↬Capitulo 8:Desvelos y Revelaciones↫

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Nathaniel despertó con la nuca adolorida y el cuerpo entumecido por haber dormido en el asiento del auto, estacionado en un rincón del mall. La mañana aún estaba gris, y la luz que se filtraba apenas parecía consolarlo. Su teléfono vibró en el tablero, interrumpiendo su breve momento de somnolencia.

—¿Qué? —murmuró, contestando sin ver quién llamaba.

—¡¿Dónde demonios estás, Nate?! —la voz de Jonathan sonaba apresurada, casi eufórica—. ¡No te lo vas a creer! ¡Lo resolví! ¡Apresúrate, tienes que venir a la estación ahora mismo!

Nathaniel se frotó los ojos, algo molesto por el entusiasmo desbordante de Jonathan. Entre la bruma de su sueño interrumpido y el peso de los días pasados, el detective apenas podía registrar lo que Jonathan decía. Pero algo en su tono lo alertó. ¿Lo resolvió?

Al llegar a la estación, se encontró con la escena que imaginaba: Jonathan estaba desarreglado, la camisa mal abotonada como de costumbre, el cabello alborotado y los ojos brillantes de energía. Parecía que no había dormido en toda la noche, y Nathaniel, aunque agotado, no pudo evitar sentir curiosidad.

—¡Finalmente llegas! —exclamó Jonathan, con la emoción propia de un niño pequeño, empujando unos papeles hacia Nathaniel—. Después de que me dejaste ayer, no pude dormir. ¡Me puse a conectar todo, cada maldito cabo suelto!

Nathaniel observó los documentos que Jonathan le entregaba, pero apenas podía concentrarse con la energía vibrante que irradiaba el más joven. Parecía como si se hubiera esnifado una línea de cocaína, lleno de vitalidad y moviéndose de un lado a otro, incapaz de quedarse quieto.

—Te ves… terrible —comentó Jonathan de repente, observando la ropa arrugada de Nathaniel y su cara cansada—. ¿Dormiste en tu coche anoche?

Nathaniel gruñó en respuesta, mientras hojeaba los papeles, tratando de calmar su mente y enfocarse. Pero había algo en la emoción de Jonathan que le daba un poco de alivio, como si por fin estuvieran cerca de algo grande.

Nathaniel hojeó los documentos que Jonathan le había empujado, pero su mente aún estaba adormecida, tratando de ponerse al día con la energía del azabache. Los papeles estaban llenos de anotaciones, conexiones entre nombres, fechas, y lugares.

—Jonathan, ¿qué es exactamente lo que crees que resolviste? —preguntó Nathaniel, intentando mantenerse enfocado mientras sus ojos intentaban descifrar los garabatos en el papel.

Jonathan sonrió de manera casi maníaca, señalando con el dedo un grupo de nombres resaltados en la página.

—Las víctimas. ¡Mira! —dijo mientras se inclinaba sobre el escritorio, señalando cada nombre—. Todas eran personas sin familiares cercanos, excepto la doctora Mitchell. Pero lo que descubrí anoche es que Graham, nuestra primera víctima, no era un simple caso de acoso como creíamos. Estaba siendo manipulado.

Nathaniel entrecerró los ojos, intentando comprender lo que Jonathan estaba diciendo. Sus dedos pasaban las hojas rápidamente, deteniéndose en los nombres conocidos. Graham, Clarke, Mitchell. Todo estaba ahí.

—¿Manipulado? ¿Por quién?

Jonathan se acercó más, su rostro apenas a unos centímetros del de Nathaniel, sus ojos miel brillando con la misma intensidad que el día anterior.

—Por alguien más grande. Alguien que no hemos identificado aún. No es solo el asesino... hay más. Graham no acosaba a la señora Clarke porque estaba obsesionado, sino porque alguien lo estaba empujando a hacerlo, alguien que lo estaba controlando —su voz bajó, casi como si estuviera contando un secreto—. Y esa misma persona también manipuló a otras víctimas.

↬𝙴𝚗𝚍𝚕𝚎𝚜𝚜 𝙲𝚑𝚊𝚜𝚎↫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora