I- Los Regalos de Regulus.

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Las llamas de la chimenea se crisparon ante la llegada del lord de la mansión, Lucius Malfoy sacudió brevemente su traje costoso para retirar el polvo qué había caído sobre él

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Las llamas de la chimenea se crisparon ante la llegada del lord de la mansión, Lucius Malfoy sacudió brevemente su traje costoso para retirar el polvo qué había caído sobre él. Su día le fue extremadamente pesado en el ministerio, hablar con todos esos sangre pura llenos de odio le cansaba con creces, pero era necesario si quería preservar suficientes influencias, no era que le importase aumentar su estatus -hace mucho que le dejo de importar- sino que era imprescindible que aún tuviera algo de presencia en los altos mandos para cuando él regresara, tenía que estar listo para proteger a su familia ante todo.

—¡Papá!— un grito emocionado le hizo girarse para deslumbrar unos cabellos blanquecinos pertenecientes a la pequeña figura de su hijo, el cual se acercaba corriendo hacia él.

El solo ver a su preciado primogénito le devolvió toda la energía gastada en su jornada laboral, sonrió con creces y espero al pequeño para abrir los brazos y tomarlo entre ellos cargándolo contra su pecho.

—¿Cómo está mi pequeño dragón?— tarareó Lucius dándole un pequeño beso en la cabeza al infante. —Deberías de ya estar en tu cama, Draco.

—Pero quería esperarte.— un puchero decoró el rostro del niño. —Te extrañe mucho mucho mucho much-

—Entiendo, Draco, pero tienes que descansar, mañana es tu día especial y no querrás sentirte mal solo porque no dormiste bien, ¿verdad?— dijo Lucius interrumpiendo al pequeño, adoraba que su hijo fuera tan cariñoso pero sabia perfectamente que si no lo detenía no pararía jamás.

—Tu papá tiene razón, mi príncipe.— Narcissa, que había estado viendo la dulce escena en silencio con una sonrisa en su rostro, se acercó al par de rubios para unirse al abrazo.

El rostro triste de Draco se esfumó enseguida al recordar que el día de mañana era su cumpleaños numero once, no solo su tan amado padrino vendría de visita a la mansión, sino que también este le entregaría su carta para Hogwarts. Hace una semana, Severus les informo que la carta iba a ser enviada prontamente pero Draco le insistió en que el propio Snape fuera quien le diera su carta en vez de una lechuza.

El pequeño adoraba cuando podía convivir con toda su familia junta, a pesar de que esta se tratara de únicamente sus padres, sus tíos y su padrino.
Sus fiestas de cumpleaños siempre eran geniales a palabras de Draco, sus padres se esforzaban duramente cada año para poder darle todo lo que quisiese -incluso cuando el niño pidió un gato en su cumpleaños pasado, se lo dieron a pesar del disgusto de Lucius hacia esas cosas peludas-, por otra parte, sus tíos le daban todo tipo de objetos muggles que siempre sorprendían al menor, y su padrino no se quedaba atrás, ya que su cumpleaños era de los pocos días donde Draco podría abrazarlo todo lo que deseara sin que el pelinegro gruñera.

—Bueno, es hora de que todos nos vayamos a la cama.— Lucius apretó el hombro de su esposa para empezar a caminar en dirección a la segunda planta junto con ella y el niño en brazos.

Draco Malfoy y la Varita de Cristal [#1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora