Habían pasado tres años desde que Claudia ganó las elecciones y asumió su cargo como jefa de gobierno de la Ciudad de México. Fueron años llenos de retos, triunfos y momentos que la hicieron crecer como líder. A lo largo de todo ese tiempo, Jesús siempre había estado a su lado, siendo su apoyo incondicional. Él había conseguido trabajo como asesor de riesgos financieros en un banco, una posición que disfrutaba y que le permitió establecerse por completo en México.
A pesar de sus ajetreadas agendas, Jesús y Claudia siempre encontraban momentos para estar juntos. Su relación, aunque sólida y amorosa, seguía siendo privada. Ambos disfrutaban de la intimidad que les daba mantener su vínculo lejos de los reflectores, pero sabían que en algún momento tendrían que enfrentarse a la opinión pública.
Era un día común cuando Jesús, que había salido temprano del trabajo, decidió sorprender a Claudia en su oficina. Llegó con una sonrisa y un ramo de flores en mano, listo para disfrutar de un almuerzo tranquilo con ella. Al entrar, Claudia, que revisaba unos documentos, levantó la vista y sonrió al verlo.
—¡Qué sorpresa más bonita! —dijo ella, levantándose para recibirlo con un cálido abrazo. Se quedaron así por unos segundos, disfrutando de la cercanía antes de separarse lo justo para que sus labios se encontraran en un beso suave, uno de esos que compartían cuando el mundo parecía detenerse.
—Pensé en pasar antes de que te envolvieras en mil cosas —dijo Jesús, entregándole las flores.
—Siempre sabes cómo hacerme sonreír —respondió Claudia, mientras colocaba las flores en un vaso cercano—. Pero hay algo de lo que tenemos que hablar.
Jesús notó un cambio en su tono. No era de preocupación, pero sí de seriedad. Se sentaron juntos en el sofá de la oficina, y Jesús tomó su mano, entrelazando sus dedos como si quisiera decirle que no importara lo que fuera, estaban juntos en esto.
—Dime, ¿qué pasa? —preguntó, mirándola con atención.
Claudia suspiró, y con su otra mano acarició el rostro de Jesús antes de inclinarse para darle otro beso, esta vez más largo, como si quisiera cargar ese momento de ternura antes de dar la noticia.
—Se acerca el 15 de septiembre —comenzó—. El presidente me ha invitado al Grito de Independencia, y… bueno, me pidió que te llevara conmigo.
Jesús la miró sorprendido. Aunque su relación había permanecido en secreto todos esos años, sabía que un evento de tal magnitud podría cambiarlo todo. Los ojos de Claudia lo observaban con una mezcla de ansiedad y esperanza.
—¿Quieres que vaya contigo? —preguntó Jesús suavemente, inclinándose hacia ella, buscando su cercanía.
—Sí, pero también significa que nuestra relación podría dejar de ser privada —respondió ella, apoyando su frente en la de él, cerrando los ojos por un momento—. No sé cómo reaccionará la gente. Ha sido fácil para nosotros mantenernos lejos del ojo público, pero esto cambiaría las cosas.
Jesús sonrió con ternura y acarició su mejilla, asegurándose de que la calma volviera a su expresión. Luego, con cuidado, la acomodó en sus brazos como tantas veces lo había hecho, acunándola como si fuera lo más preciado para él.
—No importa lo que piensen los demás —dijo mientras la mantenía cerca, su respiración suave y tranquilizadora—. Lo único que me importa es que estemos juntos. Si crees que es el momento, yo estaré a tu lado.
Claudia lo miró y sonrió con alivio. Sabía que, con Jesús, no tenía nada que temer.
Jesús la miró con un toque de diversión en sus ojos y dijo con una sonrisa juguetona:
ESTÁS LEYENDO
Te amo en silencio: Un comienzo y Un Final para Claudia y Jesús
RandomClaudia se había divorciado recientemente, su vida se había vuelto un sin fin de emociones. Sin embargo algo que jamás imagino estaría a punto de suceder.