11

42 8 2
                                    

Lewis

Después de ayudarnos a lavarnos en la ducha, asaltamos mi cocina. Desnudos. Los dos en diferentes estados de excitación. Le ofrecí a Checo una bata, pero dijo que estaba demasiado sensible para tener algo tocando su piel. Las noches seguían siendo frescas, pero por suerte, para nosotros, yo mantenía mi casa cálida.

—Estoy demasiado sensible para que nada me toque, excepto tú —añadió.

—Lo mismo —Solo quería su toque. Nada ni nadie más.

Comíamos la fruta que encontrábamos y bebíamos agua como hombres perdidos en el desierto durante semanas.

Era sorprendente lo que podía hacer en mi estado actual. Fui capaz de preparar panqueques esponjosos con tiras de tempeh ahumado y crujiente, las proteínas que tanto ansiábamos. Lo acabamos todo con enormes tazones de helado de coco.

Mi verga se meneaba allá donde iba, como preguntando si podía ayudar. Podría haber sido gracioso, pero Checo y yo estábamos en el mismo estado y el creciente vínculo entre nosotros hizo que se sintiera completamente natural. Y, de hecho, lo era.

Preparé una bandeja con fruta, jalea y galletas, agarré varias botellas de agua y me lo llevé todo al dormitorio.

Checo ya estaba en la cama y bajo el edredón. Se había quedado dormido de lado con el brazo estirado y sus rizos negros esparcidos por la almohada.

Me quedé sorprendentemente lúcido y me uní a él para tomar una siesta rápida. Cuando volviera a necesitarlo, mi cuerpo me despertaría.

Me desmayé en cuanto mi cabeza tocó la almohada.

Soñé con Checo, pero era estresante. Cada vez que caminaba hacia él, tendiéndole la mano, se alejaba más. No podía moverme lo suficientemente rápido para alcanzarlo. ¿No sabía que lo quería? ¿Qué lo necesitaba? Con cada nueva escena de Checo alejándose, me sentía más y más frustrado. Intenté gritar, pero no tenía voz. El aire se oscureció. Ya no podía verlo. Di vueltas y vueltas hasta que todo se convirtió en un caos turbio.

Cuando por fin desperté del sueño, oí mi propia voz hablando. No tenía ni idea de lo que estaba diciendo.

La cama se balanceó mientras un bulto se movía a mi lado. Una mano salió de debajo de las sábanas y me tocó el hombro.

—¿Lewis? ¿Estás listo otra vez?

¿Listo? ¿Para qué?

Entonces recordé. Checo había entrado en mi vida y había entrado en celo en un instante.

Su mano sobre mi piel desnuda disparó fuego en mis venas. Mi verga se apretó contra mi abdomen, mis bolas pesadas y doloridas.

Tardé demasiado en contestar y Checo se incorporó, apartando las mantas de su delicioso cuerpo.

—No pasa nada. Estoy listo para ti —Empujó las sábanas hacia abajo, dejando al descubierto su propio pene tieso y el interior brillante de sus muslos. Había estado goteando mientras dormía.

Vainilla. Jazmín. Mío.

—Sí —Fue todo lo que pude decir antes de rodar sobre él.

En lugar de apartarme o gritar, se rio y me rodeó con sus brazos.

En el porno, la mayoría de las veces los alfas maltrataban a los omegas, tomaban el control absoluto y las sometían a largas y duras sesiones de sexo y nudos. Los omegas chillaban y a veces protestaban. Todo por el drama.

Esto no era nada de eso. Checo me deseaba. Abrió los brazos y prácticamente suplicó que lo tocara y lo posicionara. Y se rio como si lo estuviera disfrutando.

Luscious match [Chewis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora