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—Suguru Geto—
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Allí estaba, de espaldas, preparando el desayuno con su tonificada espalda al descubierto y dejando ver las tiras del delantal que traía puesto, pantalones grises deportivos y unas pantuflas de estilo casual. Hace ya más de una semana que no veías los rastros de tus uñas marcadas en su piel, señal del inmenso placer que tu novio te proporcionaba, día y noche. Comenzabas a extrañar la sensación de cómo él llenaba y ampliaba cada espacio de tu interior con su miembro, grande e hinchado. Tus pensamientos fueron interrumpidos cuando la dulce voz de Suguru resonó en tus oídos, escuchándose tan sexy como siempre, con esa hermosa forma de hablar que tanto te gustaba. -Creí que no ibas a despertar, dormilona- se burló ligeramente, acercándose para desordenar tu cabello y dejar un suave y cálido beso en tu frente, la sonrisa en su rostro siempre presente. -Te preparé waffles, tus favoritos. Pensaba llevártelos a la cama, pero veo que hoy sí tienes ganas de desayunar en la mesa, como es debido- rio suavemente, acercándote a su cuerpo, claramente más grande que el tuyo, para luego envolver sus brazos alrededor de tu cintura y enterrar su rostro en el hueco entre tu cuello y hombro, inhalando tu adictivo aroma.
El hombre dejó escapar un gruñido bajo mientras te apretaba considerablemente contra su cuerpo, pudiendo sentir sus bolas ansiosas a través de la fina tela de sus pantalones. Al mismo tiempo, tus brazos se envolvieron alrededor de su cuello, abrazándolo como un pequeño y mimado koala. Geto caminó hacia adelante, haciéndote tropezar un par de veces, donde ambos se rieron, acorralándote entre su cuerpo y la pared detrás tuyo. La mirada del pelinegro era desenfocada y llena de deseo, su respiración salía en jadeos entrecortados y un ligero rubor recorría sus mejillas. Mientras tanto, tu pequeño cuerpo se acoplaba al suyo más grande, abrazándolo fuertemente mientras ambos disfrutaban de la calidez del otro. Suguru no tardó mucho en encontrar tus jugosos labios, conectándose a tu suave piel con la fuerza de un animal mientras te besaba con pasión; su lengua rápidamente se adentró en tu cavidad bucal, probando tu paladar y bailando junto con la tuya en una danza de amor y lujuria. Su mano derecha, ansiosa e inquieta, apretaba tu trasero y masajeaba tus nalgas al mismo tiempo en que su mano izquierda tocaba y amasaba tus pezones, a través de la sedosa tela de tu pijama. Ante tales acciones, pequeños ruiditos de placer escapaban de ambos cuerpos, temblorosos e impacientes, buscando un poco de alivio para el dolor acumulado de los días sin actividad sexual.
La unión entre los dos se rompió mientras intentaban recuperar algo de aire en sus pulmones, Suguru descansaba su frente contra la tuya, con los ojos cerrados por el esfuerzo de respirar. Suaves susurros necesitados escapaban de sus labios, pronunciando palabras forzadas y entrecortadas. -Mierda, me estás poniendo tan duro, muñeca...- jadeó, apretándose contra tu cuerpo, de tal forma en que ahora podías sentir su creciente erección vestida golpear contra tu estómago. -Joder, eso es muy caliente- gemiste, levantando una de tus piernas para que quedara a la altura de sus caderas. Geto, sabiendo lo que insinuabas, te agarró por la parte trasera de tus muslos y te levanto en el aire, donde envolviste ambas piernas alrededor de su cintura y él te sentó sobre la mesada de la cocina, manteniéndose entre tus jugosos muslos. Carajo, él mismo sabía que no debía tentarse, pero era tan difícil contigo haciendo esas expresiones tan lindas en tu rostro. Dibujó un rastro de besos calientes en tu cuello y clavícula; sus labios entreabiertos succionaban y mordían tu piel, lamiendo cada hematoma que él mismo producía. Sus caderas chocaban contra las tuyas, en un movimiento lento y constante, mientras dejaba salir gemidos y jadeos ahogados. Realmente estaba rompiendo las reglas.
El hombre dejó caer sus pantalones y ropa interior al suelo, con un ruido sordo, mientras tomaba su grueso miembro entre sus dedos y le daba unas cuantas jaladas, la única barrera para dar lugar al coito eran tus prendas ahora empapadas con tus propios jugos. Los ágiles dedos de Geto se movieron desde su pegajoso y duro eje hasta tu ropa, bajándola poco a poco, pero siendo interrumpido en el acto por el no muy disimulado gruñido de tu estómago; un brillante sonrojo se extendía por tus mejillas, calientes por la vergüenza. El pelinegro maldijo internamente, queriendo continuar pero sintiéndose preocupado por tu inminente hambre. Con un suspiro agotado y ligeramente frustrado, dio un paso atrás y acomodó las telas en su cuerpo, volviendo a la etapa inicial. Mierda, la habías cagado por completo. -Vamos, no querrás desmayarte por no comer apropiadamente- suspiró, no enojado contigo sino consigo mismo por no poder controlarse cuando está a tu alrededor. Él lo sabía, no ibas a dejar que rompiera el reto tan fácilmente; casi creyó que había sido todo planeado por tu mente maligna. Claro que no fue así, obviamente tu coño se moría de ganas por tragarse una polla tan grande como la de tu novio. Como sea, ahora te encuentras comiendo waffles en vez de algo tan sabroso como su grueso miembro.
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N/A: ¡No olviden seguirme para más!
Perdón por el retraso!¡
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