Carta (Final)

52 6 5
                                    

Todo había sucedido con una rapidez abrumadora. Las noticias de la tragedia se esparcieron como pólvora, y la atención de los medios, que una vez había sido una carga, se convirtió en un recordatorio doloroso de lo que había perdido. Las condolencias llegaron en oleadas, pero nada podía aliviar el profundo vacío que Claudia había dejado en su vida.

El funeral fue un mar de lágrimas, un duelo compartido con aquellos que también la amaban. Los hijos de Claudia estaban siempre a su lado, buscando consuelo en la compañía de Jesús. La hija de él también había viajado, intentando aportar un poco de luz en medio de la penumbra. Sin embargo, nada podía reemplazar la ausencia de Claudia.

Un día después del funeral, mientras Jesús se sentaba en el porche, tratando de encontrar un poco de paz, uno de los hijos de Claudia se acercó a él con un sobre en la mano. Era una carta, la última de ella, escrita con su puño y letra.

—Esto es para ti —dijo el joven, con la voz entrecortada—. La encontró un día antes… no sé si quieras leerlo ahora.

Jesús tomó el sobre con manos temblorosas, sintiendo cómo su corazón se aceleraba. No estaba seguro de si estaba listo para enfrentar lo que había en su interior, pero sabía que necesitaba hacerlo. Con un nudo en la garganta, rompió el sello y comenzó a leer.

Las palabras de Claudia lo envolvieron como un abrazo, cada línea una mezcla de amor y dolor. En su letra, ella hablaba de lo que había sentido a lo largo de su relación. Escribía sobre los momentos de alegría, las risas compartidas y las complicidades que habían tejido a lo largo de los años. Hablaba de su amor, de cómo siempre había creído en él, a pesar de las dificultades.

*"Jesús,"* comenzaba la carta, *"si estás leyendo esto, significa que estoy en un lugar mejor, uno donde las sombras no pueden tocarme. Quiero que sepas que, a pesar de todo, te amé con cada fibra de mi ser."* Su letra era clara, pero temblorosa, como si cada palabra le costara un esfuerzo considerable.

Claudia continuó, recordando las primeras noches que habían pasado juntos, la electricidad en el aire, las risas nerviosas. *"Nunca olvidaré cómo me mirabas, como si en mis ojos estuviera la respuesta a todas tus preguntas. Me hacías sentir viva de maneras que nunca pensé que fuera posible."*

A medida que avanzaba en la carta, los recuerdos se agolpaban en su mente: las noches compartidas, las conversaciones profundas, los abrazos que parecían durar una eternidad. Con cada palabra, el dolor se intensificaba, y lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Claudia había puesto su alma en esas páginas, y ahora él las sostenía con manos temblorosas.

*"A veces, me sentía abrumada por todo lo que significaba ser Claudia,"* continuó, *"la presidenta, la madre, la amiga... y, por supuesto, la pareja que nunca fue perfecta. Pero tú, Jesús, siempre encontraste la manera de quedarte a mi lado, incluso cuando me perdía a mí misma."*

Mientras leía, la tristeza lo invadía, cada línea era un recordatorio de lo que había perdido. Claudia hablaba de sus momentos más vulnerables, de las veces que había llorado en silencio y de cómo Jesús siempre había sido su refugio, incluso cuando sentía que no podía ser fuerte.

*"Si alguna vez sientes que no puedes continuar, recuerda que estoy contigo. Estoy en cada momento, en cada rayo de sol que ilumina tu día, en cada sonrisa de nuestros hijos. Mi amor por ti no ha terminado, Jesús. Te amo, y siempre lo haré."*

Al llegar al final, Jesús rompió a llorar con una intensidad que no podía contener. Soltó todo lo que había estado reprimiendo, las lágrimas fluyeron como un torrente, llevándose consigo la tristeza y el dolor acumulados. La pérdida de Claudia era insoportable, pero en ese momento, en su dolor, también sintió una profunda conexión con ella.

Sabía que su vida sería diferente sin Claudia, que su ausencia dejaría un vacío que nunca podría llenar, pero también comprendió que ella siempre estaría presente en su corazón. Su amor sería el hilo que lo uniría a los hijos de ella y a su propia hija. Se prometió que no dejaría que su legado se desvaneciera.

Con la carta aún en manos, Jesús miró al cielo y sonrió a través de las lágrimas. Sabía que Claudia había dejado una luz en su vida que nunca se apagaría. Aunque la vida continuaría sin ella, llevaría su amor y su espíritu consigo, guiando cada paso en el camino hacia adelante.







"Todo siempre tiene un final, y aunque no sea el que esperamos, siempre hay una luz de esperanza"






Fin.

Te amo en silencio: Un comienzo y Un Final para Claudia y Jesús Donde viven las historias. Descúbrelo ahora