Un pequeño niño jugueteaba con montón de piedras, lanzando cada una de ellas al río, riendo con diversión cuando desaparecían en el fondo de éste, yéndose tan rápido como la corriente.
La fuerte carcajada llena de vida y felicidad llamó la atención de la pelirroja que lavaba la ropa en una enorme roca a la orilla del mismo río.
Sonrió enternecida, notando lo alegre que su pequeño niño se veía sólo jugueteando entre la sencillez de las rocas a la orilla río.Guardó su ropa húmeda en el canasto en el que la llevó, dispuesta a llevarla a su casa para poder tenderla y permitirle secarse con la suave brisa y el cálido sol de la primavera.
"Damian, cariño, vamos a casa" llamó la atención de su hijo, esperando que éste, con sus pequeñas y recordetas piernas llegase hasta ella.
El niño de cuatro años corrió sin cuidado alguno en dirección a su mamá, soltando risotadas, estirando sus pequeños brazos hacia ella, abriendo y cerrando sus manos, esperando por ser cargado por la delgada mujer.
"Lo siento, mi niño, pero tendrás que caminar esta vez" avisó ella, tomando la canasta con ropa húmeda, sintiendo como esta había incrementado su peso ante la húmedad. "No pongas esa cara, cariño, debo llevar esto hasta nuestra casita"
El pequeño quiso lloriquear, pero cuando noto la delgada y alargada mano de su progenitora extenderse hacia él, no dudo en tomarla, jugueteando con sus pequeños deditos, emprendiendo camino junto a ella hasta su casa.
Al llegar pudo divisar a su padre llegando con un gran saco blanco, dejándolo a un lado de la puerta principal, dispuesto a abrir esta y entrar en la casa.
"¡Papá!" Gritó el pequeño, corriendo en su dirección, dispuesto a lanzarse sobre él y abrazarlo con todas sus fuerzas, ignorando los llamados de su madre.
Extrañamente, su padre empezó a lucir menos joven entre más se acercaba y la voz de su madre empezaba a sonar más como un grito desgarrador de auxilio.
Se detuvo abruptamente cuando notó como su pequeña casa se convertía en un cuarto lleno de maquinas de vapor encendídas en llamas, destruyendo todo a su paso.
El viento resoplaba con fuerza y su al rededor era un total caos. Su cuerpo se había alargado, sus manos dejaron de ser diminutas y su sentir no era el mismo, había dejado de ser un niño.
Sus padres habían desaparecido entre la tempestad y las enormes llamaradas, mientras él simplemente se quedaba allí, totalmente congelado, mirando su alrededor con temor.
Sintió un enorme vacío en su interior cuando entre el caos sus ojos enfocaron el delgado cuerpo cubierto con un brillante y costoso vestido. Las hebras oscuras de su cabello se removían ante el fuerte viento y la expresión de terror en ella lo alerto.
"¡Daisy!" Gritó con desespero, corriendo hacia ella con toda la fuerza de su cuerpo, queriendo impedir que saliese lastimada.
No sabía porqué, pero cada vez sentía que corría con mayor lentitud, como si una fuerza antinatural quisiera impedir que llegase hacía ella.
Nuevamente su vista cayó sobre Daisy, misma que parecía estar llorando al notar como le impedían llegar hacia ella.
Quiso continuar su recorrido, pensando sólo en lo mucho que deseaba sacar a su amada señorita de ese incendio.
"¡Daisy!" Grito una vez más. "¡Daisy!" Lo hizo de nuevo.
Daisy.
Daisy.
Daisy.
— ¡Daisy!
El fuego desapareció al igual que la figura de la señorita York. Se encontraba en la habitación de sus padres, arropado entre sus sábanas, totalmente bañado en su propio sudor.
Agitado, dejó la cama y corrió hasta la sala, encontrándose totalmente solo. Salió de su casa y todo se encontraba completamente normal. Los árboles al rededor, las pequeñas y humildes moradas y algunos vecinos al rededor viviendo sus vidas con normalidad.
Lo único fuera de lo inusual era esa sensación de vacío que permanecía en su pecho como si algo le faltase, y así era, le faltaban ellos.
Su interior se sentía vacío y su cuerpo parecía no querer cooperar en lo absoluto.
Con esas sensaciones, se adentro nuevamente en su pequeña y solitaria casa.
Apesar de todo y más allá de saber que sus padres no estaban ahí, el ambiente se sentía normal. Estaba ya tan acostumbrado a no verlos, que la ausencia sólo dolía si pensaba a fondo en que ellos habían dejado de existir.Y eso era lo que más le dolía, el simple hecho de no sentir su ausencia pues la ha venido sintiendo casi toda su vida, el saber que no los vería nunca, pero aun si pudiera lo no lo hacía. Eso era lo que más le perturbaba.
Decidió adentrarse, nuevamente, en la habitación de sus padres, tratando de recordar algo más allá de borrones y risas de su corta infancia.
Ante la necesidad, se vio obligado a madurar y crecer antes de tiempo, aunque en su interior aun exista ese pequeño niño lleno de sueños e ilusiones, inocente y lleno de amor para ofrecer.
Se pasó el día entero encerrado entre esas cuatro paredes, rebuscando entre las pertenencias de sus progenitores, en busca de algo que llenase ese vacío interior.
Pero no había nada, absolutamente nada.
Un estruendo sacudio todo el lugar, alertando sus sentidos. Las fuertes gotas de lluvia resonaron contra las tejas de su casa, avisando que una fuerte llovizna seria la dueña de aquella noche.
Se levantó del suelo con lentitud, sintiendo su cuerpo pesado.
Salió de la habitación, recorriendo el lugar con la mirada, totalmente desorientado, escuchando las fuertes gotas resonar en el exterior como una deprimente canción para ambientar su agonía.
Suspiró agotado, dispuesto a encender la chimenea para apagar el frío que se incrementaba a cada segundo.
Agradecía por lo menos tener un pequeño hogar donde mantenerse tibio durante la tormenta. Al menos sus pobres padres habían podido dejar un techo donde se mantendría a salvo y como había dicho Daisy, ese era su propósito y deseo, que él fuese feliz.
Sus párpados se expandieron de repente, soltando la leña en el suelo frente a la chimenea, percatandose de algo meramente importante para él.
Daisy.
La mayor debía dormir en el granero durante dos meses y aquel temporal frío y lluvioso no mejoraba para nada la situación.
Rápidamente reaccionó, entrando y saliendo de su habitación con su único par de zapatos, dispuesto a salir debajo de la tormenta en busca de la señorita. Pero justo cuando llegó a la puerta y la abrió, se encontró con el cuerpo empapado de esta misma, luciendo tan preocupada y triste que incluso su corazón dolió.
Inevitablemente, la tomó del brazo y la hizo adentrarse en su casa, abrazandola con fuerza después, descargando cada uno de sus oscuros sentimientos en aquel abrazo, dejándolos ir y sintiéndose, una vez más, cálido.
— Ya estoy aquí, Dan. Todo estará bien, lo prometo.
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Butterfly ¹
Romance"Soy una oruga y no importa cuánto intenten impedirlo, algún día conseguiré mis alas y seré libre como una bella mariposa, la mariposa que siempre he sido en mi interior" •Finalizada •Segunda Parte: Butterfly Garden •Inciada: 26 de septiembre del 2...