8

46 8 2
                                    

Lewis


Checo olía dulce, como a vainilla y jazmín, pero mejor. Como algo que creaba hambre en mi interior, pero no de comida. Yo quería tenerlo. Vorazmente. Si no satisfacía esa necesidad, me iba a romper. Estaba seguro de ello.

—Espero que esté bien que haya dicho eso. Sobre tu olor —dije.

—Es maravilloso. Así es como funciona esto, ¿verdad?

—¿El emparejamiento?

—La cosa de las parejas predestinadas —Las manos de Checo estaban ahora juntas y apretadas en su regazo.

—Ah, eso. Sí. Supongo que sí. No sabría decirte. Nunca lo había sentido.

—¿Pero es real para ti?

—Sí. ¿Lo es para ti?

—Lo es ahora.

Quería reírme, pero estaba demasiado concentrado en llevarnos a mi casa. Rápido, pero sin exceso de velocidad. Mi mente ardía con cómo iría esto. No quería comportarme como un alfa cavernícola, gruñendo y lanzándolo contra una pared y saliéndome con la mía. Yo no era así. Pero lo deseaba tanto.

No. Le iba a dar un agradable y pausado recorrido por mi casa, le ofrecería una bebida caliente y hablaríamos como hombres civilizados. Sí, así sería. Me comportaría. Sería un caballero hasta la médula.

Miré mis manos en el volante. No tenía sangre en los nudillos. Aflojé el agarre y respiré hondo.

—Creo que te gustará mi casa. Tiene unos árboles preciosos delante, un solo piso con tres dormitorios en un callejón tranquilo y sombreado.

La rodilla de Checo se balanceó arriba y abajo. Estaba tan nervioso como yo.

—Suena genial.

—Es suficiente para mí. Cuando me empezó a ir mejor y a hacerme un nombre, todos mis colegas me invitaban a lujosas fiestas en sus nuevas mansiones de tres pisos. Me sentía completamente incómodo dando vueltas por ahí y escuchando mis propios ecos.

Por el rabillo del ojo, vi a Checo hacer una mueca.

—Sí, eso es muy cierto.

Sin estar seguro de lo que quería decir, continué.

—Me gusta más simple. Es más fácil de manejar en mi propia cabeza, si eso tiene algún sentido.

—Tiene sentido —Checo me miró. A la luz del tablero parecía casi asustado—. Quiero que sepas que no uso aplicaciones de citas. No es lo mío. Así que Perfect Match fue, bueno, como un experimento.

—Oh, yo tampoco. Nada de aplicaciones de citas. Las citas a ciegas son estresantes.

—Sí. ¿Fue estresante para ti?

Tenía que ser honesto. Se lo merecía.

—No lo tomes a mal, pero definitivamente, sí.

—Para mí también.

Sin embargo, esta no era una cita ordinaria, a ciegas o no.

—¿Todavía estás nervioso? —pregunté.

Checo echó la cabeza hacia atrás.

—Completamente. Pero tampoco puedo imaginarme yéndome. No podría, quiero decir, no quiero. Esto es raro.

No sabía cómo responder a eso. Si estaba de acuerdo, podría parecer que estaba reconsiderando esto, lo cual no era cierto. Si no estaba de acuerdo, sonaría, bueno, desagradable, especialmente cuando todo esto de la pareja predestinada era raro.

Luscious match [Chewis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora