Capítulo 10: Siempre juntos, siempre solos.

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La niebla se arremolina en torno a mí, como una serpiente que me constriñe con su abrazo helado. Gritos desgarradores resuenan en mi mente, eco de la angustia que consume mi ser. ¿cómo puede el mundo continuar cuando mi alma está en ruinas? Estoy desesperado, harto de este dolor infinito. No puedo respirar.

Me retuerzo en el suelo, mis manos aferrándose a la tierra, como si quisiera que me tragara. La realidad se ha vuelto un laberinto de sombras y susurros, un lugar donde cada rincón está plagado de recuerdos de lo que perdí. Mis ojos se llenan de lágrimas que caen como un torrente incontrolable. "¿Por qué? ¿por qué a mí?" grito al vacío, sintiendo que el aire se me escapa. La tristeza se convierte en rabia, y la rabia se convierte en un torbellino que devora mi ser.

No sé cómo vivir sin ellas. Es un grillete que me aprieta el pecho, que me obliga a sucumbir a la desesperación. La noche se hace más oscura, y mi corazón se desgarrar. Grito con toda mi fuerza, como si mis gritos pudieran alcanzar el cielo y traer de vuelta a las almas que me han dejado. "amor, hija mía!" Mi voz es un eco de mi agonía, resonando en el abismo de mi soledad.

Los recuerdos fluyen como un río desbordado: las risas de mi hija, el cálido abrazo de mi esposa. ¿Dónde están? ¿Es esto lo que queda de un amor eterno? Una vida llena de lágrimas y soledad. Sólo quiero que vuelvan.

Siento que mi mente se tambalea, un mar de locura que amenaza con tragármelo. Cada segundo es un siglo. La desesperación se convierte en un impulso incontrolable de huir, de escapar de este dolor que se clava en mi pecho. Mis manos tiembla al borde de la colina, la oscuridad acechando como un depredador. "¿Debo hacerlo? ¿Debo terminar con esto?"

Me acerco, el abismo me llama con su susurro tentador. La muerte parece un descanso, un alivio del sufrimiento. Pero al mismo tiempo, me aferro a la idea de que podría encontrar algo más allá, una forma de reconectarme con lo que perdí. Aquí, en el borde de este mundo, me siento inmensamente solo.

Mientras miro hacia abajo, la niebla se espesa, ocultando el suelo que podría ser mi final. "No, no, no." Las palabras resuenan en mi mente como un mantra. "No quiero ser solo una sombra."

De repente, algo cambia en el aire. Un murmullo familiar, una risa que desafía a la muerte misma. Mis ojos se abren con esperanza, pero también con temor. "Gabriela... esposa..." Las palabras se escapan de mis labios como un susurro, cada sílaba cargada de anhelo. ¿Puedo creer que están aquí? La niebla parece despejarse un momento, y en ese instante, las imágenes de sus rostros aparecen ante mí, llenando el vacío que me rodea.

"Papá, estamos aquí." Su voz es un eco de lo que solía ser, una canción melódica que me arrulla, aunque el dolor aún sea un peso insoportable. "No quiero olvidar."

"No te vayas," ruego al aire, aferrándome a la visión que se desvanece. "¡No puedo! ¡No puedo hacerlo sin ustedes!" La locura y la desesperación se convierten en un torbellino dentro de mí. Pero en medio de ese caos, siento una chispa de claridad. ¿Quién soy sin ellas? La respuesta me llega como un susurro: "No puedes irte."

Mis rodillas tiemblan, y la niebla comienza a descender nuevamente. ¿Es este el final?

Cierro los ojos y me sumerjo en el dolor, permitiendo que cada lágrima caiga como un río, liberando el peso que me aplasta. "El dolor es un reflejo del amor que siento por ustedes," susurro entre sollozos. "Y no puedo dejar que eso muera."

El amor, ese amor que me ha definido, es lo único que me queda. "¿Cómo puede ser que, aunque ustedes no estén aquí, siento su calor?" La imagen de sus sonrisas aparece ante mí, iluminando la oscuridad.

"Siempre juntos, siempre solos." Las palabras flotan en el aire, resonando con una verdad profunda. No puedo dejar que el dolor me gane.

Decido levantarme, mis piernas temblando bajo el peso de mi tristeza, y camino hacia la niebla. Cada paso es una afirmación. Cada paso es un recordatorio de que el amor perdura, incluso en la ausencia. "Viviré por ustedes. No me rendiré."

Las luces del pueblo parpadean a lo lejos, y aunque el dolor sigue ahí, la desesperanza comienza a disiparse. Tengo que encontrar la manera de llevar sus sonrisas conmigo. A medida que me alejo del borde, siento que he tomado una decisión.

La noche es un lienzo oscuro, pero en mi pecho arde una pequeña llama de esperanza. "No puedo olvidar. No quiero olvidar." La niebla que me rodea se siente menos opresiva, como si hubiera encontrado un nuevo significado en la tristeza.

Cuando finalmente regreso al pueblo, el silencio me envuelve como un abrazo familiar. "No estoy solo." La melancolía sigue siendo parte de mí, pero ahora también hay una aceptación, una comprensión de que el amor es más fuerte que cualquier dolor.

He comprendido que, aunque estoy solo en este mundo, nunca estaré verdaderamente solo. Siempre estarán conmigo, en cada recuerdo, en cada paso que doy hacia adelante.

Así que me marcho a casa, con el corazón cargado de dolor, pero también de amor. En el horizonte, las estrellas comienzan a brillar, como si mis seres queridos estuvieran ahí, guiándome a través de la niebla de la vida. Y aunque el viaje será largo y doloroso, lo haré con la certeza de que el amor perdura, incluso en la niebla más espesa.

Amor de nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora