Suguru Geto

86 5 3
                                    

El Último Adiós

La luz suave de la luna se filtraba a través de las cortinas, bañando la habitación en un tono plateado y frío. El ambiente estaba cargado, no por lo que se había dicho, sino por lo que no se había mencionado aún. Te encontrabas sentada en el borde de la cama, observando a Suguru mientras él miraba hacia la ventana, su expresión distante y seria, como si el peso del mundo estuviera sobre sus hombros.

Sabías que algo estaba mal. Había estado mal durante un tiempo, pero ahora se sentía más tangible que nunca. A pesar de que aún no lo había dicho, podías leerlo en su postura, en la manera en que había evitado tus preguntas durante semanas, en cómo sus caricias, antes llenas de afecto, se habían vuelto más reservadas, como si estuviera guardando algo importante para sí mismo.

—Suguru... —comenzaste, rompiendo el silencio que se había extendido entre ambos como una sombra—. ¿Qué está pasando? Siento que te estoy perdiendo y no sé cómo detenerlo.

Suguru no respondió de inmediato. Permaneció en su lugar, con la mirada fija en la oscuridad más allá de la ventana, pero al final suspiró, como si la pregunta hubiera sido la que más temía escuchar.

—No es algo que puedas detener —dijo en voz baja, sin girarse para mirarte—. Esto es algo que ya está decidido.

Tus labios se entreabrieron, pero las palabras se te atoraron en la garganta. Era la confirmación de lo que habías estado temiendo. Algo había cambiado dentro de él. Lo sabías desde hacía tiempo, pero la realidad golpeaba mucho más fuerte cuando finalmente lo decía en voz alta.

—¿Por qué? —preguntaste, tu voz quebrándose levemente—. ¿Es por mí? ¿Es algo que hice?

Suguru finalmente giró el rostro hacia ti, su mirada oscura y llena de emociones que él mismo no parecía querer confrontar. Dio un paso hacia la cama y se sentó a tu lado, su presencia imponente y familiar, pero al mismo tiempo, tan lejana. Extendió una mano para tomar la tuya, entrelazando sus dedos con los tuyos de manera suave, como si no quisiera que ese contacto fuera su último.

—No tiene nada que ver contigo —murmuró, su tono calmado, pero lleno de una tristeza profunda—. Al contrario... eres lo mejor que me ha pasado. Pero... el camino que voy a tomar... no es uno en el que puedas seguirme.

Te estremeciste ante sus palabras. Sabías que Geto llevaba tiempo luchando con algo, algo que no compartía contigo. Su visión del mundo había cambiado, y aunque intentabas entender, sentías que cada vez se alejaba más. Ahora, sabías que esa distancia era irreparable.

—No quiero perderte... —susurraste, tus ojos buscando los suyos, con la esperanza de encontrar una razón para aferrarte a él, a lo que tenían.

Él cerró los ojos, inhalando profundamente como si intentara contener el dolor que sentía también. Sabía que esta sería su última noche contigo, y a pesar de lo mucho que quería protegerte, una parte de él deseaba que este momento nunca llegara.

—Esta noche... quiero que sea solo nuestra —dijo finalmente, abriendo los ojos para mirarte con una intensidad que te dejó sin aliento—. No quiero que te preocupes por lo que pasará después. Solo... esta noche.

Te miró con una súplica silenciosa en sus ojos, y a pesar de que sabías que tus corazones estaban a punto de romperse, no pudiste evitar asentir. Si esta iba a ser la última noche que pasarían juntos, querías hacerla memorable, aunque el dolor llegara después.

Suguru se inclinó hacia ti, sus labios rozando tu frente con una ternura que parecía desmentir la oscuridad en su interior. Sus manos te rodearon, atrayéndote a su pecho mientras se recostaban juntos en la cama. Sus caricias eran suaves, como si quisiera memorizar cada parte de ti antes de dejarte ir. Y tú, incapaz de contener las lágrimas que amenazaban con brotar, te aferraste a él, sintiendo el calor de su cuerpo contra el tuyo, como si eso pudiera evitar lo inevitable.

Las horas pasaron lentamente. No hubo grandes explicaciones ni justificaciones. En cambio, compartieron recuerdos en silencio, pequeñas sonrisas que encubrían el dolor y la tristeza. Recordaron los momentos felices que habían tenido, las risas, las noches de conversaciones interminables, los besos robados en medio de la confusión del mundo de los hechiceros. Pero también, ambos sabían que esos recuerdos eran todo lo que quedaría al final de la noche.

Cuando la madrugada comenzó a despuntar, sabías que el momento estaba cerca. Geto se levantó lentamente de la cama y caminó hacia la puerta, como si fuera a dejar la habitación y a ti junto con ella. Pero antes de salir, se detuvo y se giró hacia ti.

—Gracias —susurró, con una tristeza en su voz que nunca habías oído antes—. Gracias por estar conmigo, por ser tú.

Tu corazón se rompió en mil pedazos al escucharlo, pero te levantaste y caminaste hacia él, incapaz de dejar que esa fuera la última cosa que dijera. Te colocaste frente a él, con lágrimas llenando tus ojos mientras lo mirabas con una mezcla de amor y desesperación.

—Suguru... —comenzaste, pero él te silenció, colocando un dedo sobre tus labios. Lentamente, se inclinó hacia ti y sus labios se encontraron con los tuyos en un beso que llevaba el peso de todo lo que no podía decirte. Fue un beso suave, pero lleno de dolor, un adiós silencioso que ambos entendían sin palabras.

El sabor amargo de la despedida se mezclaba con el amor que aún sentías por él, y en ese último beso, supiste que no había nada más que pudieras hacer. Geto se apartó lentamente, sus ojos reflejando el dolor de dejarte ir.

—Cuídate... por favor —fue lo último que dijo antes de desaparecer en la oscuridad de la noche.

Y así, en un abrir y cerrar de ojos, el amor que habían compartido, los recuerdos que habían construido, se desvanecieron con su partida. Te quedaste sola en la habitación, sintiendo el frío que dejó en su lugar, sabiendo que esa sería la última vez que lo verías como el hombre que una vez amaste.

One Shots, JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora