Choso

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Entre dos mundos

El viento nocturno agitaba las hojas de los árboles mientras te adentrabas en el claro secreto del bosque, un lugar donde nadie más que tú conocía su existencia. Bueno, casi nadie. Este rincón del mundo se había convertido en un refugio para ambos, un espacio donde las miradas ajenas no podían alcanzarlos, donde las diferencias entre ustedes se desvanecían en la calma de la naturaleza.

Choso ya estaba allí, de pie bajo la luz tenue de la luna. Su figura imponente, con sus marcas faciales características y esa expresión siempre entre melancolía y serenidad, te esperaba. Cuando te vio aparecer entre los árboles, sus ojos oscuros se suavizaron un poco, un gesto que solo tú conocías de él.

Te acercaste despacio, sintiendo cómo la tensión del día se desvanecía solo con estar a su lado.

—Llegas justo a tiempo —dijo Choso, su voz profunda rompiendo el silencio de la noche—. Pensé que no vendrías.

—Sabes que siempre vengo —le respondiste, una pequeña sonrisa escapando de tus labios.

Te acercaste más, hasta que pudiste sentir el calor que irradiaba de su cuerpo, su presencia sólida a tu lado, reconfortante en su propia manera. Ambos sabían que lo que compartían no era sencillo. Eran de mundos completamente distintos. Él, mitad maldición, mitad humano, con un pasado marcado por el dolor y la venganza; tú, una hechicera que había jurado proteger a los humanos de aquello que Choso representaba.

Sin embargo, nada de eso importaba cuando estaban juntos.

Te sentaste sobre la suave hierba, apoyando la espalda contra un árbol, mientras Choso se agachaba a tu lado, siempre vigilante, siempre protector. En la quietud de la noche, todo lo que habías oído en contra de esta relación comenzó a pesar en tu mente. La desaprobación de tus compañeros hechiceros, las miradas desconfiadas cuando alguien sospechaba que algo más sucedía entre tú y Choso. Sabías que no era fácil, pero también sabías que lo que sentías por él era real.

Choso notó tu silencio, esa manera en que te quedabas callada cuando algo te preocupaba. Lentamente, deslizó su mano hacia la tuya, entrelazando sus dedos con los tuyos. El contacto era siempre delicado, como si temiera hacerte daño, pero al mismo tiempo, había una firmeza en su gesto, como si quisiera asegurarte que no dejaría que nada ni nadie los separara.

—¿Estás pensando en ellos otra vez? —preguntó, su tono grave pero suave, como si tratara de no hacer más pesado lo que ya sentías.

Asentiste lentamente, girando tu rostro hacia él.

—Es solo que... siento que estamos luchando contra algo más grande que nosotros. Todos están en contra. No entienden que tú no eres como las demás maldiciones, que no eres un peligro para mí... —suspiraste, soltando el aire que habías contenido por tanto tiempo—. A veces es agotador.

Choso bajó la mirada, contemplando el suelo por un momento. Sabías que esas palabras también lo afectaban. A pesar de su apariencia estoica, las cicatrices que llevaba en su alma eran profundas. Había luchado tanto por proteger a sus hermanos, por buscar justicia en un mundo que lo consideraba un monstruo, y ahora, enfrentaba una batalla diferente: demostrar que podía ser algo más que lo que su naturaleza dictaba.

—No podemos cambiar lo que piensan los demás —dijo finalmente—. Pero podemos decidir lo que hacemos con lo que tenemos... —Choso apretó tu mano un poco más fuerte—. Y no pienso rendirme contigo.

Su determinación siempre te sorprendía. A pesar de todo lo que había vivido, Choso era un ser lleno de lealtad y de un sentido del deber que iba más allá de las circunstancias. Sabías que cuando decía que no se rendiría, lo decía en serio.

Levantaste tu mirada hacia él y, sin decir nada más, te inclinaste hacia adelante, besando suavemente su mejilla. Sentiste cómo su cuerpo se relajaba ligeramente ante tu contacto, esa rigidez que a veces tenía cuando sentía que el mundo estaba en su contra. Era en estos momentos, en estos pequeños gestos de cariño, donde ambos podían olvidarse de lo que los separaba.

—Tú tampoco eres fácil de dejar —le susurraste, con una sonrisa que no podías ocultar.

Choso te miró, sus labios esbozando una pequeña curva, algo raro en él pero que habías llegado a apreciar tanto. Sabías que para él, mostrar emociones como esa no era algo común, y cada vez que lo hacía, era porque confiaba en ti completamente.

—Hay algo en ti que siempre me hace volver —murmuró, acariciando tu mano con el pulgar—. No importa cuánto lo intenten, nadie podrá separarnos mientras estemos dispuestos a luchar.

Era esa conexión entre ustedes, esos momentos de simpleza y honestidad, los que hacían que todo valiera la pena. No importaba si el mundo exterior desaprobaba su relación. Cuando estaban juntos, era como si el resto dejara de existir, y solo quedaban las pequeñas cosas que los unían: los gestos silenciosos, los toques sutiles, y la certeza de que, a pesar de todo, se tenían el uno al otro.

Choso, con sus raíces en dos mundos opuestos, encontraba en ti algo que le daba paz, algo que lo hacía sentir completo. Y tú, a pesar de las dudas y las miradas de desaprobación, sabías que él era tu refugio en medio de la tormenta.

Te inclinaste hacia él una vez más, esta vez buscando sus labios. El beso fue suave, lento, lleno de todo lo que ambos no podían expresar en palabras. Era en estos momentos que todo el ruido a su alrededor se desvanecía, y solo quedaba el latido compartido de sus corazones, latiendo al mismo ritmo.

Cuando te apartaste, apoyaste tu frente contra la suya, ambos respirando el mismo aire, compartiendo ese pequeño instante de intimidad.

—No voy a dejar que esto termine por lo que los demás piensen —dijiste con firmeza, tus ojos buscando los suyos—. Esto es real, lo que sentimos es real, y nadie puede quitárnoslo.

Choso asintió lentamente, sus ojos oscuros llenos de una comprensión silenciosa.

—Siempre estaré aquí, contigo —prometió, su voz firme, como si cada palabra fuera un juramento.

Y así, en la quietud del bosque, bajo la luz plateada de la luna, sabías que, a pesar de los desafíos que enfrentaban, mientras se tuvieran el uno al otro, podrían superar cualquier barrera, cualquier juicio.

One Shots, JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora