Capítulo 2: El comienzo

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Inuyasha se despertó con el sonido de pies arrastrándose. Su primer instinto fue agarrar su espada, sabiendo que Sesshomaru había planeado matarlo desde el principio. Se negó a morir de espaldas a su enemigo. Cuando alcanzó a Tetsusaiga, aunque no estaba allí, abrió los ojos. Sesshomaru era un demonio frío como una piedra con más poder del que debería haber heredado, pero incluso con todo ese poder inútil no podía tocar Tetsusagia. Padre había presentado un muy buen argumento al respecto. Aunque Inuyasha no podía ver en la oscuridad que envolvía su entorno, podía sentir y oler que ya no estaba en la cueva. Movió sus extremidades, sin sentir ninguna restricción que lo retuviera. El arrastrar de pies se detuvo.


Inuyasha se sentó, miró por encima del hombro y entrecerró los ojos. Una chica estaba arrodillada junto a una bañera y su cuerpo se puso rígido al reconocer que alguien la estaba observando. Inuyasha se puso de pie y la chica lo miró de frente y le hizo una reverencia.

-Señor Inuyasha, perdóneme por mi entrada. El Señor Sesshomaru desea que se lave antes de venir a cenar. Inuyasha se preguntó vagamente si ella estaba loca. Él no era un Señor y no planeaba convertirse en uno pronto. Además, se preguntó si ella era uno de los asesinos de Sesshomaru enviados para matarlo. Estaba a punto de perforar su palma con sus garras, pero se detuvo cuando olió un dejo de miedo. La observó mientras encendía una lámpara con manos ligeramente temblorosas, el pequeño fuego creaba una luz tenue en toda la habitación. Inuyasha podía ver ahora que estaba en un baño, el olor de una fuente termal cerca. Miró de nuevo a la chica, con la cabeza agachada y todavía arrodillada. Por su miedo decidió no matarla, pero no le importaba un carajo bañarse.

-¿Dónde está mi espada y cómo llegué aquí? -preguntó, mientras la chica seguía sin mirarlo y permanecía en su arco. Inuyasha se preguntó si estaba esperando que le dijeran que se pusiera de pie.

-Tu espada está en la cámara secreta del Señor Sesshomaru, Señor Inuyasha. Él fue quien te trajo hasta aquí. Si no puedo ser grosero, Señor Inuyasha, tengo que bañarte ahora antes de que el agua se enfríe. Inuyasha frunció el ceño, sin recordar que lo habían llevado. Tenía el sueño ligero, así que habría oído o sentido a Sesshomaru moverse o tocarlo. Miró hacia la bañera, mirándose a sí mismo. El baño era tentador, pero no quería uno allí donde estuviera.

-¿Dónde estoy? -preguntó mientras la muchacha levantaba la mirada y el orgullo se arremolinaba en sus iris azules.

-El castillo del señor Sesshomaru, señor Inuyasha. Bienvenido a casa. -La ceja de Inuyasha se arqueó. Esto no era su hogar, esto no era más que una prisión. Se alegró un poco cuando el olor de su miedo se desvaneció y la chica se dio cuenta de que no iba a matarla.

-¿Dónde están las llamadas cámaras secretas de Sesshomaru? -preguntó mientras la chica bajaba la mirada una vez más.

-Solo él lo sabe, perdóname, señor Inuyasha, porque no puedo ayudarte. Pero, por favor, déjame bañarte. Inuyasha no quería, se puso de pie. Su estómago gruñó e Inuyasha frunció el ceño con irritación. La chica dijo que podía cenar después de bañarse, ¿verdad?

"Me bañaré y, eh... tú puedes ponerte de pie", le dijo, y la niña se puso de pie. Hizo una nueva reverencia y se enderezó.

-Entiendo, señor Inuyasha, pero no estás familiarizado con tu celo. Estoy aquí para ayudarte bajo las órdenes del señor Sesshomaru. Inuyasha se preguntó qué tan terca podía ser la chica. La miró fijamente, pero el gruñido de su estómago le quitó la intimidación que estaba tratando de mostrar. O tal vez ella simplemente estaba acostumbrada al culo terco de Sesshomaru.

-Te dejaré bañarme, pero deja de llamarme Señor Inuyasha. Antes era una mestiza inútil y ahora me niego a ser un tesoro sólo porque Sesshomaru tiene un palo metido en el culo. -La chica se cubrió la boca con una risita, haciendo una profunda reverencia.

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