•IX•

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Me levanté muy asustada mientras me asomaba por la ventana y vi, ¿Será lo que creo que es? Creo que si. Bajé corriendo las escaleras.

—¡Abuela un incendio! —Dije gritando
—Busca todas las cubetas que encuentres y tráelas—dijo mi abuela desesperada —¡De prisa!—decía mientras salíamos hacia la carreta.

—¿Sabes dónde es? —pregunté mientras íbamos ya de camino.
—Los Gillis—Dijo mi abuela.
—Rubi—dije yo

Al llegar todos estaban pasándose cubetas llenas de agua y vacías, era un caos. Pude notar que Rubi y su familia estaban a salvo, menos mal.

—¡Ade! —Escuché mi nombre y vi a Anne y Diana, corrí donde ellas y las abracé.
—¡Las extrañé mucho!—Dijo Anne.
—Nosotras también—Dijimos Diana y yo.

—¡Pobre Rubi! —Dijo Diana
—¿Por qué las ventanas están abiertas? —pregunté y cuando me di cuenta me encontraba corriendo hacia la casa, cogí unas mantas mojadas y me adentré a la casa.
—¡ADELAIDE! —escuchaba la voz de Diana

Entré a la casa y vi que la pelirroja estaba a mi lado.

—Tu ve abajo y yo arriba—Le dije an Anne dirigiéndome hacia donde le dije.

Me dedicaba a cerrar las puertas y ponerles la manta debajo, en una de las puertas pude ver esos ojos, esos ojos que ¡Ay no importa!

—Adelaide? —Dijo Gilbert confundido
—Bonjour —le dije en tono burlón y cerré la puerta.
Cuando ya había cerrado todas las puertas bajé como pude al primer piso, no podía casi respirar ¡Me iba a desmayar! Encontré a Anne en el piso tirada.

—¡Anne! —Dije con desesperación, mientras cargaba a la pelirroja hacia afuera mientras sentía como el poco oxígeno que tenía iba disminuyendo.
Ya veía la puerta, estaba ahí mismo, tenía a mi amiga estaríamos bien.

Por fin cuando salimos de la casa mi amiga recuperó la conciencia pero para mí era muy tarde, lo único que vi fue cuando un grupo de personas me rodeaban preocupados.

—¡Hagan algo! —Escuché una voz que decía
—¡Ella me salvó! —Escuchaba sollozos.
Poco a poco abrí los ojos y me di cuenta que estaba en el mismo lugar de antes.

Unos ojos me recibieron, Gilbert Blythe; notaba que tenía un semblante preocupado y estaba cerca, muuuy cerca.

—¿Te encuentras bien?—Dijo manteniendo contacto visual conmigo.
—¡Mon amour! —Escuché a mi padre mientras llegaba al lado mío haciendo que el chico mantuviera la distancia.

—A quoi pensais-tu ?—Dijo mi padre en tono de regaño.
—Tenían las puertas abiertas, Anne y yo entramos para cerrarlas y poder detener el fuego—Dije con delicadez.
—Ade—escuché como mi amiga la pelirroja decía—me salvaste—dijo e inmediatamente me abrazó lo cual le correspondí.

—¡Fuegon ellas!—escuché una voz —¡Ellas detuviegon el fuego! —dijo el niño con un acento raro, todos voltearon a vernos y pude ver como mi abuela me veía con orgullo.

Después de tal trágico momento un señor que parecía una persona importante (más tarde mi abuela me contó que era el ministro) empezó a rezar.
Estaba agotada, apenas podía mantenerme de pie, cancelaron la escuela por unas semanas en lo que reparaban la casa de Rubi.

—¡Muchas gracias a estas valientes niñas!—Escuché decir a la madre de Rubi mientras le dedicaba una débil sonrisa, sin más caí exhausta.

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Ya había llegado el invierno y todo estaba repleto de nieve, me hice amiga de todas las chicas y por lo que veo Anne también, ella se lo merece aunque todas son un poco exageradas.

𝓜𝓸𝓷 𝓑𝓮𝓪𝓾/𝓖𝓲𝓵𝓫𝓮𝓻𝓽 𝓑𝓵𝔂𝓽𝓱𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora