Shiptober #2

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Day 2: Reverse life

Hiro había pasado por mucho en los últimos años.

Siempre supo que era diferente a su familia, no se necesita ser un genio para notar eso. Desde pequeñas cosas como características particulares hasta cosas más obvias como el tono de su piel, sobre todo porque su primera infancia estuvo rodeada de comentarios de ese tipo.

Al inicio nadie lo notó.
-Todos son iguales- había dicho la enfermera cuando el caso se llevó a gran escala, con participación de las autoridades. Y puede que tuviera razón, la mayoría de bebés se parecen y no desarrollan características particulares hasta algunos meses después.

Y pasado ese tiempo, Enrique Rivera comenzó a notar que "su bebé" no se parecía tanto a él. Nada en realidad.

A partir de ahí todo fue en picada.

Los gritos de Doña Elena Rivera y las amenazas de una prueba de paternidad por parte de su familia política a SU niño fue lo máximo que pudo soportar, Luisa tomo al bebé que había cuidado los últimos meses, indignada (y con justa razón) se fue a la casa de su hermana encontrando el apoyo que necesitaba.

Acepto la prueba de paternidad, sabiendo que no tenía nada que esconder y decidida a que en cuanto saliera el resultado positivo le entregaría los papeles de divorcio a su esposo.

La prueba fue negativa para ambos padres.

Ella tampoco era la madre.

Fue ahí donde Enrique se dio cuenta que su esposa decía la verdad. La mujer que tenía enfrente de si, se encontraba en un estado de negación, para ella no era posible que el bebé que había cuidado por tanto tiempo, el bebé que había amado con todo su corazón, no fuera de ella. Era imposible, ¿Qué ser demoníaco sacado de una pesadilla Lovecraftniana podía ser capaz de cometer un acto de tal barbarie?

-Ya le dije, eso no tiene nada que ver con nosotros.- la enfermera del seguro social ya se encontraba harta.

-Tiene que entendernos, este niño no es nuestro-

-¿Y está seguro de que no nada más no es suyo?-

Y eso fue lo único que Don Enrique soporto de esa situación Una demanda entro en contra de la institución y de ahí en más fueron ellos los que se encargaron de buscar a su hijo biológico publicando notas, poniendo carteles y avisos pero al mismo tiempo, criando a Hiro como su propio hijo.

Hiro había crecido al lado de sus padres (porque eso eran para él), sus tíos, primos y abuelita como para que viniera ese mocoso a quitarle todo.

En cuanto había llegado Miguel (que así se llamaba el dichoso niño) le había robado el cariño y la atención de toda su familia.
Tal vez era muy cruel y juzgaba demasiado a Miguel, pero no podía sentirse menos, ahora era él quien se quedaría con todo el amor y protección de sus padres.

***

Miguel había pasado por mucho en los últimos años.

Siempre supo que era diferente a su familia, no se necesita ser un genio para notar eso. Desde pequeñas cosas como características particulares hasta cosas más obvias como el tono de su piel, sobre todo porque su primera infancia estuvo rodeada de comentarios de ese tipo.

El habia crecido en una familia un poco (mucho muy) pequeña que la de Hiro. En el mundo de Miguel solo existían sus padres, su tía Cass y su hermano Tadashi, que siempre habia cuidado de él, y los amigos de su hermano.

Había vivido en una ciudad enorme, llena de tecnología y cultura y no en (sin intención de ofender) un pueblillo donde ni siquiera sabían que era un Seven Eleven.

El caso de Miguel había sido completamente diferente.

Se encontraban en un viaje familiar cuando había comenzado el parto. Al ser extranjeros lo más fácil era ir a un hospital privado pero, con ayuda de sus guías, habían accedido al hospital público donde dio a luz. Nunca supieron en qué momento fue el intercambio, pero cuando lo notaron comenzaron a buscar a su niño. Incluso se quedaron un par de meses, esperando a alguien que pudiera tener a su bebé.

Pero nadie pudo darles alguna pista y el hospital comenzó a hostigarlos con su pasaporte de visita, sin un permiso de permanencia y con una amenaza de expulsión permanente del país, sin la oportunidad de volver para seguir buscando a su hijo, accedieron a retirarse.

Aún así, criaron al pequeño con amor y cariño, tal y como les gustaría que criaran al suyo.
Fue años después, 17 años para ser exactos que por fin dieron con su pequeño en un pueblo alejado de la ciudad de México.

La presentación fue algo incómoda para los menores, pero muy emotiva para los padres. Las lágrimas no se hicieron esperar, pero muy dentro de si, los chicos sentían que les era arrebatada una parte de ellos al ver cómo la mujer que habían amado toda su vida lloraba con otro chico en sus brazos.

Aún así, trataron de poner su mejor cara para no preocupar a nadie. Suficiente habían sufrido sus padres y de todos modos. Este mal entendido había acabado aquí, tal vez podrían volverse amigos y pasar por esto juntos.


Total, nunca nadie se ha muerto de un corazón roto.



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