°Capítulo 1: Sombras de Seúl°

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Seúl estaba sumida en una oscuridad impenetrable, más allá de la noche, una oscuridad que parecía haberse asentado sobre la ciudad desde hace años, desde que el poder extranjero comenzó a tirar de los hilos que antes eran coreanos. Las calles estaban desiertas, los edificios inclinados como si el peso del tiempo y la opresión los hubiese encorvado. Solo se escuchaban susurros. O tal vez no fueran susurros, sino los suspiros apagados de una ciudad que había olvidado cómo respirar.

En medio de ese paisaje sombrío, una figura se movía con sigilo entre las sombras, tan parte de ellas como cualquier farol apagado o ventana cerrada. Wonwoo. Sus pasos eran calculados, medidos, como si cada movimiento ya hubiera sido ensayado en su mente mil veces antes. Su rostro, frío y estoico, no delataba nada de lo que ocurría en su interior. No podía permitirse ese lujo. En los tiempos que corrían, las emociones eran un peso que ralentizaba el paso.

Se había acostumbrado a este silencio. A esta soledad. Ser parte de la resistencia significaba vivir al filo de una navaja, siempre observando, siempre alerta. Y, aunque su misión aquella noche parecía rutinaria —entregar información vital a uno de sus contactos—, algo en el aire le decía que no debía bajar la guardia. Un sexto sentido que había desarrollado después de años viviendo en los márgenes de la vida, donde un pequeño error podía costarte la cabeza.

Cruzó un estrecho callejón, pegándose a la pared cuando escuchó pasos. Un par de soldados japoneses, armados y con miradas aburridas, pasaron por el otro extremo. La mano de Wonwoo, siempre preparada, rozó el cuchillo oculto bajo su abrigo. Pero no hubo necesidad de usarlo esta vez. Solo cuando los soldados desaparecieron, permitió que sus músculos se relajaran.

Se acercaba a su destino cuando escuchó algo. Un sonido seco, como de una pelea mal disimulada. Giró la esquina, cauteloso, solo para encontrar una escena que no esperaba.

Un joven, alto y con el rostro marcado por la furia, se enfrentaba a tres hombres armados. Aunque estaba claramente en desventaja, luchaba con una energía salvaje, sin miedo. En sus manos brillaba una espada, manejada con precisión aunque la rabia que lo consumía casi lo hacía parecer descuidado.

Wonwoo lo reconoció de inmediato: Mingyu. Un rebelde que se había ganado fama por su actitud temeraria y su falta de control. La resistencia no lo aprobaba, y sin embargo, había sobrevivido más tiempo del que cualquiera hubiera predicho.

Por un momento, Wonwoo se debatió en si intervenir o no. No era su misión salvar a un joven impulsivo que había decidido que la violencia abierta era su mejor opción. Sin embargo, había algo en la forma en que Mingyu luchaba, una desesperación que resonaba con algo en su interior, un eco de una vida que él mismo había dejado atrás. Con un suspiro silencioso, decidió actuar.

Desde las sombras, Wonwoo lanzó un ataque preciso, neutralizando al primero de los hombres que iba a atacar por la espalda a Mingyu. El joven lo notó, pero no dijo nada. No había tiempo para agradecimientos ni preguntas. En cuestión de segundos, los dos luchaban codo a codo, una coreografía de golpes y movimientos letales que parecía casi natural.

Cuando el último de los atacantes cayó al suelo, jadeando y derrotado, Mingyu se giró hacia Wonwoo, con una sonrisa torcida.

—No pedí ayuda —gruñó, limpiándose la sangre de los nudillos.

Wonwoo lo miró, sin responder de inmediato. Sabía que el joven hablaba desde el orgullo herido, pero no tenía tiempo para discutir.

—No la necesitabas —respondió, con su voz baja y neutral—. Pero la recibiste de todas formas.

Ambos quedaron en silencio durante un instante, una especie de tregua incómoda formándose entre ellos. Wonwoo había salvado a Mingyu, pero también sabía que el joven no lo vería como un favor. Era un hombre que luchaba por cuenta propia, alguien que había aprendido a no confiar en nadie más que en su espada y su propio juicio.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Mingyu, finalmente, su voz mostrando una ligera desconfianza.

—Trabajo —fue la única respuesta de Wonwoo antes de girarse, listo para desaparecer nuevamente en las sombras.

Pero no llegó muy lejos. Una serie de explosiones resonaron a lo lejos, sacudiendo las calles de la ciudad. Los dos hombres se giraron al unísono, mirando hacia el cielo que se iluminaba en un brillo anaranjado. Wonwoo frunció el ceño. Algo no iba bien.

Mingyu, ignorando cualquier herida que hubiera recibido en la pelea, también parecía alarmado. Había algo en ese sonido, en esa explosión que se extendía como un eco sin fin, que no era natural.

Sin decir nada más, ambos comenzaron a correr hacia el lugar de donde provenía el sonido, sabiendo que lo que fuera que estaba por venir, cambiaría sus destinos de formas que aún no podían imaginar.









-*Holis, espero que les haya gustado el primer capítulo, estare publicando dos capítulos por semana (lunes, miércoles y viernes).*

☆°Criaturas de Seúl: Luz en la Oscuridad°☆ | •Minwon/Meanie•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora