Capítulo 17

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El ambiente durante la cena no solía ser realmente grato, pero esa noche específicamente las sensaciones eran completamente fuertes. Benjamin dejaba ver en su expresión todo el enojo que estaba sintiendo, manteniendo alerta a sus parejas, incluyendo a Cora.

Todos comían en extremo silencio, ni siquiera ella estaba hablando, pero no precisamente porque tuviese miedo de Benjamin, sino porque su mente estaba revoloteando en la infinidad de sus recuerdos e ilusiones, completamente feliz al recordar su pacto con Damian.

Inevitablemente, su corazón se aceleraba cuando pensaba en él y no podía dejar de sonreír completamente feliz al recordar lo dulce que solía ser con ella.

La sensación en su interior era extraña, un cosquilleo cálido en su barriga e inevitablemente sus expresiones se volvían dulces y suaves, completamente alejadas de lo que solían ser.

No parecía Daisy York en lo absoluto, y por alguna razón, esto molestaba a Benjamin de formar indescriptible. Le molestaba la actitud arrogante y grosera de su hija, pero también le molestaba su extrema felicidad.

El fuerte golpe de su puño contra la madera de la mesa los alertó a todos, incluso a Daisy, quien salió de su ensoñación por completo ante el repentino susto que le causo su padre.

— ¿Papá? — Clyde le habló en un tono bajo, bastante sorprendido ante la extraña reacción de su padre.

Podían ser los varones de la familia York, pero él seguía siendo el líder por una razón.

— Daisy — la llamó con ese tono autoritario.

— ¿Ahora qué hice? — preguntó molesta, con toda razón. Ni siquiera había abierto la boca desde que la cena inició, no entendía porque le gritaba de repente.

Recibió un codazo por parte de Agnes e inevitablemente la vio mal al sentirse reprimida.

— ¿Qué hiciste? — Benjamin se levantó y nuevamente golpeó la mesa haciendo que los pobres platos de porcelana brinquen y resuenen contra los cubiertos — ¡¿Qué hiciste?!

— ¡Sí, eso pregunté! — Daisy también se alteró — No veo porque empezar a gritarme cuando prácticamente sólo estoy existiendo — renegó molesta —. ¿También debo dejar de respirar para no molestarte o qué?

Benjamin enfureció. Tomó el mantel de la larga mesa y lo jaló con fuerza, provocando que un par de copas se quebraran, fueron muy pocas las que sobrevivieron.

— ¡Benjamin! — Cora gritó asustada, cubriendo sus oídos ante el espantoso ruido.

— ¡Tú! — señaló a la menor de sus hijas — ¡Eres una estúpida mujer! — empezó a lanzarle los platos, los cubiertos y las copas, manteniendo una mala puntería debido a su enojo, permitiéndole a Daisy no ser golpeada— ¡Compórtate como lo que malditamente eres!

Lamentablemente, una de las grandes copas cayó directamente sobre ella, cortando su brazo derecho, al estar cubriéndose el rostro con ambos brazos.

Cora se alarmó e iba a ir a ayudar a su hija, pero nuevamente, Benjamin intervino.

— ¡Quédate en tu lugar!  — le gritó con su voz de ronca, dejando a todos completamente congelados del miedo.

A grandes pasos se dirigió a su hija mejor, la tomó del brazo derecho, sin importarle que estuviera herida, arrastrándola fuera del comedor.
Y la pobre chica no hacía más que quejarse y pedir por su libertad.

— ¡Me estás lastimando, suéltame! — gritó desesperada, sintiendo como el vidrio incrustado se adentraba más en su piel ante la presión que generaba Benjamin.

— ¡No te atrevas a darme órdenes, mujer!

— ¡Papá, suéltame, hazlo! — suplicó entre gritos, dejando salir lágrimas de completo dolor.

Obviamente los gritos llamaron la atención de todos los jardineros, especialmente de uno de ellos.

— ¡Cierra la puta boca! — lo lanzó contra el granero, golpeando la espalda de este contra las paredes externas.

Aquella estaba siendo por poco una de las mayores palizas que Benjamin le había dado en su vida.

El hombre preso de furia empezó a soltarse el cinturón, dispuesto a azotar a su hija menor hasta el cansancio.
Pero justo cuando elevó la cinta de cuero una fuerte voz de mando se escuchó.

— ¡Déjala de una buena vez!

Benjamin volteo y se sorprendió al encontrar a uno de sus hijos menores.
Él tenía un tubo de metal entre sus manos, el ceño fruncido y mantenía una posición de ataque.

— ¡Levi! — intentó intimidarlo con su voz, pero él estaba lo suficientemente molesta para no sentir absolutamente nada ante ella.

— Detente — señaló con el tubo—, vas a matarla.

— ¡¿Y tú porque te metes, inutil?!

— ¡Por qué es mi hermana! — gritó él furioso — ¡Siempre me dices que soy un hombre débil, estoy siendo lo que quieres que sea! ¡Así que deja de una buena vez a Daisy o arriésgate a pelear con uno de tus hijo, Benjamin!

El hombre gruño, levemente indignado, pero completamente orgulloso de su pequeño niño.
Lo estaba enfrentando y estaba completamente dispuesto a luchar con él por defender lo que quería. Levi por fin había demostrado ser un hombre de la familia York.

Inesperadamente, el hombre acercó a su hijo y lo abrazó con fuerza, ignorando por completo a su joven hija lastimada, sangrando...

—  Mi niño — Levi, ante la fuerza del abrazo, dejo caer el tubo de metal —, por fin eres un verdadero hombre.

— Me estás... estás asfixiándome...

Entre risas el hombre lo soltó, despeinando sus cabellos, mirándolo con ilusión y orgullo.

— Vamos, vamos adentro — lo arrastró con él dentro de la casa, evitándole poder acercarse a Daisy como quería hacerlo —. Has alegrado mi noche, hijo mío.

La menor de los hermanos soltó una risa sarcástica, llena de odio, tratando de sentarse correctamente contra la pared, siseando ante el dolor en todo su cuerpo.

La puerta de la cocina se cerró con fuerza y ella se quedó ahí afuera. El frío de la noche golpeándola fuertemente y la espesa sangre chorreando desde su brazo derecho.

Quería llorar, pero sentía tanto dolor que ni siquiera eso podía hacer. Se sentía dolida y abrumada, completamente resentida con la vida.

Nunca en su vida había recibido más que golpes por parte de su padre, sólo por enfrentarlo y siempre defender lo que quería. Pero Levi hizo exactamente lo mismo y él recibió una felicitación.

Sabía que esa no había sido la intención de su hermano, era demasiado miedoso para enfrentar a su padre, lo había hecho por ella en realidad, pero no podía evitar sentirse celosa y un poco molesta.

— ¡Suéltenme ya! — escuchó un grito y de repente unas fuertes pisadas se escucharon, cada vez más cerca.

De repente, tenía frente a ella a un preocupado Damian, con sus ojos azules brillando ante las lágrimas, preguntándole por su estado, revisándola sin siquiera tocarla, solamente con su mirada.

No pudo evitar sonreír ante la ternura.
Quizá estaba enloqueciendo un poco, estaba sonriendo, aunque su brazo estuviera sangrado y Damian estuviese al borde del pánico, pero no pudo evitar sentirse absorto por la calidez que ese chico le generaba.

Él era como un placebo para su dolor.

Butterfly ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora