Elizabeth.
No estamos ni a mitad de todo lo que nos falta por llegar y no lo niego, el hambre hace de las suyas así que me veo en la obligación de decirle a Maxin que estacione el auto frente al primer restaurante que salta a mi vista.
—No te iba a decir que si podíamos parar, estaba esperando a que lo hicieras tú.—confiesa el troglodita que tengo a mi lado.
—Eso es no ser cortés con una dama y más al ver que ya llevamos mucho recorrido, aún así no eres capaz de estacionar para almorzar.— me toco el puente de la nariz.
El idiota cabeza de piedra, porque si lo es, no piensa cuando se necesita, me mira con una sonrisa cínica antes de bajar con las llaves rodando en sus dedos.
Trato de abrir la puerta para salir y no me deja. No sé si lo hace a chiste, maldito idiota me dejó aquí encerrada. Intento dos veces más y ya logra abrir, Maxin me da la mano para salir del auto y obviamente no se la recibo.
—¿Y ahora que pasa?— pregunta arrugando la nariz. Me le acerco hasta que cierra la puerta del auto con la espalda.
—Eres un cabron, sabes que muero por salir a comer y me dejas allí adentro—le señalo el auto y vuelvo hablar—Te lo había dicho ya y no lo repito ¿quieres jugar?, bien, lo haremos.—su respiración se mezcla con la mía y me alejo antes de que suceda una atrocidad.
Nunca estuvo tenso, en cambio, cada palabra que decía no me miraba a los ojos, observaba cada movimiento que hacía con mi boca y lo imitaba.
«Te gusta, bueno nos gusta.»
Pensé que no estabas dispuesto cerebrito mío.
«Cuando se trata de él estoy dispuesta a todo. Es un manjar que puedes saborear sin que nadie se entere.»
Niego y me abro espacio hasta llegar a la mesa donde esta él comodamente pegado a su celular. Procedo a sentarme y enseguida llamo al mesero quien me entrega la carta a la que le hecho una ojeada empezando a ordenar.
—Podría traerme un plato de filete con papas fritas y de beber que pida el señor aqui a mi lado.— señalo mientras entrego la carta.
El sujeto deja su celular a un lado y el mesero le entrega la carta, pero el pobre se queda con la mano extendida. Le pateo la pierna debajo de la mesa y se queja bajito mirándome.
—Lo mismo que ella y de beber vino.— el mesero sin esperar más pide permiso y se va muy incómodo, su forma de correr me lo hace saber.
—No te cuesta nada decirle gracias, cabeza de piedra.— me mira seriamente al escuchar mis palabras y lo reto también con la mirada.
Baboso.
Eres tan malditamente atractivo, lástima que no eres un papel tan fácil de envolver.
—Hey, te estoy hablando.— me llama.
—En realidad el hambre te está afectando, pero no te permito que me llames así.
—¿Y si no? ¿Que vas hacer?— lo reto apoyando los codos en la mesa.
—Creeme, no querrás saberlo.
—Disculpen, aquí tienen su orden.— llega el mesero con la comida y la deja en su debido lugar. Le agradezco antes de irse.
Quería escuchar lo que iba a decir, sin embargo no insisto y ya mi cuerpo comienza a reclamar comida que la disgusto lentamente para saborearla.
Que maravilla de lugar, todo está bonito y ordenado, la paz es indestructible.
—Hay que hallar un hotel antes de que caiga la noche.— Toso cubriendo mi boca con la servilleta.
Lo dice tan calmado, mientras yo me ahogo.
—¿Y no puedes seguir manejando?— inquiero—, Si estás cansado lo puedo hacer yo, tenemos que llegar si o si.—zanjo y él de inmediato niega.
—No, hay muchas probabilidades de que tengamos un accidente.
—Maxin Cooper pensando, sorprendente.
Después de todo tiene razón, corremos ese riesgo y no me opongo a su idea.
—Acepto.
No hablamos más hasta que la noche nos toma en el auto buscando un hotel para quedarnos. El gps timbra en la pantalla resaltando un punto rojo que indica que ya estamos por llegar.
Estoy muy agotada, espero y pueda recopilar unas horitas de sueño.
—Llegamos.
Bajamos del auto y respiro profundo antes de ingresar al vestíbulo. Una señora mayor nos recibe con una sonrisa ladeada, pero la desvía hacia el hombre que va a mi lado y enseguida su mirada se torna seria.
Puede que tenga más edad que mi madre, sus canas resaltadas me lo confirman.
—Buenas noches, ustedes deben ser los señores Cooper, adelante su suit está lista.
Carajo, me gusta como suena.
Volteo a mirar a Maxin, esperando a que hable y diga que se ha equivocado y son dos habitaciones por separado. No habla y llegamos a la puerta que corresponde a “nuestra” suit.
—No te hagas el loco, tendrás problemas una vez que estemos adentro.— vuelve con su sonrisa cínica que lo hace ver demasiado atractivo, más con la manos en los bolsillos y las mangas arremangadas dejando ver el reloj en su muñeca.
Maldito, debería ser pecado.
—Las llaves.— me las entrega—Que tengan una excelente noche.— Se retira y me dispongo a entrar mirando todo a mi alrededor.
Hay cuadros con formas inexplicables de deducirlas, pero le encuentro formas curiosas. Un balcón con dos plantas grandes en la esquina y lo que rogaba que no sucediera, hay solo una cama que no podría compartir con este hombre, jamás.
—Muy lindo todo, ahora me dices ¿por qué pediste solo una habitación? cuando puedes ver que somos dos a menos que hayas perdido la vista.
—Ya lo haz dicho y no hay necesidad de gastar más dinero cuando podemos compartir una habitación mucho más angosta.—excusa.
Entiendo por dónde va el rollo, lo que no sabe es que soy más rápida que él.
—Está bien, solo ubica dos almohadas en el medio.— He aquí mi solución más tonta.
—No pasará nada, Eliza.—miro sus ojos y presiento que miente. No sé si ve lo mismo en los mios, así que la aparto.
—Por precauciones es mejor poner las almohadas.— insisto y no me contradice.
—Iré a darme una ducha.—comenta antes de ir al baño.
Sigo viendo a mi alrededor y la cama es muy espaciosa.
«Tontita, es matrimonial.»
El televisor es pantalla plana, hay toallas enganchadas en la esquina del baño. Logro enfocar más la vista y hay una negra y otra morada con nombres. Me acerco más hasta llegar y...
Maxin y Elizabeth.
Dios bendito.
«Si es planeado va muy bien cógelo de una buena vez, solo es por hoy.»
—Elizabeth.— susurra Maxin con voz totalmente ronca. Se cubre mientras trata de llegar a la toalla y lo miro como Dios lo trajo al puto mundo poniéndome al mil.
***************************************************
Holaa por acá, nos volvemos a leer después de tres largos meses, dispuesta a terminarlo de publicar jjjj.
Muchas gracias por leerme, fantasmita.
J🫶🏽
ESTÁS LEYENDO
Amando tu dolor
RomantizmElizabeth Sanders, una mujer con un carácter simpático cuando lo requiere. Es capaz de hacer todo por su familia y eso conlleva el tener que viajar a París. Intenta convencerse de no enamorarse. Un viaje lleva empacado: Un corazón intacto, no amar e...