El dolor desaparece trayendo alegrías nuevas

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Los meses pasaron, y Claudia había logrado lo que antes parecía imposible: había superado el dolor de su divorcio. Con el apoyo constante de Rodrigo y Mariana, y su propia determinación, había reconstruido su vida de una manera que nunca había imaginado. La alcaldía en Tlalpan, que ahora dirigía, marchaba de maravilla. Cada día era un reto nuevo, pero también una oportunidad para demostrar su fortaleza y visión. Y aunque estaba profundamente comprometida con su trabajo, siempre encontraba tiempo para estar con sus hijos, para escucharlos y apoyarlos en todo.

Era un mediodía soleado cuando decidió tomarse un descanso en su oficina. Almorzaba sola ese día, revisando algunos documentos mientras disfrutaba de una ensalada. Al terminar, tomó su teléfono y abrió Facebook, una red social que se había convertido en su forma favorita de mantenerse conectada con amigos y compañeros de la facultad, muchos de los cuales había dejado de ver hace años.

A medida que navegaba por los perfiles, enviaba solicitudes de amistad a viejos conocidos, sonriendo al recordar los buenos tiempos. Entonces, en medio de esos recuerdos felices, un nombre apareció en su pantalla: *Jesús Tarriba Unger*.

Claudia se quedó inmóvil por un instante. Su corazón dio un vuelco al ver ese nombre. Jesús había sido su novio durante la universidad, un hombre al que había amado profundamente, pero las circunstancias de la vida los habían separado. Él era la clase de amor que, aunque el tiempo pase, siempre deja una huella. Se preguntó cómo sería su vida ahora, si tendría una familia, en qué lugar del mundo estaría.

Sin pensarlo demasiado, Claudia le envió una solicitud de amistad. Algo en ella la impulsó a actuar rápido, como si temiera que si lo pensaba mucho, se arrepentiría. Acto seguido, decidió ser aún más directa y le envió un mensaje:

"Hola Jesús, ¿Te acuerdas de mí?"

Envió el mensaje y se quedó mirando la pantalla, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. No sabía qué esperar. Tal vez él no respondiera, o quizás ya no la recordara con el mismo cariño. Habían pasado tantos años, y las personas cambian.

El tiempo parecía haberse detenido. Claudia dejó el teléfono a un lado e intentó concentrarse en su trabajo, pero su mente seguía volviendo una y otra vez al mensaje que había enviado. Finalmente, el teléfono vibró.

Era él.

"Claudia... ¿Cómo podría olvidarte?"

Un escalofrío recorrió su espalda al leer esas palabras. En ese instante, el pasado y el presente parecían entrelazarse, y algo dentro de ella despertó, una chispa que no había sentido en mucho tiempo.

Los días pasaban, y lo que había comenzado como un mensaje casual en Facebook se transformó rápidamente en largas conversaciones nocturnas. Claudia y Jesús hablaban como si el tiempo no hubiera pasado, como si aquellos años en los que habían estado separados no hubieran hecho más que fortalecer el vínculo que una vez compartieron.

A pesar de la distancia, había una cercanía que los sorprendía a ambos. No había incomodidad ni tensiones. Hablaban de sus vidas, de lo que había sido de ellos después de la universidad, de sus trabajos, sus hijos, y de cómo habían enfrentado los retos de sus respectivos matrimonios y divorcios.

Jesús vivía en España desde hacía más de 18 años. Se había mudado allí por una oferta laboral que en su momento no podía rechazar. Claudia recordó cómo esa decisión los había distanciado, el dolor silencioso de ver partir a alguien que amaba profundamente, pero que sabía que necesitaba seguir sus sueños. Ambos habían tomado caminos distintos, pensando que era lo mejor.

—Me mudé a Madrid, y luego a Barcelona —le contó Jesús en una de sus conversaciones—. Todo parecía ir bien al principio, pero... bueno, ya sabes cómo son las cosas. El trabajo, la rutina, la distancia… Al final, mi matrimonio no pudo resistirlo.

Te amo en silencio: Un comienzo y Un Final para Claudia y Jesús Donde viven las historias. Descúbrelo ahora