Capitulo 2

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Las semanas se convirtieron en un ciclo constante. Cada mañana, me despertaba en el mismo departamento que Minho, el aroma del café recién hecho llenando el aire. Siempre era él quien se encargaba de preparar la primera taza, con su sonrisa habitual, mientras yo luchaba por abrir los ojos. Era un ritual que habíamos mantenido desde que decidimos compartir este lugar, un espacio que había comenzado como un refugio y que, con el tiempo, se había convertido en un recordatorio de lo que jamás podría tener.

Despertar juntos era un momento en el que la amistad se sentía casi perfecta. Minho siempre hacía una broma para aligerar el ambiente, y yo respondía con un sarcasmo ensayado. “¿No debería hacer el café la novia?” le decía, provocando su risa. Pero mientras me servía la bebida, sabía que el sabor amargo del café no podía compararse con la amargura que sentía en mi corazón.

Las mañanas transcurrían con la rutina de prepararnos para el trabajo. Yo me vestía de manera casual, mientras que Minho siempre optaba por un estilo un poco más pulido. “Debo impresionar a Ji-Hyun”, decía, y eso me pinchaba, aunque intentara reírme. No había manera de escapar de su presencia en nuestra vida diaria. Ella venía a menudo a visitarnos, y aunque siempre mantenía una fachada amistosa, la realidad era que su llegada convertía nuestro hogar en un lugar donde mis sentimientos se sentían más evidentes.

En el trabajo, las cosas seguían un patrón predecible. Reuniones, estrategias de marketing y más reuniones. Minho siempre tenía la habilidad de brillar en cualquier situación, mientras yo me contentaba con ser el apoyo,tas las simbras. A menudo, lo veía compartir risas con Ji-Hyun en la sala de descanso, lo que me recordaba lo lejos que estaba de ser algo más que un amigo.

Una tarde, mientras organizaba unos documentos en la oficina, mi mente se desvió hacia un recuerdo lejano. El parque, donde todo había comenzado. La primera vez que conocí a Minho, él era solo un niño más en el vecindario. Recuerdo que me había retado a una carrera, y aunque era más rápido, me dejé ganar solo porque quería que se sintiera bien. Esa sonrisa genuina que había iluminado su rostro era la misma que aún me robaba el aliento. ¿Cómo había pasado de ser el niño que corría por el parque a un hombre con una novia y un futuro brillante?

Esa imagen de nosotros, corriendo y riendo, contrastaba con la realidad de ahora. Siempre ahí para él, pero sin poder cruzar la línea que separaba la amistad del amor.

Las noches en nuestro departamento eran una mezcla de risas y silencios incómodos. Ji-Hyun a menudo se quedaba a cenar, y no podía evitar observar cómo Minho la miraba, cómo sus ojos brillaban cada vez que ella hablaba. Mientras preparábamos la cena juntos, me preguntaba si alguna vez lo miraría así, si alguna vez podría ser yo el que ocupara su corazón.

— ¿Qué te parece esta receta? — preguntaba Minho, siempre entusiasmado por experimentar en la cocina. Él tenía ese talento natural, mientras que yo luchaba por no quemar el arroz.

— Suena bien, aunque dudo que le guste a Ji-Hyun — respondí, sabiendo que mis palabras eran más amargas de lo que pretendía.

— ¡Por supuesto que le gustará! — decía él, mientras comenzaba a mezclar los ingredientes. La energía de Minho era contagiosa, y aunque intentaba mantenerme en el juego, mis pensamientos siempre regresaban a lo mismo: no era lo que ella quería.

La noche continuaba con risas y anécdotas. Ella relataba historias de su día, y yo permanecía en un segundo plano, sintiendo cómo mi corazón se hundía cada vez que Minho sonreía por ella. En esos momentos, me preguntaba cuántas veces más podría soportar ser un espectador en su vida, cómo podría seguir viéndolos juntos sin perderme a mí mismo.

Una de esas noches, mientras los tres estábamos sentados en el sofá después de la cena, una conversación sobre recuerdos compartidos nos llevó a una historia que nunca olvidaría.

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