•XI•

138 16 0
                                    

Pasaron semanas en las cuales Diana y yo no podíamos ni mirar a nuestra amiga pelirroja, hasta que un día mi abuela me informó que podría volver a hablar con ella

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Pasaron semanas en las cuales Diana y yo no podíamos ni mirar a nuestra amiga pelirroja, hasta que un día mi abuela me informó que podría volver a hablar con ella. No sabía el por qué.

—Pues creo que es tiempo de que vuelvas a hablar con tu amiga Anne—Soltó mi abuela llamando toda mi atención.
—¿En serio?—Dije emocionada.—Pero ¿Por qué?—Pregunté con curiosidad.
—Al parecer tu amiga salvó la vida de Minnie May—Dijo mi abuela con una sonrisa.

—¡Oh muchísimas gracias abuela!—Dije mientras la besaba.

__________________________________

—¿En serio crees que eso es suficiente?—Le pregunté a Gilbert mientras encarnaba una ceja.
—No lo sé pero lo estoy intentando Laide—Fijo con frustración.—¿Me podrías pasar ese otro martillo? Creo que este no funciona—Dijo este haciendo que aguantara una risa.

Fui donde me indicó y busqué el martillo entregándoselo. Empezó a dar golpes y de pronto escuchamos los gritos de alguien.

—¡Gilbert!—Dijo la Sra haciendo que Gilbert y yo nos miráramos preocupados.
Tras eso salimos corriendo a la casa y...
Ya no estaba.

__________________________________

Podría haber ido con Anne y Diana pero me alegro de haberme quedado con Gilbert, había perdido a otra persona importante en mi vida.
Estábamos en el velorio, estaba acompañada de mi abuela (mi padre se había ido por negocios a Paris) iba al lado de Gilbert quien tenía un semblante perdido. Tomé de su mano dándole un apretón a lo cual el asintió.

—No se turbe vuestro corazón—Empezó el ministro. Pude notar como Gilbert volvía a coger mi mano y decidí no protestar.—Vosotros creéis en Dios, creed también en mí—Decía el ministro, podía ver como Gilbert se tensaba.
—En la casa de mi padre muchas moradas hay, si así no fuera yo os lo hubiera dicho—Hizo una pausa—Siguió rezando.

Todos empezaron a retirarse quedando solo Gilbert y yo.
—Te puedo dejar solo si quieres—Dije mientras me dirigía hacia el chico, al ver que no recibí ninguna respuesta de parte de él me paré lentamente pero algo me detuvo. Era el, su mano me tenía y pude notar como lágrimas salían de sus ojos.

—No te vayas...—Empezó a decir mientras finalmente rompía en lágrimas, lo abrace inmediatamente y nos quedamos así por mucho tiempo.
—¿Recuerdas que lo prometimos?—Dije—Jamás te dejaré Blythe—Dije mientras le daba un beso en la cabeza.

Empezó a nevar y vi como Gilbert tendía la mano hacia el frente mientras capturaba un copo de nieve el cual se derritió de inmediato.
—¿Estás listo?—Le pregunté mientras le extendía la mano la cual el correspondió.
Íbamos de camino a la puerta principal en lo que Gilbert para en seco haciendo que lo mire.

—No puedo...—Dijo en un murmuró—Es demasiado—Dijo mientras apretaba mi manos.
—Está bien—Le dije mientras ponía mi otra mano en su mejilla—No tienes que entrar si quieres estar solo está bien—Dije haciendo que esté de aferrara más a su agarre.
—No me dejes, quédate conmigo—Me dijo lo cual asentí y caminamos.

𝓜𝓸𝓷 𝓑𝓮𝓪𝓾/𝓖𝓲𝓵𝓫𝓮𝓻𝓽 𝓑𝓵𝔂𝓽𝓱𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora