𝐸𝑙 𝑁𝑖𝑛̃𝑜 𝑌 𝐸𝑙 𝐷𝑟𝑎𝑔𝑜𝑛

𝐿𝑎 𝐶𝑢𝑒𝑣𝑎

Después de su conversión, ambos se dieron cuenta de que estaba oscureciendo y que no tenían a dónde ir.

"Ya que ahora somos amigos y no tienes a dónde ir, ¿vendrás a vivir en mi guarida?"

Al muchacho esto no le pareció muy prometedor. No quería dormir en una cueva.

Pero cuando llegaron, el niño de ocho años se sorprendió de que la cueva era más grande y lujosa que su casa.

Estaba lleno de todo tipo de objetos, oro y plata estaban esparcidos por el suelo. Había de todo y más.

Desde fuera parecía una cueva normal pero por dentro había cinco habitaciones, cada cual más lujosa que la anterior, el comedor tenía sillas de oro y revistas con cojines de terciopelo y utensilios de oro y plata.

Era una casa de verdad, no se podía llamar cueva. Todo era magia, la chimenea, el baño, las luces eran eficientes y lujosas, nada menos para un dragón.

"¿Qué te parece? ¡Lo hice todo con mi magia! ¡Genial, ¿verdad?"

El dragón en ese momento parecía un padre intentando parecer genial delante de su hijo.

"¡Sí! Todo está genial"

¿Por qué esperabas menos de un dragón como yo?
Después de que Eruhaben terminó de hablar de cómo había hecho todo él solo y sin la ayuda de nadie y lo maravilloso que era todo, recordó que estaba oscureciendo y los niños humanos tenían que irse a la cama.

Un gorgoteo rompió el silencio, era el estómago de Cale.

-Tengo hambre ¿tienes algo para comer?

-Preguntó el muchacho avergonzado y con la cara roja que intentaba esconderse llevándose las manos a la cara.

El dragón se arrodilló ante el niño, apartó sus manos de su rostro y las tomó entre las suyas.

"No tienes por qué avergonzarte, pasa"

Dijo conteniendo la risa.

"¡No te rías! ¡No tiene gracia!"

Dijo el niño aún más avergonzado.

"Lo siento, lo siento"

-Vamos a comer ¿qué dices?

"seguro"

Y así entraron al comedor.