Capítulo 36

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Había momentos en los que Damian odiaba ser tan sumiso y permisivo ante Daisy. Justamente, uno de esos momentos era el de esa mañana, cuando la chica prácticamente lo obligó a quedarse atrás mientras ella se iba sola a su casa.

No pretendía lucirse como un increíble hombre o jactarse de que la había llevado sana y salva a casa. Tenía miedo, estaba totalmente aterrado de lo que le pudiera suceder a Daisy cuando llegara a su casa esa mañana y de lo que allí le pudieran hacer.

Aun no conocía la razón por la que la joven había terminado en su hogar aquella noche, pero estaba totalmente seguro de que había huído de alguna situación en particular y que aquello no le haría ninguna gracia al señor York.

Por eso, apenas Gus y Amy aparecieron en su casa para poder irse al trabajo, no dudo en salir corriendo como un loco. Ignoró por completo el llamado de sus amigos, incluso ignoró las mudas peticiones de su cuerpo para que le dejase descansar o al menos recuperar el oxígeno que ni siquiera sabía que le faltaba.

Estaba completamente asustado, tenía miedo de que le hiciesen daño a Daisy, temía porque aquello se volviera tan intenso que incluso dañaran a su mayor física y emocionalmente de tal forma en la que esta no puede resistir.

La conocía lo suficiente como para saber que ella no se quedaría callada y tampoco aceptaría los castigos como si nada. Sabía que Daisy pelearía con su último aliento y que eso sólo enfadaría más a su violento padre.

Motivado por su desesperación, corrió sin detenerse un sólo segundo hasta poder llegar a la enorme mansión de los York.
El jardinero en jefe apenas estaba abriendo los portones para poder entrar y esperar al resto de sus empleados, dedicándole una mirada sorprendida una vez lo noto.

— No voy a pagarte más por llegar tan temprano, eh— le advirtió el hombre en modo de broma, totalmente abrigado ante el frío que hacía debido a la temporada seca —. Muchacho, ¿acaso venías jugando a las carreras con tus amigos? Parece que vas a desmayarte.

— Yo... — no podía respirar bien y su único soporte eran los barrotes de metal que componían el elegante e inmenso portón negro.

El hombre mayor miro detrás suyo, buscando a alguien más, notando que nadie parecía estar corriendo detrás del joven. Inocentemente pensó que aquello seguía siendo un juego de niños, por lo que palmeo el hombro de Damian con buen humor antes de entrar completamente a la propiedad.

Sus pulmones rogaban por un poco de oxígeno y sus piernas por descansar de aquella trayectoria tan devastadora. Aun así, ignoro todas las peticiones de su cuerpo, entrando en la propiedad de los York, encontrándose con el jardín pintado en su totalidad en hermoso tono ámbar, luciendo tan diferente como en otras épocas.

Su trabajo en otoño se basaba en simplemente mantener el jardín limpio. Sacar las hojas que caían dentro de las fuentes, barrer los suelos y mantener aquel lugar impecable a pesar de la temporada.

Cuando estaba a punto de llegar al jardín trasero pudo escuchar un grupo de voces completamente irreconocibles, como si hubiese algun tipo de reunion allí.

Lentamente se acercó, tratando de pasar desapercibido, notando que toda la familia York desayunaba en el jardín, teniendo como invitado a Lester York y a la que suponía era su familia.

Recorrió cada uno de los cuerpos con su mirada, buscando a aquella chica de oscuros cabellos y fuerte presencia, pero por más que intento buscarla entre todos esos rostros desconocidos, tuvo que aceptar que ella no estaba ahí.

E iba a dar la vuelta y aceptar que no podría verla o saber como estaba en ese momento, hasta que escuchó como los hermanos de Daisy gritaban, llamando a alguien más y no pudo evitar ilusionarse con la idea de que fuese ella.
Mas, quien salía alguien jardín era un hombre alto y robusto, de cabello castaño, con una sonrisa de oreja a oreja, elevando sus brazos como si fuese un ganador.

Y creyó estar genuinamente delirando cuando su mente empezó a lanzar alertas, sintiendo un ligero malestar en su pecho. Tenía un mal presentimiento, sentía que todo giraba en torno a alguna situación desagradable, sentía que su querida Daisy estaba en peligro, que algo malo estaba pasando, pero él en su posición no podía hacer nada. No podía acercarse a esa familia, mucho menos cuando estaban desayunando y tenían invitados.

El golpe de realidad fue doloroso, y tuvo que caer en cuenta de cual era su lugar en todo esto.

— ¡Damian! — la agitada voz de Gus lo sacó de sus pensamientos.

Se dio la vuelta y notó a su amigo totalmente agotado. Le sorprendió bastante verlo ahí, pensaba que se tardaría más en llegar.

— ¿Por qué corrías? — preguntó el rubio, acercándose a paso lento, tratando de recuperar su respiración — Mírate, también estás todo agitado. ¿Enloqueciste acaso?

— No... yo no... — tartamudeo, quizá por los nervios, quizá por el cansancio que todavía sentía —. Sólo... sólo necesitaba llegar temprano hoy, Gus.

El mayor lo miró con escepticismo, rodando los ojos cuando comprendió o se dio una idea del porqué del desespero de su joven amigo.
Soltó una risilla y palmeo su hombro, aun luciendo agitado.

— Sé que estás desesperado por ver a la señorita York — suspiró agotado —, pero esa no es excusa para hacerme correr desde casa detrás de ti. Ella no se irá a ningún sitio... por ahora — susurro lo último, queriendo que Archer no lo escuchara.

Pero sí lo hizo y decidió sólo ignorar aquello y la fuerte presión que se instaló en su pecho.

Apartó la mirada algo avergonzado, dándose cuenta de que lucía como un desesperado por encontrarse con la mayor. Claro que Gus no conocía el trasfondo de aquello, ni que la noche anterior Daisy se quedó en su casa, pero Damian no podía evitar sonrojarse o sentir pena ante las menciones a su relación o... como se pudiera llamar lo que tenía con ella.

— Chicos, tendremos que empezar a limpiar los jardines de enfrente con el resto de los muchachos — su jefe apareció repentinamente, con unos rastrillos y palas —. Hasta que terminen su desayuno podemos empezar con la parte de atrás.

Ambos asintieron con rapidez, tomando cada uno un rastrillo, dispuestos a empezar con su jornada laboral. Aun así, Damian no pudo evitar darle un vistazo a ese hombre castaño de sonrisa altanera.

Lester Taylor no le daba buena espina y menos que estuviera alrededor de Daisy, pero aquel tipo, ese hombre simplemente le generaba un sentimiento extraño en su interior, uno de total y entera desconfianza, aunque aún no sabía el porqué.

Aun así, siguió a Gus, empezando con su trabajo, dando excusas muy pobres para poder ir cada tanto al jardín trasero y ver si Daisy ya estaba ahí, pero en ninguna de las veces la vio.

Incluso los Taylor abandonaron la mansión y el jardín seguía sin rastros de la joven, lo que provocaba que sus sentidos y miedos se activara de muy mala forma.

Estaba ansioso y aterrado, a punto de ponerse a llorar ante la frustración.

Mientras realizaba su trabajo, pensaba en Daisy y en diferentes escenarios que podrían estarle ocurriendo. Ninguno le gustaba, realmente ya no le agradaba la idea de la chica dentro de aquella fría y tétrica casa, donde no recibía más que malos tratos.

Quería cuidar de ella, pero simplemente no podía, seguía siendo un adolescente, un hombre de clase baja, uno que no tenía nada que ofrecerle a una mujer como Daisy York.

Butterfly ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora