Capitulo 17

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Pasaron días. Luego semanas. El tiempo se volvió una mancha borrosa mientras yo yacía en mi departamento oscuro, apenas consciente del paso de las horas. No comía, no dormía realmente, solo flotaba en una especie de limbo. El dolor en mi pecho nunca se desvanecía, y el eco de la fiesta seguía atormentándome. Las imágenes del video, las voces, los abucheos, la mirada de Yuna… todo se repetía una y otra vez en mi cabeza.

Cada vez que abría los ojos y miraba la habitación en penumbras, sentía que me hundía más en esa oscuridad. Las cortinas seguían cerradas desde la noche de la fiesta, y las luces rara vez se encendían. Había platos con restos de comida que ni siquiera había tocado, y mi propio reflejo en el espejo me devolvía una imagen que apenas reconocía. La barba desordenada, los ojos hundidos, el rostro pálido. Parecía alguien más, alguien roto.

No tenía fuerzas ni para salir de la cama. Incluso levantarme para ir al baño se sentía como un esfuerzo monumental. Y la comida… comer era lo último en mi mente. La poca hambre que sentía desaparecía en cuanto recordaba todo lo que había perdido. En el fondo sabía que no podía seguir así, pero no veía una salida.

Mi celular se había convertido en un instrumento de tortura. Los mensajes no paraban de llegar, cada uno más cruel que el anterior. Insultos, amenazas, burlas. Todos tenían algo que decir sobre mí, sobre lo que había pasado. No importaba que el video no contara toda la historia, para ellos, ya era culpable. Y en su mente, yo era el monstruo que había traicionado a todos.

Una noche, cuando ya no pude soportarlo más, tomé una decisión. Sentado en el borde de la cama, con las manos temblando, agarré mi celular por última vez. Lo miré por un momento, y sentí una oleada de asco. Todo ese maldito aparato representaba lo que mi vida se había convertido. Los mensajes, las llamadas perdidas de Yuna y de otros que seguramente querían "explicaciones". No había ninguna explicación que diera sentido a todo esto.

Abrí la ventana y dejé que el aire frío de la noche se colara en la habitación. Después, sin pensarlo dos veces, lancé el celular al vacío. Lo vi caer hasta que desapareció en la oscuridad de la calle abajo. Sentí una pequeña descarga de alivio. No más mensajes. No más odio.

Pasaron unos días más en la misma rutina de nada, pero algo en mí empezó a cambiar. No podía seguir así para siempre. Tenía que hacer algo. Una mañana, cuando la luz del sol apenas comenzaba a filtrarse por las cortinas, me encontré mirando el techo, sintiendo que el vacío en mi pecho ya no podía crecer más. Sabía que tenía que salir de ahí. De la ciudad. De esa vida que ya no existía.

Y así fue como tomé una decisión. Me iría. Me alejaría de todo y de todos. Empezaría de nuevo, donde nadie me conociera, donde nadie pudiera señalarme o mirarme con desprecio. Pensé en Jeju, una isla que siempre había imaginado como un refugio tranquilo, lejos del bullicio de Seúl y de los fantasmas que aquí me perseguían.

Lo decidí en un impulso, pero al mismo tiempo, era lo más claro que había pensado en semanas. Sin mirar atrás, comencé a recoger las pocas cosas que tenía. No iba a llevarme mucho, solo lo necesario. Todo lo demás, lo dejaría atrás, igual que los recuerdos.

Mientras metía algo de ropa en una maleta, me di cuenta de lo definitiva que era esta decisión. Estaba huyendo, sí, pero también estaba eligiendo vivir. En Jeju, tal vez encontraría la paz que tanto necesitaba, tal vez podría reconstruir lo que quedaba de mí. Sin Minho, sin Yuna, sin nadie que me recordara lo que había pasado.

Deshacerme del celular fue solo el primer paso, pero había algo más profundo en esa decisión. Dejar todo atrás, incluso las pocas conexiones que me quedaban, era liberador. Era como borrar mi vida y empezar de nuevo.

El día que finalmente cerré la puerta de mi departamento por última vez, sentí algo que no había sentido en mucho tiempo: alivio. Dejaba atrás la oscuridad de esas semanas, el dolor, la humillación, y aunque sabía que no sería fácil, algo dentro de mí me decía que era lo correcto.

Please Don't...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora