Satoru Gojo

114 9 0
                                    

Un Día Solo para Nosotros

Cuando Satoru decidió que, por primera vez en mucho tiempo, tomaría un día de descanso, la noticia llegó como una sorpresa. Sabías que él era el hechicero más fuerte, y que su vida estaba llena de responsabilidades que pocos comprendían del todo, pero hoy... hoy era diferente. Hoy, el único interés de Satoru era pasar tiempo contigo.

Esa tarde comenzó de una forma que solo a él se le ocurriría: llamándote al salón de su apartamento, donde te esperaba una montaña de dulces que, a decir verdad, ¡te llevó un buen rato procesar! Coloridos, de todas las formas y sabores que pudieras imaginar. Él, con una sonrisa pícara, observó tu reacción mientras tú te acercabas, boquiabierta y entre risas.

"Pensé que podríamos hacer un festín," dijo, con un tono que mezclaba diversión y expectativa.

"¿Todo esto es para mí?" preguntaste, mirando la enorme pila de dulces con los ojos iluminados.

"¿A quién más? Vamos, acércate," te animó, tomándote de la mano para guiarte al sofá, donde había extendido un par de mantas y acomodado almohadas. "Hoy solo existimos tú, yo y esta montaña de azúcar."

Y, así, se acomodó a tu lado, pasando su brazo sobre tus hombros y apoyando su cabeza ligeramente sobre la tuya mientras comenzaban a ver una película. La pantalla iluminaba el salón de manera tenue, creando una atmósfera cálida y casi íntima que solo ustedes compartían. Cada tanto, te alcanzaba una bolsa de gomitas o una barra de chocolate, insistiendo en que lo probaras y comentando graciosamente sobre cómo los dulces de hoy en día eran nada comparado con los de cuando él era más joven.

"¿Ves esta? Definitivamente no sabe como antes," bromeó, dándote un dulce colorido que, según él, era "mágico" cuando era pequeño.

Soltaste una risa, llevándote la mano a la boca para no perder el bocado. Él te observó reír, y de inmediato, esa chispa en sus ojos te atrapó. No podías evitar notar el contraste: ante el mundo, Satoru era la fuerza imparable, la leyenda; pero aquí, frente a ti, era solo Satoru, alguien que quería compartir los pequeños momentos contigo, sin más.

"¿Qué tanto ves?" preguntaste, tratando de disimular el leve rubor que subía por tus mejillas.

"Solo me pregunto cómo alguien puede verse tan adorable comiendo caramelos," respondió, deslizando una mano para apartar un mechón de tu cabello, observándote con una dulzura que te hizo bajar la mirada. "A veces creo que estos momentos son los mejores hechizos de todos."

Antes de que pudieras responder, él se inclinó y te dio un beso rápido en los labios, robándote una sonrisa antes de volver a enfocar su atención en la película... o intentarlo, porque continuó con sus comentarios y bromas entre cada escena. Su risa era contagiosa, y tú no podías recordar la última vez que te habías sentido tan ligera, tan llena de vida. En sus ojos, eras algo más allá del mundo del hechicería, más allá de la fama y el poder que él simbolizaba. Con él, encontrabas una conexión tan genuina que te hacía cuestionarte cómo alguien tan inmenso podía tener un lado tan vulnerable y cálido.

Mientras la noche avanzaba, la película pasó a un segundo plano, y la charla ligera se convirtió en susurros, intercalados con risas y miradas largas. Él tomaba tu mano y jugaba suavemente con tus dedos, como si cada caricia fuese un tesoro, una forma de memorizar los pequeños detalles que le encantaban de ti. Entre suspiros, tú también lo observabas, preguntándote cómo era posible amar tanto a alguien. Lo que sentías por él era tan profundo y sincero que, a veces, te dolía pensar que él tenía que enfrentar el mundo con una máscara.

"Satoru..." susurraste de repente, rompiendo el silencio.

Él te miró, algo curioso, y te tomó la mano con más fuerza. "¿Qué pasa?"

"Quiero que sepas que... aquí, contigo, yo no veo al gran hechicero. Solo te veo a ti. Y... bueno, quería que lo supieras." Dudaste un poco, temiendo que tus palabras no pudieran expresar lo que realmente sentías. "Para mí, eres Satoru, solo tú. Con todas tus bromas y tus dulces... tú."

Él guardó silencio por un instante, mirándote con una mezcla de sorpresa y algo que reconociste como gratitud. Sus labios se curvaron en una suave sonrisa, una sonrisa que no mostraba a menudo, y sus ojos brillaron de una forma especial.

"Eres única, ¿sabes? Nunca había pensado que alguien podría ver a través de mí así..."

Satoru te acercó a él, y sin decir nada más, te abrazó, dejando que el peso de ese sentimiento llenara el espacio entre ustedes. Entre dulces y suspiros compartidos, el mundo exterior se desvaneció. Todo lo que importaba era ese momento, ese pequeño refugio que habían creado juntos.

Y, mientras el tiempo pasaba, sin importar cuántos desafíos lo esperaran fuera de esas paredes, sabías que siempre habría algo en él que solo tú podías ver, algo que se abría únicamente para ti.

One Shots, JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora