Capítulo 37

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Se sentía tan sucia y débil que lo único que pudo hacer fue subir las escaleras y dirigirse a su habitación. Encerrándose en el baño, se sacó todas sus prendas, perdida en la sensación enfermiza que le revolvía el estómago, se metió a la bañera, tratando de lavar toda la suciedad que sentía sobre su cuerpo.

Nunca, en sus diecinueve años de vida, había sido víctima de un acto como el que acababa de vivir.

No tenía idea de si aquello debía sentirse bien o mal, pero ella realmente se sentía tan sucia y asqueada que con sólo recordarlo se le ponía la piel de gallina y se le revolvía el estómago.

Tenía tantas ganas de vomitar, de desaparecer o de borrar aquel recuerdo de su memoria para siempre. Sentía tanto asco de sí misma.

Odiaba como aquella cálida mañana junto a Damian se había convertido en segundos en el peor día de toda su existencia.

Se sentía tan impotente y vulnerable que simplemente podía llorar y llorar, mientras fregaba su cuerpo con una fuerza brutal, sintiendo su piel arder, así como su garganta ante lo lastimada que estaba por culpa de su sucio hermano.

Lo odiaba, lo odiaba con toda su alma, pero odiaba más el hecho de no haber podido defenderse o siquiera haber luchado por ello.

Quería simplemente morir.

No sé dio cuenta de cuánto tiempo llevaba dentro del baño, refregando su ya lastimado cuerpo con desespero, hasta que sintió un fuerte dolor en su brazo derecho, opacando por un segundo el dolor en su alma. Sólo por un segundo.

Aquel insoportable dolor despertó nuevamente sus sentidos, regresándola a la realidad, donde su pobre piel dorada se encontraba totalmente rojiza ante su desesperación por sacarse esa interminable suciedad.

Su brazo derecho dejaba salir pequeños puntitos de sangre, mismos que desparecieron al momento de entrar en contacto con el agua enjabonada.

Agotada y deprimida, se resbaló hasta tener su cabeza apoyada contra la porcelana de la bañera, llorando nuevamente por el dolor que sentía tanto externa como internamente.

Odiaba aquella sensación.

Después de un tiempo en remojo, decidió salir del baño para poder vestirse y encarar a su padre, mismo que suponía estaría totalmente furioso por su escape, esperando una paliza por parte de este.

— Dios, ojalá me golpee muy fuerte, así este dolor que siento disminuye al menos un poco — pidió al aire, colocándose un vestido enorme y pomposo, cubriendo aun más su cuerpo.

Luego de completar la tarea de vestirse, decidió finalmente bajar hacia el salón. Justo cuando bajaba las escaleras, los Taylor y Agnes salían por la puerta, dejando en un silencio severo todo el lugar.

Tal fue aquel silencio, que el resonar de sus zapatillas contra los escalones llamó la atención de todos, incluyendo la de su padre, mismo que la miró con enojó desde el principio.

Creía saber lo que venía, estaba totalmente dispuesta a recibir una paliza, pero su padre sólo palmeo el hombro de Lewis como si fuese una felicitación, dejando seguidamente el lugar, no sin antes decir:

— Dormirás en el granero durante dos meses.

Cerró los ojos, tratando de ser lo más fuerte posible y no desvanecerse enfrente de todos. Con la mirada un poco borrosa pudo enfocar a su madre mirándola con preocupación y al resto de su familia analizándola con atención.

— Florecita... — Cora intentó acercarse a su hija, pero lo único que recibió fue el que ella la apartara y subiera nuevamente hasta su habitación, encerrándose allí.

Butterfly ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora