Wildest Dreams - [Taylor Swift x Charlie Weasley]

Capítulo 3 - El encanto Diggory

← ❦ →

Estaba agotada. Desde que había llegado a la fiesta, no había dejado de saludar a cada mago o bruja que el ministro le presentaba.

Siempre educada y amable, Taylor se había ganado una reputación en el mundo mágico no solo por su música y talento, sino por su carácter dulce, generoso y determinado. Quizás esa combinación fue lo que la llevó más lejos que a muchos otros. La gente no solo admiraba sus canciones, sino también su compromiso con causas benéficas, su capacidad para hablar de política mágica mundial y su voluntad de utilizar su plataforma para empoderar a quienes más lo necesitaban. Jamás rehuía la responsabilidad que implicaba dar voz a una causa justa para intentar hacer eco del mensaje.

Y la escuchaban, claro que lo hacían. El mundo adoraba a Taylor Swift. Su apellido, que antes estaba vinculado al imperio que su padre y sus antepasados habían construido, pronto pasó a asociarse más con ella misma.

Siempre trabajaba duro, sin dar nada por sentado. Y aunque nunca paraba quieta, siempre se tomaba un momento para detenerse y apreciar lo que tenía. Aquella noche, mientras sonreía y seguía con la fiesta, fue uno de esos momentos en que necesitaba hacer una pausa, tomar aire y recordar lo afortunada que era.

Aunque la alegría que tenía le duró más bien poco.

Después de disfrutar de una copa con algunas compañeras de Hogwarts, entre risas y bromas sobre viejas anécdotas del colegio, sintió la necesidad de ir al baño. Al salir, comenzó a buscar a sus amigas entre la multitud. Pero antes de que pudiera avanzar, alguien la agarró por el brazo.

—Nena ¡estás preciosa!

«Merlín, dame paciencia o te juro que éste hoy se traga los dientes», pensó, intentando mantener su autocontrol.

Dimitrov continuaba atosigándola y su paciencia comenzaba a escasear. Tras mirarle, deseó soltarle una buena patada para dejarle en el suelo. Pero conteniendo sus impulsos más animales, se limitó a responderle todo lo educadamente que pudo.

—Gracias Vasily. Y ahora, adiós Vasily.

Pero él la volvió a sujetar y ella, con cara de pocos amigos, le taladró con los ojos.