𝐍𝐎𝐕𝐄𝐌𝐁𝐄𝐑 𝟒𝐓𝐇

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Yuta Okkotsu

Realmente, no hay un cambio tan drástico en su comportamiento

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Realmente, no hay un cambio tan drástico en su comportamiento. Es decir, pasa la mitad del día afuera y la otra mitad del día en casa. Tal vez es porque se mantiene ocupado que no está tan desesperado por tomarte en sus brazos y hacerte suya una y otra vez. Bueno, no es como si no extrañase la forma en que lo tocabas cuando volvía estresado de la misiones. Y, aunque en el fondo lo anhele tanto, sabe que no puedes hacerle una paja. Él tampoco debería tocarse. Pero, por favor, el estrés está carcomiéndolo poco a poco y necesita sentirte a su alrededor, aunque sean unos pocos minutos.

–Será rápido, cariño. Te lo prometo, ¿si?– prácticamente, te lo estaba rogando. Era patético, apenas iban cuatro días y él ya se encontraba como un cachorrito en celo que suplicaba por una hembra para coger. –Yuta, no puedes ser tan débil con esto. Pasaron solo cuatro días– respondes, acariciando sus hebras oscuras mientras ambos se encuentran acurrucados en la cama; el suave colchón abraza ambas figuras y los envuelve entre las sedosas sábanas. Un gemido de decepción retumbó en el fondo de la garganta de Okkotsu, indicando que no estaba contento con tus palabras. Te quería más que nunca, pero sabía que no ibas a cambiar de opinión tan fácilmente. No después de que él haya aceptado el reto.
Aunque no quisieras admitirlo, también querías sentirlo dentro tuyo; esa sensación de que llenaba cada espacio en tu interior, tus paredes gomosas atrapando su gruesa virilidad entre ellas. Te estabas excitando, pero no querías decírselo ya que se saldría todo de control. Si Yuta se enterase de que te encuentras empapada en tus finas bragas, no se reprimiría más y te inmovilizaría contra el colchón para hacerte todo lo que no pudo durante días. No, definitivamente no puede enterarse.

Tus dedos nunca dejaron de acariciar el cabello de tu novio, dejando una sensación relajante en su cuerpo mientras rascabas su cuero cabelludo con amor. La suave respiración de Yuta rebotaba en las paredes de la habitación, contrastada por los fuertes latidos de tu corazón. Se había quedado dormido en tus brazos, los suyos rodeándote por la cintura y su cabeza apoyada en tus esponjosos pechos. Querías salir de allí lo más pronto posible, pero no podías despertarlo o todo acabaría. Con mucho cuidado, moviste los brazos del hombre y sustituiste tu cuerpo por tu almohada, simulando tu forma. Caminaste lentamente de puntillas hasta el baño de tu cuarto compartido, encerrándote en aquel espacio. Soltaste un largo suspiro mientras bajabas tus shorts, pudiendo ver tus bragas mojadas con tu excitación. Joder, Yuta siempre logra ponerte caliente cuando suplica por joderte el coño.
Comenzaste a pasar tus dedos a lo largo de tu raja vestida, un escalofrío recorrió tu columna al sentir el roce de las yemas de tus dedos contra la fina tela, ahora empapada. Tus piernas temblaban mientras quitabas de a poco tu ropa interior, dejándola caer al piso mientras tu mitad inferior quedaba completamente expuesta ante ti. Te sentaste en la tapa del excusado y comenzaste a estimular tu pequeño y rosado clítoris. –Mmngh– gemiste, tapándote la boca para no despertar a tu adormilado novio. Tus dedos índice y medio hacían movimientos circulares en tu sensible manojo de nervios, sacándote algún que otro sonido obsceno. Tus dedos se deslizaron hasta tu entrada, acariciando suavemente tus pegajosos pliegues y separándolos para meter tus dos dedos.

Arqueaste la espalda, tu cabeza cayó hacia atrás y abriste más las piernas mientras te embestías a ti misma con tus dígitos, marcando un ritmo constante. Tus dedos salían y entraban de tu mojado y caliente interior, tus paredes gomosas te apretaban con fuerza. No podías pensar en nada más que no fuera tu novio, imaginando la gruesa polla de Yuta saliendo y entrando de tu apretado coñito empapado mientras te follaba con amor, deseo y lujuria. Tus paredes apretándolo tan fuerte y abrazando su duro eje en tu interior; las palabras susurradas en tu oído y los sonidos de gemidos y piel contra piel que llenaban por completo la habitación. Carajo, tus dedos estaban tan arrugados por el líquido proveniente de tu centro. Te sentías tan abrumada que tuviste que morder tu camiseta para mantener ocultos tus gemidos. Pero, claro, eso fue mucho más estimulante ya que traías puesta la prenda de tu novio, una gran camiseta negra que te quedaba demasiado grande. Aspiraste el dulce y varonil aroma que ésta traía impregnada, el olor tan fuerte y emocionante de Yuta. Tus ojos se pusieron en blanco, tus dedos salían y entraban con urgencia de tu apretado agujero mientras tus caderas se balanceaban de adelante hacia atrás en un movimiento frenético. A este punto, las lágrimas comenzaron a chorrear por tus mejillas a causa de la sobreestimulación. Tu palpitante clítoris se frotaba contra la tapa del excusado con apuro mientras te follabas fuertemente. No mucho tiempo después, tus jugos surgieron a la superficie y salpicaron el lugar, haciéndote temblar y rebotar en tu asiento por la sorpresa.
Habías hecho un gran desastre en el baño; el piso quedó con un charco debajo tuyo, donde el íntimo olor a deseo se podía percibir con claridad. Limpiaste el líquido que yacía en tu zona íntima y suelo, dejando todo reluciente, como si nada hubiera sucedido. Tiraste tus bragas a la canasta de ropa sucia que había allí y subiste tus shorts. Tomaste el pomo de la puerta y, cuando estabas por abrirla, pudiste ver a un Yuta adormilado abriéndola antes que tú mientras se frotaba los ojos, con sueño.

–Aquí estás...– dijo en tono bajo y torpe, envolviendo sus brazos alrededor de tu cintura y presionando su pecho contra tu espalda, su barbilla sobre tu hombro. Tu corazón volvió a latir con fuerza ante el posesivo gesto del hombre. Si tuvieras bragas puestas, ya estarían nuevamente empapadas. Joder, y es que Okkotsu es un moja-bragas profesional o algo así. –E-estaba orinando– dijiste defensivamente, aunque al tipo de cabello oscuro no le importó.
Tu novio te llevó hasta la cama y te depositó allí, acercándote a su pecho para volver a dormir cómodamente. Ésta vez, ambos juntos. Sus brazos rodearon tu cuerpo y te presionaron más contra él, sin dejar ni un pequeño espacio entre los dos.
Al final, él sí pudo aguantar las ganas. Tú no. Y, Ahora, las respiraciones suaves y cansadas se sincronizaron en una sola. Un sólo latido. Un solo corazón. Mientras la noche los sumía en el país de los dulces sueños.

 Mientras la noche los sumía en el país de los dulces sueños

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JUJUTSU KAISEN | NNN & DDDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora