No Sabes Nada de Mí

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Capítulo 7.

Era la hora de irse. Ya habían desayunado huevo revuelto y tostadas con mantequilla que preparó Aso el hermano de Noah. Fue un desayuno silencioso en el que nadie comentó lo ocurrido la noche anterior.

Era sábado. Morgan debía ir a casa para ayudarla a Luz con su jardín. Pero no tenía ganas de volver, sabía que Luz la conocía más que nadie y que cuando viera su rostro. Sabría que algo malo pasó. Y Morgan no sabría cómo explicarle todo lo que ocurrido. Porque según ella había trabajado casi toda la noche y que luego Mónica, la esposa del dueño la dejó a quedarse a dormir.

Luz aparentemente no había sospechado nada, pero Morgan sabía que no podría mentirle por mucho tiempo.

Liam ya se había ido. No tuvo la intención de pedirle perdón a Morgan ni a Noah, por nada. Solo se fue.

—Debes irte —dijo Noah a Morgan, con la voz baja.

El hermano de Noah había ido a jugar videojuegos atrás de Noah a unos cuantos metros donde se encontraba el viejo sillón y una pantalla, donde Aso jugaba videojuegos.

—Tengo miedo.

—Siempre tendrás miedo desde ahora.

—¿Y tú qué sabes? —preguntó Morgan en un mal tono.

Él levantó el rostro y la miró como si ese tono le molestara. Pero Morgan no retiró lo dicho.

—¿Por qué debería contestarte?

—La verdad es que no tienes idea de lo horrible que me siento, estoy pensando que voy a hacer de mi vida. Qué pensará mi hermana cuando vea el golpe que me dejó en la cara ese imbécil, no podré mentirle.

—No es mi problema.

—Ya sé que no es tu maldito problema —ella hizo una pausa, él desvió la mirada y bajó sus brazos que antes estaban sobre la mesa—. Perdón, la verdad es que no debí invitarte al bosque, ni mucho menos insistirte en que te quedarás cuando querías irte. Fui una estúpida, pero no tenía idea de que teníamos que alejarnos tanto, no sabía que eso iba a pasar. Ni siquiera conozco a esos tipos.

—Tú perdóname.

—¿Por qué me pides perdón? —preguntó Morgan, extrañada por la petición de Noah.

—No hice nada para protegerte.

Ella sonrió con melancolía.

—No hubieras podido hacer nada —dijo ella.

Noah levantó la vista hacia los ojos lilas de Morgan, él estaba cabizbajo y parecía estar muy pensativo.

—No volveré a cometer el mismo error.

Él se levantó de la silla y caminó hacia la puerta, agarró la campera negra y vieja que siempre usaba, y se la puso iba a colocarse la capucha, pero ella lo interrumpió.

—No te la pongas, tu cabello es lindo —opinó ella.

Noah la miró un momento. Se puso la capucha y abrió la puerta.

—Vámonos.

Morgan y Noah caminaron un rato por Margarita. Aunque era temprano Morgan quiso ir a su trabajo, así que Noah la acompañó hasta allí.

Llegaron, ella subió a la cabaña, la entrada tenía una mini escalerita de tres escalones y luego arriba había dos mesas, cada una solo para dos personas. Todo de madera de un color claro.

EL CALLADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora