El aire en las montañas al norte de Seúl era más frío, más pesado. Wonwoo y Mingyu avanzaban por un sendero estrecho, rodeados de árboles cuyas ramas parecían doblarse hacia ellos, como si intentaran impedirles el paso. El silencio era absoluto, interrumpido solo por el crujido de las hojas bajo sus pies. Ambos sabían que se estaban acercando a su destino: el antiguo templo Jangseung, el lugar donde se sellaba el mal que ahora comenzaba a liberarse.
La luna apenas iluminaba el camino, y cuanto más ascendían, más sentían que estaban entrando en otro mundo, uno donde las reglas de la naturaleza parecían distorsionadas. Mingyu, siempre en alerta, llevaba su espada lista, aunque sabía que lo que enfrentaban no era algo que pudiera ser vencido solo con acero. Wonwoo, por su parte, estaba concentrado en las palabras de Baek. Cada paso que daban los acercaba más a lo desconocido, a algo que ni siquiera él había anticipado.
—¿Crees que el sello estará intacto? —preguntó Mingyu, rompiendo el silencio.
Wonwoo no respondió de inmediato. La verdad era que no tenía una respuesta clara. Todo lo que sabían era que el templo albergaba un poder antiguo, uno que había mantenido a las criaturas en las sombras durante siglos. Pero si ese poder aún estaba allí, era algo que pronto descubrirían.
—Si está roto, encontraremos la forma de repararlo —respondió finalmente, con una seguridad que no sentía del todo.
Mingyu asintió, aunque el ceño fruncido en su rostro revelaba su creciente preocupación. Habían enfrentado a un enemigo desconocido antes, pero esta vez, la batalla no era contra soldados o invasores. Estaban entrando en territorio de leyendas, y eso lo inquietaba de una manera que no podía explicar.
Tras varias horas de marcha, el sendero los llevó a una pequeña abertura en la ladera de la montaña. Allí, oculto entre los árboles, se alzaba el templo Jangseung. Era un lugar imponente, pero a la vez olvidado por el tiempo. Las piedras que formaban su estructura estaban cubiertas de musgo, y las estatuas que flanqueaban la entrada habían sido erosionadas por los años, aunque aún conservaban un aire de solemnidad.
—Este es el lugar —dijo Wonwoo en voz baja, acercándose con cautela a la entrada.
Antes de que pudieran cruzar el umbral, un sonido grave, como un gruñido profundo, resonó en el aire. Mingyu se detuvo en seco, levantando su espada instintivamente. Los ojos de ambos se dirigieron hacia las sombras que rodeaban el templo, y fue entonces cuando los vieron.
Eran figuras humanoides, pero sus cuerpos parecían estar compuestos de una mezcla de piedra y carne. Sus rostros, aunque vagamente humanos, carecían de rasgos definibles, y sus ojos brillaban con una luz espectral. Eran los guardianes del templo, criaturas creadas para proteger el sello de cualquier intruso.
—Esto no va a ser fácil —murmuró Mingyu, retrocediendo lentamente.
Wonwoo mantuvo la calma, aunque sabía que el enfrentamiento era inevitable. Los guardianes se movían lentamente, pero con una fuerza inhumana. Cada uno de sus pasos hacía temblar el suelo bajo ellos.
—No debemos luchar contra ellos —dijo Wonwoo—. Están aquí para proteger el templo. Solo atacarán si los provocamos.
Mingyu frunció el ceño, sin bajar su arma.
—¿Y qué sugieres que hagamos? Porque dudo que simplemente nos dejen entrar.
—Tenemos que demostrar que no somos una amenaza —respondió Wonwoo, acercándose a los guardianes con las manos en alto, en señal de paz.
El aire parecía volverse más denso mientras los guardianes se acercaban. Sus cuerpos crujían con cada movimiento, como si fueran a desmoronarse en cualquier momento. Pero en lugar de atacar, se detuvieron a unos metros de distancia, observando a los dos intrusos con una calma inquietante.
Mingyu, aún alerta, bajó su espada lentamente, siguiendo el ejemplo de Wonwoo.
—¿Crees que funcionará? —preguntó en voz baja, sus ojos nunca abandonando a los guardianes.
Wonwoo no respondió. Solo dio un paso más hacia la entrada del templo, sus ojos fijos en las estatuas que flanqueaban el umbral. Algo en el aire cambió en ese momento, como si el propio templo estuviera evaluando su presencia. Y entonces, para su sorpresa, los guardianes se retiraron, regresando lentamente a las sombras de las que habían emergido.
—Parece que lo logramos —murmuró Wonwoo, soltando un suspiro que no había notado que estaba conteniendo.
Mingyu, aunque aliviado, seguía con la guardia alta.
—No bajemos la guardia todavía. Algo me dice que esto es solo el comienzo.
Los dos hombres cruzaron el umbral del templo. Dentro, el ambiente era diferente, cargado de una energía que hacía que la piel se les erizara. En el centro de la sala principal, un antiguo altar de piedra descansaba, rodeado de símbolos que no podían entender, pero que irradiaban un poder palpable.
—Este es el corazón del templo —dijo Wonwoo en voz baja—. Aquí es donde se selló el mal que estamos buscando.
Mingyu miró el altar con desconfianza.
—¿Cómo lo sellamos de nuevo?
Wonwoo se acercó al altar, inspeccionando los símbolos con cuidado. Su mente trabajaba a toda velocidad, intentando recordar las viejas historias que había oído de Baek y otros. Finalmente, se giró hacia Mingyu.
—Para sellarlo, necesitamos algo que conecte este mundo con el de las criaturas. Algo que venga de ellos.
Mingyu frunció el ceño, sin entender.
—¿Quieres decir que necesitamos parte de esas cosas?
Wonwoo asintió.
—Sí. Y eso significa que tendremos que enfrentarlas.
La tensión en el aire aumentó. Sabían que el tiempo estaba en su contra, pero también sabían que este era el único camino. Si no lograban restaurar el sello, Seúl caería ante las criaturas que ya estaban despertando.
—Vamos a necesitar más que una espada para esto —murmuró Mingyu, preparándose mentalmente para la batalla que se avecinaba.
Wonwoo lo miró, su rostro grave.
—Entonces, mejor que estemos listos.
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☆°Criaturas de Seúl: Luz en la Oscuridad°☆ | •Minwon/Meanie•
Fanfic*SINOPSIS*: En un mundo donde la oscuridad acecha a la luz, Mingyu y Wonwoo, dos valientes guerreros, se encuentran en una batalla épica para proteger su hogar. Tras derrotar al temible maestro de la oscuridad, la paz parece restaurada, pero un eco...