Todo comienzo tiene su final

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Jesús dormía profundamente en la habitación de su hotel cuando su teléfono comenzó a sonar insistentemente. Al principio, en su estado adormilado, apenas lo registró. Pero el sonido persistía, rompiendo la quietud de la madrugada. Con un sentimiento extraño en el pecho, como si algo no estuviera bien, finalmente se incorporó y contestó.

—¿Jesús? —La voz del otro lado era grave, tensa, cargada de una urgencia que hizo que se despertara por completo.

—¿Qué ocurre? —preguntó, con el corazón acelerándose de golpe. Sentía una inquietud extraña, algo que no podía identificar pero que comenzaba a envolverlo en una sensación de pánico.

—Es Claudia... —Las palabras se detenían, como si fueran demasiado difíciles de pronunciar.

Jesús sintió cómo su garganta se cerraba y el aire se volvía pesado en el cuarto. Todo a su alrededor pareció detenerse en ese instante.

—¿Qué pasó? —insistió, con un hilo de voz, aunque una parte de él ya sabía que la respuesta sería devastadora.

—No pudo más… Claudia… —La voz del otro lado titubeó antes de terminar—. Ella ha decidido terminar con su vida.

En ese momento, el mundo de Jesús se nubló. La llamada continuaba, pero las palabras no llegaban a él. El teléfono temblaba en su mano, su respiración se volvió errática, y una ola de incredulidad y negación lo invadió. No, esto no podía estar pasando. No Claudia. No ella.

—No... eso no puede ser verdad... —murmuró Jesús, pero sabía, en el fondo, que la persona al otro lado de la línea no le estaba mintiendo.

El silencio que siguió fue ensordecedor. El cuarto del hotel, antes tan común y mundano, ahora parecía asfixiante. Jesús dejó caer el teléfono sin siquiera colgar, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. Su mente intentaba aferrarse a algo, a cualquier cosa, pero solo encontraba un vacío abrumador.

*¿Cómo? ¿Cómo había llegado a esto?*

Se levantó de golpe, su cuerpo moviéndose por instinto. El frío del suelo bajo sus pies descalzos no lo sacaba del shock. Solo sabía que tenía que moverse, que tenía que llegar hasta ella de alguna manera, aunque una parte de él sabía que ya era demasiado tarde.

El dolor era indescriptible, una mezcla de incredulidad, rabia, tristeza y culpa. *¿Cómo no lo vio venir?* Claudia siempre había sido fuerte, siempre había sido la que enfrentaba los desafíos de frente, la que llevaba el peso del país en sus hombros. Pero ahora, al parecer, había cargado con más de lo que cualquiera podría soportar.

Jesús se dejó caer en una silla, sus manos temblaban mientras intentaba respirar, pero el aire no parecía suficiente. La habitación seguía girando a su alrededor, mientras las imágenes de Claudia pasaban por su mente: sus sonrisas, sus momentos juntos, sus abrazos en las noches, su fortaleza. Y ahora, todo eso se había desvanecido en un instante.

El dolor de saber que no había estado ahí cuando más lo necesitaba lo destrozaba.

Te amo en silencio: Un comienzo y Un Final para Claudia y Jesús Donde viven las historias. Descúbrelo ahora