso realmente?

El mensaje me lleva a recordar aquellos días en que jugábamos en el parque. La forma en que me miraba con esos ojos llenos de inocencia, esperando mi aprobación, esperando que todo estuviera bien. ¿Cómo puede alguien tan pequeño y puro esperar a alguien que no puede hacer que las cosas sean como antes? La angustia se acumula en mi pecho, y la desesperación se convierte en una manta que me envuelve.

Decido salir, impulsado por una necesidad abrumadora de buscar respuestas. La niebla, aunque opresiva, parece invitarme a adentrarme en su manto. Mis pasos me llevan hacia el parque donde solíamos jugar. Cada paso que doy resuena en el silencio, un recordatorio de que el pasado está atrapado en un laberinto de nostalgia y dolor.

Cuando llego, el parque está desierto, una sombra de lo que solía ser. Las risas de los niños parecen eco lejano, y los columpios se mecen suavemente en el viento, como si también esperaran. Me acerco a un rincón donde una vez plantamos un pequeño árbol juntos, un símbolo de nuestros momentos felices. El árbol ha crecido, pero yo sigo atrapado en la misma tristeza.

Me siento en la base del árbol, la corteza áspera contra mi espalda, y miro hacia el cielo gris. "Te estoy esperando," repito en voz baja, como si estuviera hablando con el viento. Un susurro de esperanza se mezcla con la desesperación.

El aire se siente cargado de algo más. Hay una presión en el ambiente, como si algo estuviera por revelarse. Y entonces, como un rayo en la niebla, la visión de mi hija aparece ante mí, tan real como la vida misma. Ella está allí, sonriendo, con su vestido blanco ondeando al viento. Mis ojos se llenan de lágrimas al ver su figura, y por un momento, creo que el dolor se desvanece.

"Papá, ven a jugar," dice, y su voz es como un canto de sirena que me llama. Pero la ilusión se desvaneció tan rápidamente como llegó.

"No puedo," susurro, atrapado entre el deseo de seguirla y el peso de la realidad. "No puedo dejarte."

El mundo vuelve a ser gris, y la niebla parece consumir la imagen de mi hija. Su risa se convierte en un eco distante, y el dolor regresa con fuerza. ¿Qué significa que me esté esperando? ¿Es una invitación a reunirme con ella, a dejar todo atrás? Me aferro a esa idea, aunque sé que podría significar un final que aún no estoy listo para enfrentar.

Desesperado, me levanto y empiezo a caminar por el parque, sintiendo que la niebla me abraza con una dulzura inquietante. La visión de mi hija se queda grabada en mi mente, y mientras camino, empiezo a tener una idea absurda. Quizás no esté tan lejos. Quizás en algún lugar de esta niebla, en esta soledad, ella realmente esté esperándome.

Los recuerdos se apilan uno sobre otro, y la mezcla de alegría y dolor me envuelve. Las cartas. Me doy cuenta de que cada una de ellas es un hilo que me conecta a ella. A través de estas palabras, ella aún vive.

Al regresar a la posada, me siento en la mesa, el dibujo de mi hija frente a mí. El vacío que siento se siente menos opresivo. En su ausencia, sus palabras han cobrado vida y, al mismo tiempo, han hecho que me sienta más aislado. La idea de que me esté esperando se convierte en un mantra.

Saco una hoja nueva y empiezo a escribir. Las palabras fluyen de mis dedos como un río desbordado: "Te estoy esperando, pequeña. No sé cómo encontrar el camino de regreso, pero te prometo que lo intentaré."

Mis lágrimas caen sobre la página mientras escribo, cada gota un testamento de mi dolor, pero también de mi amor. "No estoy listo para dejarte ir. Quiero encontrarte en la niebla."

Cierro el cuaderno y lo abrazo contra mi pecho. Aunque la niebla sea densa y oscura, aunque el dolor sea abrumador, hay una chispa de esperanza en mi corazón. Hoy, he decidido que no voy a dejar que el miedo me consuma. Si ella me está esperando, tal vez haya un camino que recorrer. Tal vez, solo tal vez, el amor puede guiarme hacia ella.

Y así, con la imagen de su sonrisa y las palabras que me susurran al oído, me aferro a la idea de que en algún lugar, en alguna niebla, mi pequeña todavía me espera.

Amor de nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora